En el bar le sugiere Nalgarina Granderriére a su amiga Pompinú: ?Bebamos de pie junto a la barra, y no aquí sentadas?. ?¿Por qué?? ?se extraña Pompinú. Explica Nalgarina: ?Porque nadie que quiere vender algo oculta la mercancía?... El pequeño ciempiés le dice a su mamá, llorando: ?¡Me pegué en una patita, mami!?. ?¿En cuál?? se alarma ella. ?Quién sabe ?responde el ciempiecito entre sus lágrimas-. Nada más sé contar hasta diez?... Babalucas llegó al club de video. ?Renté una película VHS ?dice con enojo-, y no se ve nada?. ?Lo sentimos ?se disculpa el encargado-. ¿Cómo se llama la película??. Contesta el badulaque: ?Limpiador de cabezas?... Pepito veía la tele con sus papás. Apareció en la pantalla un gentleman inglés que lucía con elegancia su monóculo. ?¿Qué es eso?? ?pregunta el muchachillo. ?Se llama monóculo? ?le explica su papá. Vuelve a inquirir Pepito: ?¿Y entonces por qué lo lleva ahí??... Si hay que firmar un pacto de civilidad es porque ya no hay civilidad. En términos estrictos el acuerdo firmado por los líderes de los partidos ni siquiera debería llamarse de civilidad, a menos que por él se comprometan a ser corteses, urbanos, comedidos, correctos, amables, mesurados, considerados, atentos, caballerosos y educados. Una muchacha soltera les informó a sus padres que estaba un poquitito embarazada. Pregunta el genitor: ?¿Quién es el papá de la criatura??. ?No lo sé? ?responde la gemebunda chica. ?¿Cómo que no lo sabes? ?se molesta el padre-. ¿Quieres decir que ni siquiera le preguntaste: ?Perdone: ¿con quién tengo el gusto???. En eso consiste la civilidad, que es otro modo de nombrar la urbanidad, la sociabilidad. La voz proviene del latín civilitas, término que los romanos entendían como sinónimo de afabilidad, de cortesía. Pero estos son tiquismiquis de purismo. Lo que quiero decir es que lo que firmaron los mencionados dirigentes fue más bien un pacto cívico, o ciudadano, éste sí basado en la idea de la civitas, la ciudad, o sea fincado en la política y con propósitos políticos. Por él se comprometen a otorgar como dadivosa dádiva lo que están obligados a cumplir por precepto de la ley: el respeto a la voluntad de los ciudadanos según se manifieste en las urnas. En tal sentido se debe aplaudir -y con ambas manos, para mayor efecto- la postura de Roberto Campa (quien, dicho sea entre paréntesis, junto con Patricia Mercado ha sido una buena revelación política en esta campaña). El candidato de Nueva Alianza se abstuvo de firmar ese documento, el cual, como dijo Samuel Goldwyn hablando de un compromiso verbal, vale menos que el papel en que está escrito. Sea cual fuere la causa por la que Campa no signó el tal pacto al menos evitó que su firma tenga ahí el mismo valor y peso que las firmas que hacía en el aire aquel loquito de pueblo, por las cuales cobraba según la elongación y florituras que la invisible rúbrica tuviera. Ya veremos que ese pacto y nada sumarán dos nadas, y que el documento con el cual posaron para la foto los líderes políticos será como la carabina del legendario Ambrosio, mítica arma condenada a servir por siempre de ejemplo para ilustrar la inutilidad... En la fiesta un tipo le dice a la linda invitada: ?Soy capaz de hacer el amor 12 horas seguidas, sin terminar?. ?Nadie puede hacer eso? ?replica la muchacha. La reta él: ?Te apuesto 20 pesos a que sí?. Ella, deseosa de constatar por sí misma aquel prodigio de resistencia, acepta la apuesta, y los dos se dirigen a una alcoba. Al minuto de haber empezado las acciones ella le dice a él con tono de burla: ?¿Doce horas? ¡Pero si ya terminaste!?. ?Es cierto, perdí ?reconoce el tipo con satisfecho suspiro fatigado-. Ten tus 20 pesos?... FIN.