Por CATÓN
¿Habrá una escuela donde le enseñen a uno a analizar? Me pasmo cuando un comentador declara: "Este hecho admite varias lecturas". Yo conozco sólo aquella que, con la escritura, me enseñó la señorita Petrita, maestra mía de primer año de primaria. Admiro, y aun a veces -Dios me perdone- envidio a los observadores que al juzgar un acontecimiento lo disecan igual que sabio anatomista un cuerpo muerto; examinan sus diversas partes; lo miran por todas y remiran, y luego emiten sobre él un juicio tan definitivo que no admite una opinión segunda, y el tal suceso puede archivarse ya ipso facto para la eternidad. A mí, en cambio, la realidad me maravilla como un caleidoscopio a un niño. La considero inasible, fugitiva, y veo en ella más colores que tiene el espectro de Newton. Entonces digo lo primero que se me ocurre para calificarla, y luego ando con la madre en rastras -perdón por el modismo, pero expresa con claridad mi turbación- por no haber visto las cosas con la certera claridad con que otros las miraron. Por ejemplo, la decisión del Presidente Fox de dar el Grito en Dolores Hidalgo, en vez de darlo desde el Palacio Nacional, fue juzgada por muchos un acto de claudicación, una derrota. Sin embargo yo creo que esa determinación fue una de las mejores que ha tomado en su sexenio. En efecto, el Presidente de México no puede ser causa de enfrentamiento entre los mexicanos. Que otros sean los provocadores, no él. Si por principio de autoridad mal entendido, por orgullo o amor propio hubiese insistido Fox en presidir en el Zócalo la ceremonia tradicional del Grito, no sólo se habría expuesto a manifestaciones de agravio a su investidura, y aun a peligrosos riesgos, sino muy posiblemente habría dado ocasión a algún choque entre la fuerza pública y los seguidores de López Obrador, que en su "resistencia pacífica" han demostrado ser capaces de todas las violencias. Las consecuencias de ese enfrentamiento habrían podido ser graves, dado el ambiente que priva. En estos casos una chispa basta para causar una conflagración. Ciertamente a la mayoría de los mexicanos nos duele mucho que otra vez haya sido secuestrado el corazón de México, que se haya impedido con artería la celebración ahí de un entrañable rito nacional, y que una fiesta mexicana se haya convertido en un festejo lopezobradoris-ta. Pero a final de cuentas el saldo de lo sucedido será favorable a Fox y desfavorable a AMLO, que sigue precipitándose en el despeñadero, aunque para él lo sucedido haya tenido traza de victoria. Espero, en mi ingenuidad, que esto haya sido resultado de una negociación: el Presidente aceptó a ir a Dolores y López Obrador cedió en la pretensión de echar su grito en el Zócalo. De ser así también él habría mostrado prudencia, y ésta sería una buena señal para el futuro: la negociación y el acuerdo como vía para evitar violencias. Algo debo añadir: se puede transigir en lo simbólico, en aquello que no está prescrito por la ley, como es el caso de la ceremonia del Grito. En lo que no se puede ni se debe ceder es en lo que atañe al respeto al orden jurídico, a las instituciones de la República, al cumplimiento de los rituales solemnes en que se finca la vida nacional. Hablo del acto de toma de posesión del Presidente electo. En eso sí la autoridad debe imponerse. Ojalá lo sucedido en relación con la ceremonia del Grito sirva de base para un entendimiento en que ni una parte eche mano a la violencia ni la otra deba recurrir al uso legítimo de la fuerza del Estado. Y una ingenuidad más, la última: estamos en el mes de la Patria. Al hablarle a esa Suave Patria le dijo Ramón López Velarde: "Tu imagen, el Palacio Nacional, / con tu misma grandeza, y con tu igual / estatura de niño y de dedal". No flameó anoche la bandera en el balcón central del emblemático palacio, ni repicó la esquila de Dolores. Imagino a la Patria como una mujer triste que llora las disensiones de sus hijos en una hora en que todos debían estar unidos en el común amor a México... FIN.
MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRRE
¿Por qué estos días he sentido tanto a México? No soy particularmente patriotero, ni ardo en fervores nacionales cuando oigo en otras tierras el ?Cielito lindo?. Sé que como México no hay dos. Pero sé también que como Italia no hay dos, ni hay dos como Argentina, ni dos hay como Nigeria, India, Australia o Japón...
Y sin embargo estos días he sentido mucho a México. Sentido en el sentido de sentir, y sentido en el sentido de doler. Veo a la Patria maltratada, es decir tratada mal. Y me entristece verla así, porque tan grande es, y generosa; porque tanto nos ha dado y nos sigue dando cada día, y nosotros nos dividimos en la discordia y en la desunión.
Ante la Patria todos deberíamos ser niños, y mirarla como se ve a la madre, con ternura y respeto, con gratitud y amor. Esta vez unos mexicanos pudieron estar en la fiesta de la Patria, y otro no. Ojalá el próximo año todos podamos estar juntos otra vez.
¡Hasta mañana!..