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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Por CATÓN

George Bush convocó a una conferencia de prensa. Anunció: "Intensificaremos nuestras acciones en Iraq. Hemos calculado que mataremos un millón de musulmanes y un arquitecto norteamericano". "¿Un arquitecto norteamericano? -preguntan con asombro los corresponsales-. ¿Por qué matarán a un arquitecto norteamericano?". "¡Lo ves!" -se vuelve triunfalmente Bush hacia su secretario de la Defensa-. ¡Te dije que a nadie le interesaría el millón de musulmanes!"... El aniversario del atentado contra las Torres Gemelas nos hace reflexionar sobre la guerra promovida en Iraq por el Presidente norteamericano. Jamás se comprobó que Hussein tuviera vínculos con Al Qaeda, ni se hallaron indicios de que el dictador iraquí estuviese fabricando armas biológicas. Así, la guerra de Bush, por cuya causa el terrorismo golpeó a otras naciones y a muchas amenaza ahora, tiene cierto parecido con aquel viejo método Ollendorf para aprender idiomas, en el cual, a fin de adquirir el mayor vocabulario posible, la respuesta jamás tenía relación con la pregunta. "De quién es el paraguas del mayordomo?". "Las medias de la maestra las tiene el predicador". En efecto, entre la guerra en Iraq y el atentado del 11 de septiembre no hay relación alguna. Si Bush leyera esta columna -entiendo que sus múltiples actividades se lo impiden- yo le pediría que recordara a su paisano Lyndon B. Johnson, quien al final de su vida lamentaba haber intensificado las acciones de Estados Unidos en la guerra de Vietnam. A ella se refería en sus últimos días llamándola "esa perra guerra", "that bitch of a war". Decía con tristeza: "Aquellos muchachos que estaban en contra de la guerra tenían la razón, y yo estaba equivocado". Pues bien: Iraq va en camino de convertirse en otro Vietnam para los norteamericanos. Bush se ha metido en un callejón sin salida, y el terrorismo sigue siendo amenaza para el mundo. Viajar se ha vuelto una pesadilla; en las grandes urbes de los Estados Unidos el miedo es parte de la vida cotidiana. La guerra en Iraq -"la guerra de Bush"- es también una perra guerra, y aunque no guarda relación alguna con el terrorismo lo hará crecer en estos años próximos... Oh columnista: tus últimas palabras me provocaron una repentina piloralgia (dolor en la región del píloro). Narra en seguida algunos cuentecillos que disipen siquiera en parte la inquietud causada por tu sombría reflexión... Suena el teléfono de la oficina. "¿Está el ingeniero Rico?". Responde la secretaria: "Sí". Pregunta la voz: "¿Qué parte de él probaste?"... Un ladrón entró a robar en el Club de Abogados. Sucedió que dos de los socios estaban aún en el local, y después de zarandear feamente al caco lo echaron a la calle. Al llegar a su casa el ratero le contó a su esposa lo que le había pasado. Le dice: "Pero, en fin: salí de ahí con 100 pesos". "Idiota! -clama la mujer-. ¡Traías 200!"... Lord Diddle se vio a solas en la casa con miss Quim, la joven mucama de su esposa. "Ven acá, linda -le dijo-. ¿Has bebido champaña alguna vez?". "Nunca, mi lord" -respondió ella. "Pues ahora la vas a probar". Y así diciendo le sirvió copa tras copa del burbujeante néctar, hasta que la muchacha quedó privada de sentido. Logrado el avieso propósito que había buscado, el lúbrico bribón procedió a refocilarse repetidas veces con la inánime mucama. Al día siguiente miss Quim le preguntó a la cocinera: "Prissy: ¿has bebido champaña alguna vez?". "Jamás -responde la mujer-. ¿Y tú?". "Ayer me tomé algunas copas" -contesta ella. "¿Y te gustó?" -inquiere Prissy-. "No está mal -responde la mucama-. Pero al siguiente día te duele mucho aquello que te platiqué"... FIN.

MIRADOR

Por Armando FUENTES AGUIRRE

Me habría gustado conocer al rabino Lachman.

Estaba una tarde en el puente, viendo el río, cuando a todo correr pasó un pobre campesino.

-¡Me persigue la policía del Zar! -gimió sin detenerse-. ¡No he hecho nada!

A lo lejos el rabino vio que los perseguidores se acercaban. De inmediato fue a sentarse al otro lado del puente.

Llegaron los jinetes, y el gorodovoy o jefe de la policía le preguntó:

-¿Cruzó el puente un campesino?

Contestó el rabino:

-Nadie ha cruzado desde que estoy aquí.

Los hombres volvieron sobre sus pasos y fueron a buscar por la ribera.

Me habría gustado conocer al rabino Lachman. Su religión le prohibía mentir, pero no le impedía proteger al inocente diciendo la verdad.

¡Hasta mañana!..

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