Afrodisio Pitonier, galán libidinoso, se estaba refocilando con mujer casada en la sala de la insensata pecatriz. En medio de los volatines y piruetas del ilícito trance pasional ella le preguntó de súbito: ?Dime, Afrodisio: ¿alguna vez has vendido seguros??. ?No, nunca? ?respondió él con extrañeza al escuchar aquella singular interrogante. ?Pues vístete rápido y empieza a venderme uno ?le indica la señora-. Ahí viene mi marido?... La madre del hijo adolescente le informa a su esposo: ?Sachito me confesó que le gustan las prácticas masoquistas. ¿Qué crees que debemos hacer??. Responde el genitor: ?Por principio de cuentas, no pegarle?... Le dice una chica a otra: ?De mis novios conservo sus retratos y sus cartas?. ?Pues eres muy afortunada ?replica la otra-. Yo he tenido que conservar sus hijos?... Don Algón, salaz ejecutivo, le ofreció un abrigo de visón a su linda secretaria Rosibel. Ella no lo aceptó, y razonó su negativa: ?Es que a cambio de darme ese carísimo abrigo de visón usted querrá quitarme mis económicas pantaletitas de algodón?... ¿Campaña sucia la que estamos viendo? Quienes conozcan el modo de hacer política que se usa en otras partes dirán que nuestros candidatos se atacan con algodón de azúcar o crispetas, que así se llaman en algunas partes las palomitas de maiz. Consideremos, por ejemplo, lo que sucede en Estados Unidos. Ahí se tiran a matar, porque el que no tira a matar tira a morir. Recuerdo a aquel James Carville, asesor de Clinton en su campaña por la presidencia. Era hombre de franquezas que a veces lindaban con la desfachatez. Dijo en una ocasión: ?El surgeon general (equivalente de nuestro secretario de Salud) está recomendando que se enseñe a los adolescentes las técnicas de la masturbación como parte de su educación sexual. ¡Qué suerte la mía! Treinta años después de mi salida de la escuela se les ocurre poner una materia en la que yo habría sacado puros dieces?. De la política decía Carville: ?Es el show business de la gente fea?. Una vez la Universidad de Virginia lo invitó a pronunciar el discurso de inauguración de cursos. Empezó diciendo: ?Aquí me tienen. Yo, que me gradué de panzazo y que no soy precisamente un Robert Redford, ocupo ahora esta tribuna. Eso prueba lo lejos que puede llegar en este país un hombre de corta inteligencia y sin ningún atractivo personal. Así pues, muchachos feos y pendejos, no se rindan. ¡Perseveren!?. Carville era demócrata. Una dama republicana dijo de él que al atacar a sus rivales Carville se convertía en ?un perro rabioso?. Eso no habría tenido nada de raro si no es porque la republicana que dijo eso era su esposa. Le preguntó a Carville un entrevistador: ?¿Qué hizo usted cuando supo de esa declaración de su señora??. Respondió él: ?Fui a casa y la mordí?. Nuestros políticos pueden tener capacidad de ataque, pero les falta sentido del humor, que puede disipar cualquier ataque. Se toman a sí mismos demasiado en serio, y nosotros caemos en el error de tomarlos también en serio. Por lo que hace a la campaña presidencial, a estas alturas la inmensa mayoría de los electores saben ya por cuál de los candidatos votarán. Bueno sería entonces que en los días que restan del proceso los aspirantes a Presidente cambien sus ataques por propuestas. Así darán idea de que son políticos, no politicastros... Una señora se compró una peluca rubia. Se la puso ahí mismo, en la tienda, y luciendo un vestido nuevo se presentó en el bar donde su marido solía tomar la copa. Quería darle la sorpresa. Le preguntó, coqueta: ?Dígame, señor: ¿me encuentra usted atractiva??. ?Ni madres ?respondió él-. Te pareces demasiado a mi mujer?... FIN.