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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Por CATÓN

En los años sesentas del pasado siglo un barco zozobró. Dos marinos acertaron a llegar a una isla desierta. Llevaban ahí ya varios meses, y un día se pusieron a platicar. Le pregunta uno al otro: "¿Qué sería lo mejor que pedirías para tenerlo aquí ahora mismo?". Responde el otro: "Pediría un trozo de carne bien jugoso con una papa al horno bañada en mantequilla; una botella de vino tinto de Parras de la Fuente; como postre unos duraznos en almíbar con helado de vainilla, y al final una taza de café y un par de copas de coñac. Y tú, ¿qué sería lo mejor que pedirías para tenerlo ahora". "Yo -responde su compañero-, pediría tener aquí a Sofía Loren". "¡Hiciste trampa! -clama furioso el otro al oír aquello-. ¡Dijiste ?lo mejor?, no ?lo mejor mejor!?"... En cierta ocasión lord Feebledick viajó a España, según era moda entre los ingleses de su tiempo. Se registró en un hotel de Sevilla. Al ver su nombre el del hotel le dijo: "Según veo el señor es extranjero". "¿Extranjero? -bufó con irritación lord Feebledick-. ¡Por supuesto que no, señor mío! ¡Soy inglés!"... En el pueblo de Babalucas todos son como él: escasos de caletre. Un visitante fue invitado por el alcalde del lugar a conocer la tumba del Soldado Desconocido. El forastero leyó con asombro la inscripción del monumento: "Aquí yace el Soldado Desconocido, Bardomiano Callostro, cartero". "Oiga, señor alcalde -se dirige el turista al munícipe-. Se supone que el Soldado Desconocido es eso: desconocido. Sin embargo aquí se le identifica por su nombre, y además se declara la actividad que tuvo". Razona el alcalde: "Es que como cartero Bardomiano fue muy popular, pero como soldado jamás fue conocido"... Doña Macalota, nueva rica, acudió con el médico del hotel de playa. "Doctor -le dijo- un cangrejo me hirió un dedo del pie". "¿Cuál?" -pregunta el facultativo disponiéndose a revisar la parte herida. "¡Ay, doctor! -se molesta doña Macalota-. ¿Quién puede distinguir un cangrejo de otro?"... Bajo la severa mirada de su rabino el jovencito Abraham, adolescente, trataba de explicar algunos de los versículos del Levítico. "El libro menciona algunas prácticas sexuales que se deben evitar -dice-, pero yo no sé nada de prácticas sexuales anormales". Al oír aquello el rabino le propinó un severo coscorrón al tiempo que le decía furioso: "¿Y de prácticas sexuales normales sí sabes, desdichado?"... El más antiguo botones del hotel le hacía ver al novato las dificultades del oficio. "Ser botones -le dijo- no consiste sólo en cargar maletas. A veces surgen situaciones delicadas, y debes tener inteligencia y tacto para sortearlas con habilidad. En una ocasión tuve que llevar hielo a un cuarto. Por equivocación entré en otro. La puerta del baño estaba abierta, y una señora gorda se hallaba en la bañera. Al verme iba a gritar, pero yo me volví de espaldas y le dije: ?Perdone usted, caballero?. Con eso la señora pensó que yo no había alcanzado a verla, y ya no hizo escándalo. ¿Entiendes de lo que hablo cuando te digo que hay que tener inteligencia y tacto?". El novato dijo que sí, y prometió poner en práctica aquellas cualidades. Pocos días después el veterano se lo topó en el lobby. El joven botones traía los dos ojos morados, la cara llena de cardenales, y sangraba por nariz y boca. "¿Qué te pasó?" -le preguntó azorado. Responde el muchacho con quebrantada voz: "Me acaba de suceder lo mismo que a usted. Entré por error en una habitación. En la cama estaban un hombre y una mujer haciendo el amor. Cuando me vieron iban a gritarme algo. Pero en ese momento recordé lo que usted había hecho. Me volví de espaldas y les dije: "Perdonen ustedes, caballeros?. Fue entonces cuando el hombre me golpeó"... FIN.

MIRADOR

Por Armando FUENTES AGUIRRE

HISTORIAS DE LA CREACIÓN DEL MUNDO

El Señor acabó de dar forma al nuevo ser. Éste le preguntó:

-¿Cómo me voy a llamar?

-Te llamarás "miriápodo" -respondió el creador.

-Muy poco nombre es ése para mí -se molestó la criatura.

-Advierto que eres vanidoso -le dijo entonces el Creador-. La vanidad tiene castigo. Ahora te llamarás "centípede" nomás.

-Haz lo que quieras -replicó el animalillo con enojo.

-A más de vanidoso eres díscolo -siguió el Señor. Eso también lo debo castigar. Tu nombre ahora será menos sonoro. Te llamarás "ciempiés".

El ciempiés iba a replicar, pero el Señor lo interrumpió:

-No digas más, pues otra cosa puedo decir en vez de decir "pies".

El ciempiés ya no metió la pata. Pero sigue siendo vanidoso. Cuando alguien le pregunta cómo se llama no dice "ciempiés". Dice "miriápodo". Y es que hay quienes se vuelven soberbios sólo porque tienen algo más que los demás. Aunque sean patas.

¡Hasta mañana!..

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