Un grupo de mexicanos veía desde un puente la competencia olímpica de regatas. Pasan los remeros ingleses, y los mexicanos empiezan a injuriarlos a grandes voces: ?¡-uleros! ¡-abrones! ¡-endejos!?. Los ingleses ni siquiera los miran: siguen remando con perfecto compás. En seguida pasan los remeros alemanes. ?¡-abrones! ¡-endejos! ¡-uleros!? ?les gritan los mexicanos a una voz. Los alemanes ni aun parecieron escuchar esos insultos. Pasó un tercer equipo. Gritan los mexicanos otra vez: ?¡-endejos! ¡-abrones! ¡-uleros!?. Los remeros que pasaban dejaron de bogar. Furiosos, soltaron los remos, se pusieron de pie sobre la canoa, y esgrimiendo los puños se pusieron a gritar a su vez: ?¡-inguen a su m..., -inches ?utos!?. Los mexicanos se entusiasmaron al oír aquello: ?¡Son los nuestros! ?exclamaron jubilosos-. ¡México, México, ra ra ra!?... Capronio es un sujeto ruin y desconsiderado. El médico del hospital le dijo: ?Su suegra está a las puertas de la muerte?. Pregunta con inquietud Capronio: ?¿Y no se devolverá, doctor??... Decía una linda chica: ?Me gusta el sexo intenso. In y tenso?... Especialistas norteamericanos han descubierto cuál es la enfermedad sexual más común en los matrimonios. Es el dolor de cabeza de las esposas... Una adolescente le comenta a su hermano: ?Creo que la abuela todavía espera algo de la vida?. ?¿Por qué?? ?pregunta el chico. Explica la muchacha: ?A las galletas que hornea para el abuelo les pone chips de Viagra?... En el corredor, ante la puerta de una oficina pública, un burócrata sudaba y se retorcía. Alguien que estaba ahí le pregunta: ?¿Le sucede algo, amigo??. ?Sí ?responde el empleado lleno de congoja-. Ya me anda de ir al baño, pero no voy a ir en mi propio tiempo, y hasta dentro de diez minutos entro a trabajar?... Los pacíficos habitantes de aquel pequeño pueblo del Oeste se sorprendieron y azoraron cuando un extraño forastero hizo su entrada por la calle principal. El hombre tenía aspecto feróstico y malvado: a su lado Ernest Borgnine, Jack Palance o Charles Bronson eran una Barbie. Aquel rufián venía de jinete en un bisonte o búfalo, y tras él caminaba un puma cual manso caniche faldillero. Era su mascota. El hosco individuo llegó al saloon o bar, se apeó de su agreste montura y con ominoso ruido de espuelas se dirigió a la barra de la cantina, no sin antes saludar al asustado pianista disparándole dos tiros de su Colt. Con el primero le tumbó el sombrero, un canotier de la más fina paja; con el segundo le arrancó de la boca el cigarrillo que fumaba, un fuerte Cairo de tabaco oscuro. A continuación el amenazador sujeto derribó con fuerte manotazo los vasos, copas y tarros de los parroquianos que bebía en la barra, y con ronca voz pidió una botella de whisky, que apuró de dos tragos. Otras dos se bebió en la misma forma. Luego paseó una mirada retadora por la concurrencia. Todos desviaron la mirada prudentemente, menos seis rudos matones pertenecientes a la banda de los James. El recién llegado fue hacia ellos y sin más ni más los llamó mentirosos, injuria tanto más grave si se toma en cuenta que los gatilleros no habían dicho nada que pudiera calificarse de verdad o mentira. Ellos le hicieron frente a puñetazos, pero en menos que se persigna un cura loco el hombrón los dejó privados de sentido, todos tundidos y maltrechos. Cumplida esa tarea, el visitante procedió a destrozar a balazos los espejos, candiles y cuadros de las paredes, tras de lo cual volvió a la barra y pidió otra botella. El cantinero se la sirvió, temblando, y para bienquistarse con el barbaján le dijo en tono respetuoso: ?Caray, señor; debe usted venir de un lugar de hombres rudos, de machos?. ?Así es, amigo ?rebufó el salvaje. Vengo de Hardballsville, en el Panhandle de Texas. Estoy aquí porque me expulsaron del pueblo?. Pregunta tímidamente el cantinero: ?¿Por violento??. Responde con voz gutural el individuo: ?No. Por mis modales delicados. Piensan que soy joto?... FIN.