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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Dos directores de cine se encontraron y se pusieron a platicar. "No me ha ido muy bien -se queja uno-. Estoy dirigiendo películas porno?. "¿Ah, sí? -pregunta el otro-. Y ¿cómo se dirigen esas películas??. "Igual que las demás -responde el director-. Sólo que en vez de decir: "¡Corten!? gritas: "¡Échenles agua caliente!?... El marido y la mujer sostenían su enésima discusión matrimonial. "¡Mira! -bufa ella-. ¡Si no fuera por mi dinero los muebles no estarían aquí, el televisor no estaría aquí, el refrigerador no estaría aquí...!?. "Es cierto -reconoce el marido-. Y si no fuera por tu dinero yo tampoco estaría aquí?... Lo peor que podía sucederle a aquella señora le sucedió ese día: se topó con doña Chalina, la mujer más chismosa del barrio. "¡Oye! -le dice la entrometida vieja-. ¡Me enteré de que tu hija se fugó con el novio! ¡Supe que salió de tu casa a las 2.10 de la mañana; que él la esperaba en un coche con placas MXW-6214, que se fueron a la habitación 325 del hotel ?Kamagua?, y que al día siguiente, después de desayunar él unos huevos rancheros y tu hija unos chilaquiles con pollo, regresaron muy arrepentidos, les pidieron perdón a ti y a tu marido, y les dijeron que se casarán por el civil mañana a las 9.30 en la Oficialía número 2, y por la iglesia pasado mañana a las 8 en el templo de San Juan?. "Caray -dice molesta la señora-. Ya sabía usted todo?. "Sí -responde feliz doña Chalina-. Pero hasta ahorita que hablé contigo me enteré de los detalles?... Hubo un mal tiempo en que los empresarios casi sentían vergüenza de ser eso: empresarios. Eran calificados con toda suerte de epítetos que los denigraban: burgueses, capitalistas, explotadores del trabajador... Y eso era muy malo. Pero lo peor era que algunos llegaban a creerlo. Se ocultaban entonces, como si tuvieran una enfermedad penosa que podía contagiar a los demás. Algunos se declaraban "nacionalistas? a fin de protegerse del hostigamiento oficial, o se escondían -y hasta se encapuchaban, como en tiempos de Echeverría- para no dar la cara. Esos tiempos, por fortuna, quedaron atrás ya. En todo el mundo, incluso en los antiguos países comunistas, acabaron por imponerse las ideas de la libre empresa. Cuando hoy se alza la voz de la discordia para hablar de "los delincuentes de cuello blanco que no pagan impuestos?, eso suena como eco de un eco. En un país libre la libertad de emprender es una de las principales libertades de que gozan los ciudadanos. Por eso tal libertad no debe ser estorbada por una balumba de requisitos y reglamentaciones que dificulta la creación de empresas, y por tanto la creación de empleos. Esperemos que ese burocrático mal desaparezca en el próximo sexenio... Bucolia, zagala campesina, platicaba con su novio Eglogio. Le comenta: "Mis papás dicen que siempre traes la misma ropa. Deberías sorprenderlos poniéndote algo nuevo?. El mocetón va al pueblo y se compra una camisa nueva, un pantalón nuevo, sombrero y huaraches nuevos, hasta ropa interior nueva. Luego sube en su burro. "Ándale, Jumencio -le dice-. Vamos a sorprender a los papás de Bucolia?. Cuando llega al arroyo el muchacho baja del asno, se desviste, quema toda la ropa vieja que traía y se da un buen baño. Cuando regresa a ponerse la ropa nueva se da cuenta de que alguien se la había robado toda, huaraches y sombrero incluidos. No se aflige, sin embargo. Así en peletier -o sea desnudo, corito, encuerado- sube al asno y le dice: "Vamos, Jumencio. A fin de cuentas de cualquier modo se van a sorprender?... FIN.

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