Un fantasma recorre México: el fantasma de la estupidez. Esta palabra significa torpeza para entender las cosas, y mucha gente en el país no entiende que la violencia conduce sólo a una mayor violencia. No sé si también sea estupidez de parte mía, pero me resulta difícil entender cómo algunos miembros del clero católico, obispos inclusive, condonan la violencia de grupos radicales, y no sólo la justifican, sino hasta la defienden, y aun bendicen. Eso a mi ver contradice la esencia misma de lo cristiano. Hace algunas semanas un individuo violento entró en la escuela de una pequeña comunidad amish en Estados Unidos, a balazos dio muerte a varias niñas y luego se suicidó. Poseídos por el dolor, los padres de esas criaturas, y la comunidad entera, hallaron en su fe pacifista una fuerza interior que los llevó a perdonar al asesino y a compartir con la familia de éste el sufrimiento causado por el trágico suceso. Acá en cambio vemos cómo algunos ministros de la Iglesia se olvidan de predicar el mensaje cristiano, o lo interpretan a su modo. Propician entonces la división y la discordia, en vez de ser factores de paz y de unidad. Anclados en movimientos e ideologías de hace tres décadas o cuatro; ayunos de lecturas; promovidos a veces, y financiados, por grupos exteriores, adoptan posiciones simplistas, maniqueas, y se ponen del lado de la ilegalidad y la violencia sólo por el hecho de que van contra lo establecido. Bendijeron ayer al subcomandante Marcos, y bendicen hoy a la APPO. Si alguien les preguntara ahora su opinión sobre ese comediante patético que se sigue disfrazando -al fin farsante- aunque todos sabemos ya quién es, seguramente esos jerarcas, esos clérigos, tartamudearían. Pero han hallado ya una nueva causa, y ahora en sus sermones, pronunciados en templos cada día más vacíos, defienden la violencia de la APPO, no miran sus abusos y excesos, como tampoco tienen ojos para ver las sinrazones de AMLO, a quien tienen por caudillo de las mejores causas. En el lenguaje de la izquierda radical esos eclesiásticos son llamados, en el mejor de los casos, ?compañeros de viaje?, y en el peor son conocidos como ?tontos útiles?. Lo cierto es que faltan muy gravemente al espíritu verdadero de su religión, invaden terrenos que corresponden a los laicos y contribuyen al acabamiento de la fe y a la pérdida de valores que tienen que ver con el espíritu trascendente, valores que en su indigencia humana necesitan todos los hombres por igual, abstracción hecha de su riqueza o su pobreza. Al reino de la justicia no se llega a través de la violencia, sino por medio de la paz y el bien, formas sociales del amor que el fundador del cristianismo proclamó. Y ya no digo más, porque siento que yo mismo estoy predicando un mal sermón ... En el restorán el capitán de meseros le pide a la señora: ?Dígale por favor a su marido que salga de abajo de la mesa?. ?No es mi marido -responde la mujer-. Mi marido es aquél que acaba de entrar?... El pediatra se disponía a apagar la luz para dormir cuando sonó el teléfono. Era una madre llena de angustia: ?¡Doctor! ¡Mi bebé se tragó un preservativo!?. ?Deme su dirección -pide el facultativo-. En un minuto estaré ahí?. Empezó a vestirse con premura cuando de nuevo sonó el teléfono. Era de nuevo la señora. ?Ya no es necesario que venga, doctor -dice contenta-. Mi esposo halló otro preservativo?... Doña Ignaria, nueva rica, viajó a Atenas con su esposo. Le pregunta una amiga: ?¿Fueron al Partenón??. ?Caray -vacila doña Ignaria-. Recorrimos tantos antros que no sé si estuvimos en ése?... FIN.