El líder de la fábrica va con el gerente. ?Necesitamos aquí una guardería? -le dice con tono perentorio. ?¿Una guardería?? -se sorprende el funcionario-. ¿Para qué??. Contesta el dirigente con tono severo: ?¿Recuerda usted el lema de Marx: ?Trabajadores del mundo, uníos???. ?Sí, lo recuerdo? -manifiesta el gerente, inquieto. ?-Bien -continúa el líder-. En esta empresa los trabajadores y las trabajadoras se han estado uniendo demasiado?... La presuntuosa mujer quiso actuar con ínfulas en el modesto restaurante. ?¡Mozo! -llama al mesero que le llevó el platillo-. ¿Dónde está el chef??. Le informa el camarero: ?Al fondo a la derecha, señora, como en todas partes?... La joven madre que acababa de dar a luz en el hospital toma el teléfono y llama a su marido. ?¡Gerineldo! -le dice alegremente-. ¡Ya nació nuestro hijo!?. Se hace un silencio. Luego pregunta el tipo: ?¿Quién habla??... Hubo nueva reglamentación municipal, y el alcalde ordenó el cierre de todas las casas de mala nota de la ciudad. Naturalmente esos establecimientos volvieron pronto a funcionar, disfrazados ahora de ?club privado?. A uno de ellos llegó un señor de edad madura. El portero, preocupado por dar la impresión de que aquello era un verdadero club, le pregunta con mucha ceremonia: ?¿Miembro activo??. ?Espero que sí? -responde nerviosamente el veterano caballero... Me entristeció la noticia de la muerte de don Pericles Namorado Urrutia, gran veracruzano, ejemplar servidor público. Hace ya muchos años tuve la ocurrencia de inventar, sin intención malévola, por broma, un club imaginario al que supuestamente pertenecían personajes que tenían nombre raro. Al dicho club le puse el nombre de don Pericles Namorado. Jamás recibí reclamación alguna de su parte; antes bien supe por amigos y familiares suyos que aquello lo divertía, y además le agradaba, pues siempre acompañaba yo la mención de su nombre con algún comentario positivo sobre su persona. Al paso del tiempo, sin embargo, pensé mejor las cosas. Juzgué incorrecto hacer a alguien objeto de risa, aun sin mala intención, por algo en lo cual no había tenido parte, como era el nombre que llevaba. De propia voluntad, sin que nadie me lo pidiera, por ejercicio de responsabilidad, me autocensuré -digámoslo así-, y ya no volví a mencionar el dicho club. Don Pericles sufrió duros quebrantos de la vida. A pesar de acerbos sufrimientos del cuerpo y del alma siempre aportó lo mejor de sí mismo a su comunidad. Educador, político, jurista, deja de sí una gratísima memoria, el recuerdo de un hombre caballeroso, cordial, que amó a los suyos, quiso entrañablemente a Veracruz y sirvió con su talento y su trabajo a México. Descanse en paz... El recién casado dice a su ingenua y dulce mujercita: ?Ten cuidado, Virginola, pues si me engañas con otro me saldrán en la frente unos cuernitos?. La inocente muchacha quedó muy impresionada con la advertencia, y el tipo, muy contento, pensó que su estratagema evitaría -tomando en cuenta la ingenuidad de su candorosa mujercita- hasta la mínima posibilidad de algún engaño. Pero un día llegó él a su casa. La recién desposada lo observó con gran detenimiento, le pasó la mano por la frente varias veces y luego le dijo: ?¡Mentirosillo!?... El señor llegó a su casa cuando no era esperado y encontró a su cónyuge en estado de inexplicable nerviosismo. Al desvestirse para ir a la cama oyó ruidos extraños en el clóset. ?¿Qué son esos ruidos?? -pregunta a su mujer. ?No sé, Hornicio -responde ella-. Supongo que es el eco?. ?¿El eco? -se extraña el marido-. Vamos a ver?. Y poniéndose frente al clóset grita: ?¡Uno!?. ?Uno, uno, unooo? -se oye adentro. ?¡Dos!? -grita el esposo. Y en el clóset: ?Dos, dos, doooos?. Grita entonces el tipo: ?¡Tres por tres!?. Y el eco: ?¡Nueve, nueve, nueeeve?... FIN.