Los lunes suelen ser días fatigosos. Tras el cansado descanso del fin de semana, que ahora empieza desde el jueves -el "juebebes"-, debemos retornar a la rutina diaria, gris si no pensamos, dorada cuando reflexionamos. Para poner un grano de sal en ese soso guiso, el de la cotidianeidad, narraré un cuentecillo picante que sacuda el sopor de la semana que comienza... Goreta, muchacha sin ciencia de la vida, contrajo matrimonio, y fue a pasar la noche de bodas en casa de su madre, pues dinero no había para pagar hotel. La señora cedió a los recién casados su alcoba del segundo piso, y ella se fue a dormir en la sala de la planta baja. Apenas estaba conciliando el sueño cuando Goreta bajó corriendo la escalera. "¡Mami! -le dijo llena de sobresalto-. ¡Pitorro tiene el pecho lleno de vello!". "No pasa nada, hija -la sosiega la mamá-. Anda, regresa a la cama con tu esposo". Goreta obedece, pero a poco vuelve a bajar, despavorida. "¡Mami! -clama muy agitada-. ¡Pitorro tiene las piernas llenas de vello!". "Tampoco eso debe inquietarte -la tranquiliza la señora-. Regresa con tu marido y haz lo que él te indique". Sube, en efecto, Goreta, y llega a la recámara en el preciso instante en que Pitorro se quitaba los zapatos y los calcetines. Llena de sorpresa vio que a su esposo le faltaban todos los dedos del pie izquierdo. Otra vez llena de susto baja por la escalera y le cuenta a su mamá: "¡Mami! ¡Pitorro tiene un pie y medio!". Y dice entonces la señora: "Subamos, hija mía. Eso es algo que tu madre debe ver". (No le entendí)... Manuel Espino, dirigente nacional del PAN, jamás ha dado motivo a nadie para que piense de él que es brillante. La peregrinación que hace a Santiago de Compostela en acción de gracias por el triunfo de Felipe Calderón es un acto imprudente e inoportuno que pone en la victoria de Acción Nacional un tinte religioso que ninguna razón tiene de ser. Hemos de respetar las creencias religiosas, igual que debemos respetar la falta de creencias religiosas. Yo soy creyente (creo sobre todo en lo increíble). Cuando tenía gloriosos 20 años hice el peregrinaje jacobeo guiado por Walter Starkie, irlandés gitano, violinista, gran andarín y gran aventurero. Su libro "El camino de Santiago" me llevó de la mano hasta el Campo de la Estrella. Dentro de dos años, si Dios quiere, cuando cumpla gloriosísimos 70, me propongo volver en busca de mí mismo. Entraré por el Pórtico de la Gloria y me daré un frentazo en la cabeza del "santo dos croques", el maestro Mateo, por ver si pone un poco de caletre en los vacíos aposentos de mi mollera. Pero todo eso lo haré en lo más íntimo de mí. He sabido que en la intimidad de muchos hogares mexicanos se encendieron velas y veladoras para pedir, como en el rezo del Rosario, "... de la Nación mexicana la unión y feliz gobierno...". Arden aún en las casas de mexicanos y mexicanas creyentes esas candelas, para rogar ahora a la Guadalupana que salve a México de la discordia y división que los empecinados ambiciosos siembran. Pero todo eso pertenece al ámbito de la fe. En un país de cultura civil laica la política debe estar libre de implicaciones religiosas. La desacertada acción de Espino y sus acompañantes contamina en forma totalmente gratuita una victoria obtenida con base en el ejercicio democrático, no en motivaciones pertenecientes al campo de las creencias personales. En todo caso, si Espino quiere hacer una peregrinación para agradecer el triunfo de Felipe Calderón, peregrine hasta la que fue casa de campaña del PRD. Ahí encontrará al principal artífice de la derrota de López Obrador: el mismo López Obrador. A él, a su soberbia, a sus errores, y no al apóstol Santiago, hay que dar las gracias por haber librado a México de un peligroso caudillo. (¡Bófonos!)... FIN.
