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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Catón

Recordemos el caso de aquel predicador protestante que en tono apocalíptico clamaba ante su congregación: "¡Hermanos! ¡Luchemos contra los pecados que nos llevan al infierno! ¡Yo he librado ya ese buen combate, y con ayuda del Señor he salido victorioso! ¡Maté a la bestia de la envidia! ¡Maté a la bestia de la soberbia! ¡Maté a la bestia de la lujuria!...". Interviene desde su banca la esposa del pastor: "Menos jactancia, Calvin, menos vanagloria. A esa última bestia no la mataste tú: murió de muerte natural". Así, de muerte natural, irá muriendo el movimiento de violencia emprendido por López Obrador y mantenido por él cada vez con mayor desesperación y menos posibilidades de éxito. Ciertamente la última palabra no está dicha, pero es poco probable que el conteo acordado por el Trife altere el resultado final de la elección. AMLO y sus asesores ham actuado con torpeza en tres distintos campos: el jurídico, el político y -sobre todo- el moral. Con absurdo empecinamiento siguen pidiendo que se cuente voto por voto y casilla por casilla, pero eso no lo plantearon en su demanda al tribunal. Sus manifestaciones callejeras les restan apoyos cada día: muchos ciudadanos que dieron su voto a López Obrador se arrepienten ahora de ello, pues ya miran con claridad su carácter mesiánico, violento, autoritario, que a nadie ni nada reconoce aparte de su obsesiva pretensión. Y, finalmente, el candidato perdedor y sus seguidores actúan con tremenda inmoralidad, pues muy bien saben que no los asiste la justicia, y aun así mantienen un movimiento cada vez más turbio, más débil y ficticio, con lo que dañan gravemente a su partido, a la verdadera izquierda mexicana, a la causa democrática y al País. Eso a mí me encaborona mucho. Para colmo hoy es martes. Si Rimbaud hubiese dado colores a los días, como con las vocales hizo, habría dado al martes un medio tono gris. El martes no tiene la luz de los domingos ni la sombría murria de los lunes. No está al principio, ni a la mitad ni al fin de la semana. Nada se puede empezar en él -"En martes ni te cases ni te embarques"-, y en él no se puede acabar nada. Por eso pongo en la grisalla de este martes el rojo punto de un cuento colorado... Cierto ginecólogo, cansado de trabajar donde todos los demás nos divertimos, decidió renunciar a su carrera y mudar de profesión. No quería llegar a la etapa en que los ginecólogos, cortos de vista ya por efectos de la edad, traen siempre las narices húmedas. Luego de mucho considerar cuál sería su nueva ocupación, el ex facultativo se decidió por la mecánica. Escogió la especialidad en combustión interna, pues siempre le había llamado la atención el funcionamiento de los motores de automóvil. Se inscribió en una escuela nocturna, y se aplicó de manera concienzuda, igual que había hecho de joven en la Facultad de Medicina, al estudio de la técnica automotriz. Concluyó con buen éxito el primer semestre, y acudió al examen respectivo. El instructor dijo a los estudiantes que la prueba consistiría en desarmar un motor y armarlo nuevamente. La calificación sería sobre 100. Presentó su examen el otrora médico, y al día siguiente fue a ver la lista de calificaciones. Se intrigó mucho al ver que sus compañeros tenían notas de 50, 80 ó 100. Al lado de su nombre, sin embargo, aparecía una rara evaluación: 150. Buscó al profesor y le pidió que le explicara aquello. "Mire, doctor -le dijo el hombre al antiguo ginecólogo-. Usted desarmó el motor en forma rápida y ordenada. Eso le valió 50 puntos. Luego lo armó con igual prontitud y orden, y lo dejó funcionando mejor que antes. Eso le valió otros 50 puntos. Así obtuvo la máxima calificación: 100. Los 50 puntos extra se los di porque todo lo hizo a través del mofle"... FIN.

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