Por CATÓN
Sea como sea, sea lo que sea, nunca más otro 2 de octubre en México. Que tarde la palabra; que el esperado abrazo se vea lejos; que las manos en busca de otras manos encuentren el vacío, pero no más otro 2 de octubre en México. Que el orden público se vuelva público desorden; que se oigan maldiciones en la calle; que se alcen barricadas y consignas, pero jamás otro 2 de octubre en México. El hombre, cada hombre, es sagrado. Nadie dispare contra un sueño. Ante la desesperación hay que esperar: todo vuelve a su cauce si no se estorba al río. También ellos -los que no son yo- tienen razones, y su razón quizá es más grande que mi sola razón. El espejo no es mío porque me mire en él: si hacia otro lo vuelvo le pertenecerá. Todos a fin de cuentas somos uno, y a fin de cuentos cada uno somos todos. Sea como sea, sea lo que sea, nunca más otro 2 de octubre en México. A pesar de todo, a pesar de todos, que no nos vuelva a pesar ese pesar. No se debe olvidar el 2 de octubre, para poder olvidar algún día el 2 de octubre... Un joven sacerdote recién ordenado iba a decir su primera misa en la parroquia que se le asignó. Estaba tan nervioso que fue con su párroco, sacerdote de experiencia, y le confió su desazón: por causa de los nervios temía decir un despropósito. "Hijo -le dice el comprensivo pastor-: cuando yo tenía tu edad también sentía ese miedo. Lo que hacía entonces era tomarme una copita de algo fuerte antes de oficiar la misa, y eso me serenaba siempre". Así lo hizo el novel padrecito: se bebió un par de copas de tequila, y tan bien se sintió que repitió la dosis, y otra dosis apuró al ver que ya no estaba apurado. En efecto, celebró el rito con tranquilidad, y ya sin nervios dijo su homilía. Al volver a la casa parroquial halló en la puerta de su cuarto un memorándum que el párroco le había dejado. Decía el mensaje: "Para efectos futuros he aquí algunas indicaciones: 1-. Dije que me tomaba una copita de algo fuerte, no media botella de tequila. 2-. Los mandamientos son diez, no doce. 3-. Los apóstoles son doce, no diez. 4-. El Espíritu Santo los consagró, no los constipó. 5-. Jamás nos referimos a Nuestro Señor llamándolo ?El Güero Chuy". 6-. Adán y Eva cometieron el pecado original, no ?el pecado horizontal?. 7-. Noé se embriagó, no se puso ?edo. 8-. David luchó victoriosamente contra Goliat, no le dio en la madre. 9-. Judas era un traidor, no ?un hijo de su tiznada madre?. Y, finalmente: 10-. Yo soy el cura que administra la economía de la parroquia, no ?el ruco que se shinga las limosnas?"... El conferencista en temas sexuales dijo al público: "Recientes investigaciones han demostrado que el látex de que están hechos los condones provoca problemas de inflamación en algunos hombres". Desde el fondo se escucha una voz de mujer: "¿Y cuál es el problema?"... Tres socios del club de yates conversaban en un bar de la marina. Narra el primero: "Conocí a una preciosa morena. La invité a pasear en mi yate, y lo llevé lejos de la orilla. Ahí lo detuve y dije a la morena: ?Es nadar o follar?. Ella no sabía nadar, de modo que ya imaginan ustedes lo demás". Relata el segundo: "Yo conocí a una preciosa pelirroja. La invité a pasear en mi yate, y lo llevé lejos de la orilla. Ahí lo detuve y dije a la pelirroja: ?Es nadar o follar?. Ella no sabía nadar, de modo que ya imaginan ustedes lo demás". Cuenta el tercero: "Yo conocí a una preciosa rubia. La invité a pasear en mi yate, y lo llevé lejos de la orilla. Ahí me di cuenta de que la tal rubia no era rubia: era rubio. ¡Era un travesti, un hombre vestido de mujer! Me dijo: ?Es follar o nadar?. Y yo no sé nadar, de modo que ya imaginan ustedes lo demás"... FIN.
MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRRE
De la envidia líbrame, Señor.
Triste pecado es ése, el de sentir tristeza por el bien ajeno. Las otras culpas capitales dan algún goce a aquel que las comete: el lujurioso halla placer en su lujuria; se regodea en su gula el destemplado; en la pereza tiene solaz el perezoso; el iracundo se satisface al descargar sus iras; disfruta el avaro contando sus riquezas; el soberbio se complace en su soberbia... El envidioso, en cambio, se entristece al ver que los demás están alegres; el bien del otro se le vuelve mal.
Triste pecado es la envidia, de triste pecador.
De la envidia y de sus tristezas líbrame, Señor.
¡Hasta mañana!..