Año de 1936... Eran tiempos difíciles para el mundo y para México. En Europa asomaban los primeros barruntos de la Segunda Guerra, y nuestro país se sacudía con las reformas hechas por el gobierno cardenista: estatismo económico, reparto agrario, educación socialista... Algunos mexicanos temían que los Estados Unidos aumentaran su influencia en México, para lo cual buscarían debilitar su tradición religiosa y los valores en que los mexicanos fincaban su vida familiar. Para eso emplearían todas las formas posibles de penetración, incluso la de llevar a México clubes de servicio surgidos en Norteamérica. Bajo la inofensiva apariencia de asociaciones fraternales esos clubes serían en verdad instrumentos al servicio de los intereses del país vecino. En Monterrey un grupo de empresarios movidos por el sincero deseo de hacer algo en bien de México se reunieron y acordaron la fundación de un club de servicio que tuviera origen nacional y que sirviera a propósitos de bien. Así nació el Club Sembradores de Amistad, entre cuyos fundadores estuvieron don José F. Muguerza, don Rodolfo Junco de la Vega, don Bernardo Elosúa, don Eugenio y don Roberto Garza Sada, don Manuel L. Barragán y otros regiomontanos igualmente destacados. El próximo 9 de julio esta noble agrupación cumplirá 70 años de existencia. Sus actuales socios conservan los ideales de quienes la fundaron, y trabajan con generosidad: otorgan becas a estudiantes de escasos recursos; apoyan el funcionamiento de asilos de ancianos, orfanatorios y guarderías; hacen labor de promoción social en las ciudades y en el campo; ofrecen ayuda médica a quienes la necesitan. Hay Sembradores de Amistad en un buen número de ciudades mexicanas y en varias de Estados Unidos. Ser Sembrador es un aval de honorabilidad y espíritu de servicio. El licenciado José Roberto Mendirichaga, regiomontano de excepcional calidad humana, preside actualmente la Asociación Internacional de Clubes de Sembradores de Amistad. A él, y a todos los buenos amigos que en México y en el país vecino forman parte de esta agrupación tan mexicana, de tanta tradición y tan fecunda en buenos frutos, les hago llegar mi felicitación en este aniversario septuagésimo, y mis mejores deseos por una larga vida haciendo el bien... El juez penal le dice al reo: ?Se le acusa de haber asesinado a su mujer golpeándola con un martillo?. Desde el fondo de la sala grita enojado un individuo: ?¡Ah, desgraciado!?. Prosigue el juez: ?También se le acusa de haber matado a la madre de su esposa con el mismo martillo?. ?¡Ah, maldito!? -vuelve a gritar con ira el hombre. Y continúa el juez: ?También se le acusa de haber quitado la vida a sus tres pequeños hijos golpeándolos con el mismo martillo?. ?¡Infeliz!? -profiere con más indignación el mismo tipo. El juez consideró llegado el momento de poner en orden al furibundo ciudadano. Le dice con severo acento: ?Señor: entiendo su enojo al escuchar la relación de los tremendos crímenes que cometió este hombre. Sin embargo si sigue usted gritando tendré que hacer que lo saquen de la sala?. ?Perdone vuestra señoría -se disculpa el tipo-. Pero le ruego que me entienda. Soy vecino de este individuo; vivo al otro lado de su casa. Y siempre que le pedía prestado su martillo me decía que no tenía?... Ya en el avión el instructor les dice a los reclutas que iban a hacer su primer salto en paracaídas: ?Después de saltar cuenten hasta diez, y luego jalen la argolla que está junto a sus éstos?. Uno de los reclutas se lleva la mano a la garganta y exclama con alarma: ?¡El mío no tiene argolla!?. (No le entendí)... FIN.