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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Por CATÓN

El sujeto aquel vio a su amigo ir por la calle en la grata compañía de una exuberante vedette, estrella de la compañía de revista que recién había llegado al pueblo. "Oye -le dice al día siguiente con admiración y envidia- te vi ayer con esa rubia despampanante. No es mexicana, ¿verdad?". "No, -responde el amigo algo decepcionado. Anoche me enteré de que es parte francesa, parte inglesa y la mayor parte silicones"...No sé qué opinen mis cuatro lectores, pero yo pienso que la sinrazón de los humanos es siempre muy irrazonable. Conduce lo mismo a hacer la guerra que a levantar muros entre las naciones, o a inventar infiernos eternales. En menor escala miren ustedes lo que en Oaxaca pasa. Esa bella ciudad, una de las más hermosas de este hermoso país, se ha convertido en territorio de anarquía y destrucción. A mí de duele eso: tengo amigos oaxaqueños muy queridos, y sé que están sufriendo el pesar hondo de ver su casa así dañada. Me pregunto qué habrá sido de ese rincón soledoso, de aquella noble calle, de tal o cual plazuela recoleta, y veo todo convertido en campo de batalla de oscuras fuerzas donde late eso en cuya existencia me resisto siempre a creer, pero que ciertamente existe: la maldad. No puedo decir cuál de los bandos en conflicto tiene la razón. Me inclino más bien a suponer que ambos la han perdido, pues por igual los que en esa pugna están envueltos han dado señales de estar fincados en la sinrazón. Todo eso deriva de la falta de apego a un marco de convivencia en que el diálogo y los acuerdos cierren el paso a la violencia, a la cerrazón y a todos los males que derivan de la falta de un recto ejercicio de la autoridad. No queda otra cosa más que esperar. ¿Esperar qué? Ni siquiera sabemos qué esperar, y eso hace que la espera sea más desesperanzada. Es decir, más desesperada. Pensemos en Oaxaca, en el noble pueblo oaxaqueño; recordemos su historia y tradiciones; evoquemos el sabor de sus comeres beberes; miremos con los ojos del alma sus antiguas construcciones, su prodigiosa artesanía, su pintura tan llena de milagros, y dejemos, como dijo el poeta, que la pena negra brote... ¡Insensato columnista! Esa última frase tuya me estremeció feamente. Sentí un extraño calosfrío que me bajó desde las vértebras cervicales hasta la región del píloro. Es menester ahora que sedes tal impresión con el relato de algunos lenes chascarrillos. ¿O quieres acaso dejar a la República afligida? Ea, cambia la toga oscura del arúspice por el atuendo alegre del juglar, y piensa que ya vendrán mejores tiempos... El señor cura del pueblito encuentra a una de sus feligresas a la que hacía mucho tiempo no veía. La señora llevaba en torno suyo ocho niños, y se veía que estaba esperando uno más. "¡Jarmilia! -le dice el señor cura-. ¡Hace años que no te veo por la iglesia! ¿Qué ha sido de ti todo este tiempo?". "-He estado cumpliendo la penitencia que usted me impuso, señor cura". -responde ella-. "¿La penitencia que te impuse? -pregunta el señor cura sin entender-. ¿De qué penitencia me estás hablando?". "Acuérdese, padrecito -le explica la señora-. Me fui a confesar con usted cuando di aquel mal paso con el Chinto e iba a tener un niño. Usted me dijo: En penitencia haz una novena. Ya tengo ocho criaturas, señor cura. ¡El mes que entra completo la novena!"... La viejita se sintió mal, de modo que pidió a sus familiares que le trajeran al cura y al doctor. Llegó primero éste, un médico joven, sin decir agua va retiró la sábana que cubría a la viejita, le hizo a un lado la bata y procedió a auscultarla con detenimiento. Luego se retiró sin decir palabra. Llama la viejita a su hija y le pregunta: "¿Quién es ese padre?". "No era el padre, mamá -responde la mujer-. Era el doctor". "Ah, vaya -comenta la viejita-. Ya decía yo que para ser cura se estaba tomando demasiadas libertades el caón"...FIN.

MIRADOR

Por Armando FUENTES AGUIRRE

"Cantando la cigarra pasó el verano entero...".

La oyó cantar una hormiga, y le gustó tanto su canción que dejó de trabajar y se puso a cantar ella también. Las demás hormigas siguieron el ejemplo, y a poco estaban cantando todas. Ninguna hormiga trabajaba ya.

Todo el verano otra hormiga trabajó. Una cigarra la vio trabajar y supo que del trabajo salían frutos buenos. Así, no cantó más. Se puso a trabajar ella también. Las demás cigarras siguieron el ejemplo y a poco estaban trabajando todas. Ninguna cigarra cantó ya.

Pero los fabulistas nunca se dan por vencidos. Su oficio es moralizar, y todo moralista es terco. Lo que hicieron entonces fue bautizar a las cigarras con el nombre de hormigas, y dar a las hormigas el nombre de cigarra.

Por eso dicen ahora: "Cantando la cigarra pasó el verano entero...". Eso no es cierto. La que canta es la hormiga. La cigarra trabaja.

¡Hasta mañana!..

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