Por CATÓN
Era el primer día de clases de Pepito, y su progenitor procedió a enseñarle la manera correcta de hacer pipí, por si se le ofrecía en la escuela. Hombre sistemático, dividió la operación en varios pasos: "Uno: te bajas el zipper. Dos: te sacas la cosita. Tres: haces pipí. Cuatro: te sacudes la cosita. Cinco: te la guardas. Y seis: te subes el zipper". A media mañana Pepito le pidió permiso a la maestra de ir al pipisrúm. Como el chiquillo tardaba en regresar la maestra se preocupó y fue a buscarlo. Al llegar al cuartito oyó la voz agitada de Pepito: "¡Cuatro, cuatro, cuatro. cuatro, cuatro...!". (No le entendí)... Decía un marido: "Mi esposa me odia. Las raras veces que hacemos el amor cierra los ojos para no ver que la estoy pasando bien"... A aquella enfermera le gustaba darle vuelo a la hilacha con los pasantes que hacían sus prácticas en el hospital. Sin embargo se negaba sistemáticamente a tomar la píldora o cualquier otro anticonceptivo. Cierto día uno de los pasantes le advirtió: "Ten cuidado, Nightingalia. Te puede causar problemas eso de estar ejerciendo la licencia sin medicina"... ¡Qué bella ciudad Querétaro, y qué gente cordial la queretana! Lleno total en el bellísimo Teatro de la República -presentaba yo mi libro "Juárez y Maximiliano: la roca y el ensueño", editado por Diana-, y lleno todo yo de gratitud por el afecto cálido que recibí. Hubo de intervenir Protección Civil, pues la numerosa concurrencia que no alcanzó acomodo quería entrar a toda costa cuando ya el teatro estaba lleno a su máxima capacidad, y por razones de seguridad el ingreso ya no se podía permitir. Cuando salí a escena el público me regaló un aplauso que parecía nunca iba a terminar, y al acabar mi peroración -que también parecía nunca iba a terminar- la gente se puso en pie para ungirme con el santo óleo de la bondad humana. Luego, a la hora de firmar los libros -más de dos centenares dediqué, me dijeron los organizadores-, por poco quedo sepultado en el tumulto que se hizo y en el alud de cartas y variados regalos de la gente. ¡Ni Elvis en sus mejores tiempos! Lo mejor de la noche, sin embargo, no fui yo. Lo mejor fue un extraordinario conjunto musical, el Grupo "Santiago", formado por excelentes artistas queretanos que se dedican a la tarea de rescatar la música mexicana de los pasados tiempos. Fue un honor para mí haber ocupado el mismo escenario que ellos llenaron tan hermosamente con sus voces y sus melodías. Quizás alguna vez hallaré el modo de decir con hechos a Querétaro y a los queretanos lo que ahora les digo con la escasez de las palabras: "¡Gracias!"... Un pastor protestante, un cura católico y un rabino judío fueron a cierto paraje de la montaña que abundaba en osos. Acordaron buscar un oso cada quién y tratar de convertirlo a su respectiva religión. Salió el pastor protestante, y regresó poco después lleno de alegría. "Praise the Lord! -exultó emocionado-. Hallé un oso y me propuse hacerlo renacer en Jesucristo. Empecé por la predicación. Tras escuchar mi sermón el oso aceptó a Jesús como su único y verdadero salvador". Salió en seguida el cura católico, y volvió a poco, jubiloso. "¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar! -profirió en éxtasis-. Hallé un oso y me propuse hacerlo entrar en el seno de la Iglesia. Empecé por la catequización. Después de oír mi lectura del Catecismo el oso pidió ser bautizado". Salió a continuación el rabino judío, y al cabo de poco tiempo regresó. Venía sangrando profusamente de rostro, pecho y brazos; traía todo el cuerpo lleno de golpes, heridas y laceraciones. "¿Qué te sucedió?" -le preguntaron alarmados sus amigos. "¡Oy, oy, oy! -gimió el rabino con doliente voz-. Hallé un oso y me propuse atraerlo a nuestra milenaria fe. Creo que fue un error haber empezado por la circuncisión"... FIN.
MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRRE
¿Me sueñas tú algunas veces, Terry, como te sueño yo? Pienso que sí: los perros, lo mismo que los hombres, han de soñar en ese sueño de sueños que es la muerte.
En mi dormir te veo, cachorro juguetón, persiguiendo tu sombra y afanándote en morderla. Luego te miro, perro joven, tenso por los efluvios de vida, misteriosos, que con el viento te llegaban. Y luego te me apareces junto a la chimenea, añosos ya los dos, soñando tú las cacerías de tus antepasados y contemplando yo el retrato de los míos.
Fuiste mi perro, Terry, y yo fui tu señor. Entre señor y perro se hace un nudo que nada, ni aun la muerte, consigue desatar. Por eso creo que tú me sueñas como te sueño yo. En esos sueños volvemos a vivir, amado perro mío, igual que seguimos viviendo tras el sueño final.
¡Hasta mañana!..