Un joven y apuesto vendedor llamado Chamarilo llegó a la remota casa donde vivía don Geroncio, añoso granjero, con su esposa Pompiliana, garrida moza de muy buen ver y de mejor tocar. Le abrió la puerta ella. "Retírese por favor -le dice sin más al vendedor-. Mi marido es muy celoso. Me tiene ordenado que silbe para avisarle cuando un hombre llega aquí. Si eso sucede él viene corriendo, echa con malos modos al visitante y a mí me maltrata?. "Pero, señora -replica el vendedor-. Lo único que quiero es mostrarle mi mercancía: peinetas, listones, moños, blusas, vestidos...?. "Le digo que no puedo atenderlo, joven -repite Pompiliana-. Sobre la Biblia le juré a mi esposo que chiflaría siempre que un hombre llegara a nuestra casa. Si no se retira usted tendré que chiflar. Debo cumplir esa sagrada promesa?. "Señora, -dice entones el vendedor-. Voy a confesarle la verdad: desde la primera vez que la vi me enamoré de su belleza. Déjeme estar un rato con usted. Su esposo anda lejos; lo único que tiene usted que hacer es no llamarlo?. ?Pero es que sobre la Biblia prometí silbar? -vacila Pompiliana. Se queda pensando un momento y luego pregunta: "Dígame, joven: además de las peinetas y todo lo demás, ¿no trae también pinole??... Cierto vivales le vendió un tiburón a Babalucas. Lo convenció de que los tiburones son mascotas amables y cariñosas. Babalucas llevó el tiburón a su casa y lo puso en la bañera. "¡Dios del Cielo! -grita espantada su mujer-. Con ese animal en la tina de baño ¿qué voy a hacer cuando quiera bañarme??. Responde Babalucas: "Nomás le tapas los ojos?... En efecto: hay dos Méxicos distintos: el de los que creen que en el trabajo se finca el bienestar, y el de aquéllos que quieren conseguirlo todo por medio de la fuerza o de la corrupción. Mucha diferencia hay entre los verdaderos maestros mexicanos y los falsos ?maestros? de Oaxaca. La inmensa mayoría de los mexicanos se afanan cada día en ganar el pan para sus hijos, en tanto que otros pretenden lograr con machetes en la mano o con demostraciones callejeras aquello a que no tienen derecho. No es cierto que esos individuos sean pobres que demandan la justicia que se les ha negado. Son malos mexicanos que de la violencia han hecho un modo de medrar. Se ponen por encima de la ley; aprovechan la lenidad de las autoridades para obtener ganancias ilegítimas. Mientras siga existiendo esa lacra México no podrá ser un país moderno, y seguirá sufriendo los males que derivan de la violencia y la ilegalidad... Avidia, muchacha codiciosa, insistía en casarse con un rico señor de edad más que madura. "A lo mejor podríamos tener hijos, Senilio? -le decía para animarlo. "No podemos tener hijos -responde el veterano-. Mis papás me lo impiden?. "¿Tus papás?? -se asombra ella. "Sí -suspira el carcamal-. La Madre Naturaleza y el Padre Tiempo?... El Lobo Feroz le dice amenazante a Caperucita Roja: ?¡Voy a saciar contigo mis instintos de libídine, y seguiré luego con tu abuela!?. ?¡A mí hazme lo que quieras -clama Caperucita con angustia-, pero deja en paz a mi abuelita!?. ?Niña, niña -dice desde su cama la vejuca-. ¿Cuántas veces te he dicho que no debes contradecir a tus mayores??... Había dos pueblitos, Petatillo de Arriba y Petatillo de Abajo, situados a cinco kilómetros uno del otro. En Petatillo de Abajo vivía Camilia, la única muchacha de la vida airada que había en toda la región. Cierto sábado en la tarde se encontraron dos rancheritos. "¿A dónde vas, Bucolio?? -pregunta uno. "Voy a Petatillo de Arriba -responde el otro-, para pasar un rato con Camilia?. "Oye -le dice el primero-. Camilia vive en Petatillo de Abajo?. "-Sí -responde Bucolio-. Pero la cola empieza en Petatillo de Arriba?... FIN.