A veces me sorprende mi ingenuidad, la inocencia columbina con que miro las cosas de la vida. A otros escritores les cuadran los adjetivos que les dan otros escritores: éste es "lúcido"; aquél es "perspicaz"; "clarividente" ese otro; "sabio" el de más allá. Yo veo pasar las nubes, como Pito Pérez desde su campanario, y no les encuentro forma ni rumbo definido. No soy hombre de análisis -usted perdone-, sino de vagas intuiciones. Escribo con la emoción a flor de piel; en mi escritura el sentimiento corre mientras el pensamiento va a la zaga, empeñándose inútilmente en darle alcance. Así, con el candor de quien todavía cree en la bondad de la naturaleza humana, considero que la designación que hizo el Presidente Fox en la persona de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano es un acto de contenido republicano y con un simbolismo que va mucho más allá de la actual coyuntura política y trasciende la reducida dimensión de los partidos. Cárdenas tiene una autoridad moral indiscutible que ha conservado íntegra aun en medio de ese sucio fregado que es la Realpolitik. Representa -aunque ahora le regateen ese mérito algunos de su copartidarios- los ideales de reivindicación social cuya celebración se hará en el 2010. Cárdenas es emblema de la lucha por la justicia, del mismo modo que en don Luis H. Álvarez encarna la lucha por la democracia y por la libertad. Al margen de todo formalismo y cálculos políticos la designación que hizo Fox es un acierto, pues además entraña una invitación a la concordia: un hombre de la derecha tiende la mano a las izquierdas. También es generosa la aceptación que Cárdenas hizo de ese título honorífico. Supo que se arriesgaba a las mordeduras de los radicales, de los dogmáticos, de los intolerantes, pero atendió ese llamado que más que ser del Presidente en turno, o de un gobierno, era el llamado de México. Otra vez se pusieron de manifiesto la prudencia, la alteza de miras y la calidad de buen mexicano de Cuauhtémoc Cárdenas. Era mi candidato a la Presidencia. Con él todo habría sido mejor. Ahora recibe este nombramiento, que en su persona adquiere relevancia y significación. No es el cargo el que hace al hombre; es el hombre quien da importancia al cargo. La atinada designación hecha por Fox constituye un buen principio para esas celebraciones cívicas que nos harán volver los ojos a nuestras raíces y afirmar nuestro ser de mexicanos... El próximo viernes saldrá aquí la vitanda narración conocida con el ecoico nombre de "La rosa" o "Perfume de mujer". Cuento de peor calaña que éste no ha aparecido aquí, con excepción quizá de "La muñeca inflable" (1982). Lo anuncio a fin de que los lectores púdicos se abstengan de visitar esta columna el señalado día... Himenia Camafría, madura señorita soltera, tenía una lámpara como la de Aladino. Cada vez que la frotaba aparecía un membrudo genio y le concedía un deseo. Aquella noche la frotó, y salió de la lámpara el hombrón. Vio a la señorita Himenia recostada en el lecho, cubierta sólo con vaporoso negligé y sonriendo sugestivamente. Y exclama el genio con desolada voz: "¡Oh no! ¡Otra vez el mismo deseo!"... Un borracho, un avaro y un hombre lúbrico llegaron al mismo tiempo a las puertas del Cielo. El portero celestial, San Pedro, les dijo que tendría que hacerles una prueba antes de admitirlos en la morada de la eterna bienaventuranza. Los condujo por una calle. El ebrio vio un bar. Sin poderse contener entró en él y se tomó una copa. "No entrarás en el paraíso" -sentenció el apóstol de las llaves. En el suelo el avaro miró un billete de mil pesos. Y el hombre lúbrico se apresura a decirle en voz baja: "Si te agachas a recogerlo los dos estamos perdidos". (No le entendí)... FIN.
