Acaban de salir al mercado gotas de Viagra para los ojos. Te las aplicas y la mirada se te pone dura... No dije: ?¡Ah?, ?¡Oh!?, ?¡Uta!? o ?¡En la mádere!?. Quiero significar que la noticia no me sorprendió. Eso de que Bartlett se haya ido con López Obrador es algo lógico dentro del ilógico juego de la política. Ambos personajes representan el pasado; no saben conjugar otro tiempo que el pretérito. Profesan un nacionalismo arcaico, insular, que no corresponde ya a esta época. Falta por saber si quienes conducen la campaña de AMLO verán la llegada de Bartlett como un activo o como un pasivo que no conviene mostrar mucho por el escaso bagaje de prestigio que trae consigo el recién llegado. Si bien la marometa de Bartlett me dejó impertérrito, impávido e incólume, no deja de asombrarme que hoy lo reciban en su seno quienes ayer lo acusaban de haber sido el artífice de aquella tristemente famosa ?caída del sistema?, fraude el mayor que en materia de elecciones se ha cometido en México. Pero a eso lleva el estólido pragmatismo político de quienes buscan el poder a toda costa: a agarrar hasta puñaladas, como dice la expresión de pueblo, y a sumar hasta los restos de lo último que resta... Llegó el marido y encontró a su esposa con un gorro de piel en la cabeza y calzando botas rusas. La mujer estaba bailando una agitada y briosa danza de cosacos. ?Uralia! ?le dice con enojo-. ¿Otra vez te tomaste mi vodka??... El testigo que presentó el abogado defensor no podía recordar los datos que la defensa le pedía. ?Disculpe usted la mala memoria del testigo, señor juez ?pide el letrado-. Estos olvidos son muy explicables. Por ejemplo, ayer en la noche guardé mi reloj en el segundo cajón de mi buró, y esta mañana se me olvidó ponérmelo?. Cuando esa noche llegó a su casa el abogado le dice su mujer: ?Los problemas que causas con tus olvidos. Tuvo que venir hasta acá ese pobre empleado del Tribunal a llevarte tu reloj?. ?¿Y se lo diste?? ?se alarma el abogado. ?Claro que se lo di ?responde la mujer-. No dudé que venía de parte tuya, pues sabía exactamente dónde estaba el reloj?... Le dice un tipo a otro: ?Mi abuelo Venerino murió a balazos por causa de sus creencias?. Pregunta el otro, conmovido: ?¿Fue en la guerra de cristeros cuando tu abuelo murió por sus creencias??. ?No ?aclara el tipo-. Creyó que el marido de su amiguita andaba de viaje?... Se casó Simpliciano, joven inocente, con Pirulina, muchacha con harta ciencia de la vida. Tan candoroso era el recién casado que no sabía nada acerca de las cosas de la naturaleza. Pirulina, que conocía la ingenuidad de su flamante maridito, se acostó junto a él y se le repegó, mimosa. ?¿Sabes lo que quiero?? ?le preguntó. Simpliciano, desconcertado por aquella cercanía, se despegó de ella y respondió: ?No; no sé qué quieres?. Ella se le repegó de nueva cuenta, y le volvió a preguntar, acariciante: ?¿No sabes lo que quiero??. Otra vez Simpliciano se despegó más, y volvió a contestar: ?No; no sé qué quieres?. Tornó Pirulina a repegarse y repitió insinuante la pregunta al tiempo que se repegaba aún más a su inocente esposo: ?¿De veras no sabes lo que quiero??. ?Ahora sé lo que quieres ?respondió entonces Simpliciano con irritación-. Quieres toda la cama para ti sola?... La esposa se enojó con su marido, y le hizo huelga de piernas cruzadas. A los pocos días la señora llegó a su casa y encontró a su consorte en la alcoba refocilándose cumplidamente con una damisela. Antes de que la estupefacta señora pudiera articular palabra le dice el esposo: ?Me hiciste huelga, vieja, y ya sabes que en las huelgas nunca faltan esquiroles?... FIN.
