Este es el cuento de "El Tipo más Suertudo del Mundo". Se llamaba Luquino Bonastela, y desde niño la fortuna le sonrió. A cada paso encontraba moneditas en la calle; los exámenes de la escuela contenían los temas que él había estudiado. Creció, y el buen sino permaneció con él. En las rifas su boleto salía premiado siempre; en el poker con los amigos recibía invariablemente la mejor mano; iba al hipódromo, y el caballo al que le apostaba ganaba la carrera. Un día viajó a Las Vegas para probar su suerte. A los cinco minutos de jugar ya había ganado más de un millón de dólares. Para celebrar su ganancia decidió ir a una casa de mala nota. Cuando entró fue recibido con aplausos, música alegre, confeti y serpentinas. La madama del lugar le dio un abrazo y le ofreció una copa de champán. Le dijo que era el cliente número 10 mil del establecimiento: como premio podía divertirse toda la noche sin pagar absolutamente nada. Bonastela escogió a la chica más linda de la casa y fue con ella a un cuarto. La muchacha se despojó de su ligera vestimenta. Tenía un cuerpo escultural. Luquino la cubrió de besos de norte a sur y de oriente a poniente. De pronto, sin embargo se detuvo. "¿Qué sucede, señor? -le preguntó la chica preocupada-. ¿Algún problema?". "Tu anatomía es perfecta -le dijo Bonastela-. Pero en la pompa izquierda tienes una pequeña roncha que me hizo refrenar mis ósculos de vehemente adoración". "Señor -respondió la hermosa joven-. Tengo instrucciones de la dueña de la casa de obsequiar sus más mínimos deseos. Si esa ronchita lo perturba rásquela usted hasta hacerla desaparecer, y siga luego su labor besucadora". Luquino, en efecto, procedió a rascar. De pronto exclamó con jubiloso asombro: "¡No era una roncha! ¡Era un rasque y gane! ¡Acabo de ganarme un convertible último modelo!"... Cosa muy fácil es pedir que Ulises Ruiz renuncie, sin considerar por qué está donde está -una elección legal-, y qué consecuencias pueden sobrevenir para el País como efecto de su defenestración. Nadie tampoco puede asegurar que con la salida de ese gobernador, que tantas muestras de ineptitud ha dado, terminarán los problemas de Oaxaca: si la APPO ve cumplida su demanda vaya usted a saber con qué nueva pretensión saldrá, o cuántas otras APPOS surgirán en la República -quizá una sola, grandotota- para emular el triunfo oaxaqueño. El Estado tiene también instinto de conservación: en el fondo los políticos no quieren que nadie ponga las barbas de Ulises a cortar, pues eso los haría poner las suyas a remojar. Por otro lado el empecinamiento de los adversarios del Gobernador es grande, y después de lo sucedido el Día de Muertos están de nuevo engallados. Según todo lo indica, el problema continuará, y muy posiblemente irá in crescendo. No cabe pensar que la presencia de la fuerza pública federal se vuelva permanente, que Oaxaca siga en estado de sitio, y que sus habitantes vivan siempre bajo la vigilancia policial. Por eso me pregunto: ¿qué papel está jugando el Congreso de Oaxaca, en el cual supuestamen-te reside la representación del pueblo oaxaqueño, y su soberanía? ¿Por qué los diputados no buscan alguna solución al gravísimo problema que su entidad afronta, solución que bien podría estar en alguna forma de consulta popular sancionada por la autoridad electoral del Estado? Debe oírse la voz de todos los oaxaqueños, no sólo de los beligerantes. Tanto el Gobernador como la APPO tendrían que estar de acuerdo en que se hiciera esa consulta, pues si no la aceptaran darían la espalda a la ciudadanía y perderían toda fuerza moral o legitimación. No estoy a favor de la APPO ni del Gobernador. Por lo mismo puedo hacer esa propuesta democrática, que tiene la sencilla ingenuidad de la razón. Por eso también puedo decir a ambas partes que si no atienden mi consejo en su salud lo hallarán... FIN.