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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Acá donde yo vivo hay muchos locos. De seguro también los hay donde tú vives, pues la cordura es un artículo cada vez más escaso en este mundo. En el planeta hay locos que promueven guerras; otros que se dedican a atesorar dinero; los hay que buscan tener poder para tener poder, y algunos más, en fin, que se dedican a orientar Repúblicas. También hay locos de Dios. Esa locura suele ser muy peligrosa. Los locos de mi tierra, sin embargo, son mansos y pacíficos. A veces dudo de que sean locos, así de sensata es su insensatez. Profesan una locura razonable, por así decirlo. Cada demente es muy de mente. Tome usted, por ejemplo, el caso del Pilín. Su nombre era Porfirio -digo "era" porque Pilín es ahora loco celestial-, pero el apelativo le quedaba grande, pues tenía corta la estatura y esmirriado el cuerpo, y así el Porfirio se volvió Pilín. Sus ocurrencias, sin embargo, eran descomunales. Un día llegó a su pueblo una compañía de teatro cuya primera dama era señora de abundantes carnes, y grandota. Procerosa era la actriz, por no decirle gorda. Pesaba sus arrobas; por sí sola ocupaba media escena. En el drama que se representó el galán joven quería llevarla con él a un país lejano, pero ella le hacía relación de todos los obstáculos que se oponían a su amor. "¡Desdichado de mí! -clamó el enamorado-. ¿Cómo puedo llevarte conmigo, Geraldina?". (Porque así se llamaba en la obra la rolliza señora: Geraldina). Desde la galería gritó el Pilín: "¡Échala atrás en la troca, cuñao, y en dos viajes te la llevas!". (La troca -del inglés truck- es en el norte un vehículo de carga, pesado y con redilas, o sea estacas). En otra ocasión llegó el Pilín a la ferretería del lugar, y sin más ni más le dijo al ferretero: "Me da un metro de pintura". El hombre pensó que para un loco otro más loco. Abrió una lata de pintura, mojó la brocha en ella y trazó sobre el mostrador una raya de un metro. "Aquí tienes tu metro de pintura" -dijo con aviesa sonrisa. El Pilín vio la raya de pintura y pidió luego: "Me la envuelve, por favor". Digo todo esto porque desde hace meses hemos estado locos de política. Por fortuna hay gente que en medio de la vocinglería estrepitosa conservó intacta esa la facultad de razonar y discurrir. Ilustro el caso con uno de mis cuatro lectores, hombre joven, padre de dos muchachos en edad de escuela. Me escribe, preocupado: "Mi esposa y yo batallamos cada día para que nuestros hijos estudien y hagan la tarea. Les decimos: ?Si no estudian no serán nada en la vida?. Nos preocupa que AMLO llegue a la Presidencia, porque entonces nuestros hijos nos dirán: ?El Peje fue un mal estudiante, y sin embargo llegó a Presidente?...". Encuentro fundada la inquietud de mi joven lector. En efecto, pedimos a los deportistas que den buen ejemplo a la juventud, pero lo mismo deberíamos pedir a quienes nos gobiernan. Deben ser un modelo, un ejemplo a seguir. De otra manera aparecerán como inútiles los valores del trabajo y la responsabilidad. Estaremos proponiendo astucia en vez de talento, audacia en vez de empeño, y pensarán los niños y los jóvenes que pueden ser estudiantes mediocres, y aun pésimos, y alcanzar luego los frutos de la fortuna o el poder. Incapaz de disipar la preocupación de quien me escribe procuraré tranquilizarlo con una historietilla de color subido... Minucio, a quien la naturaleza dotó de escasas prendas físicas, estaba nervioso, pues había convencido a una chica de llegar con él a la intimidad. Bien sabía Minucio que había sido mal dotado, y eso lo llenaba de angustia. "No te afanes -lo confortó un amigo-. Verás que todo sale bien". Ya en el lecho el conturbado joven tomó la mano de su compañera y la guió hacia el lugar temido. Y dijo ella: "Gracias, no fumo"... FIN.

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