Dios Padre descendió a la Tierra, y llegó a los Estados Unidos. "Traigo unos mandamientos" -anunció. Preguntó un norteamericano: "¿En qué consisten?". Le contestó el Señor: "Son reglas para vivir bien. Por ejemplo: ?No matarás?". "¿?No matarás?? -se asombra el estadounidense-. Gracias; no nos interesa. Eso de no matar no sólo atentaría contra nuestro carácter nacional: también daría al traste con nuestra economía". Desolado, Dios se dirigió en seguida a México. "Traigo unos mandamientos -ofreció-. Con ellos ustedes podrán vivir mejor". Preguntó con gran interés el mexicano: "¿Quieres decir que con ellos podremos ir a los Estados Unidos?". Aclara Dios. "No precisamente. Mis mandamientos son reglas para una vida buena. Por ejemplo: ?No cometerás adulterio?". "¿No cometer adulterio? -exclama sorprendido el mexicano-. Señor: dicho sea con el mayor respeto, tú no sabes nada de estas cosas. El adulterio podrá ser causa de que terminen algunos matrimonios, pero es lo que hace que muchos de ellos sobrevivan. El lecho ajeno hace al marido bueno. Un esposo adúltero siente tales remordimientos que llena a su mujer de gentilezas y atenciones, le tolera todas sus negligencias, y le permite ir de compras y a sus jugadas y reuniones con amigas. En cambio los maridos fieles son necios y latosos. Si tus mandamientos prohíben el adulterio no nos interesan: tenemos que defender la integridad del matrimonio y la familia". Desconcertado, el Supremo Creador viajó a Francia. "Traigo unos mandamientos -dijo-. Son reglas para vivir bien". "¿Por ejemplo?" -quiso saber un francés. "Por ejemplo -le dijo Dios-, ?No desearás la mujer de tu prójimo?". "¿No desear la mujer de tu prójimo? -dijo boquiabierto el parisino-. Tal cosa es imposible. Aquí los únicos que no desean a la mujer de su prójimo son los que desean a su prójimo. Gracias; no nos interesa esa clase de mandamientos". Entonces Dios fue a Israel. "Traigo unos mandamientos -ofreció-. Son reglas para vivir mejor. Por ejemplo...". "Un momento -lo interrumpe un judío-. Antes de que pongas ejemplos dinos: ¿cuánto cuestan esos mandamientos?". "No cuestan nada -replicó el Señor-. Son gratis". "¿Gratis? -se sorprendió el judío-. ¡Ah, entonces danos diez!"... Pepito iba por la calle con su papá, y el señor se topó con un amigo de la juventud. "¡Esto hay que celebrarlo! -le dice el camarada, jubiloso-. ¡Te invito una cerveza en la cantina!". "Me gustaría mucho acompañarte -responde el padre de Pepito-, pero vengo con mi hijo". "Eso no importa -replica el amigo-. El cantinero es buen amigo mío, y no pondrá objeción a la presencia del chamaco. Además el ambiente de ese lugar es muy tranquilo; seguramente no habrá nada que lastime la candidez e inocencia del pequeño". El papá de Pepito cedió ante sus argumentaciones, y ante otra más contundente aún que ni siquiera fue dicha: el pensamiento de una riquísima cerveza helada a esa hora en que acuciaba un calor canicular. Se dirigieron, pues, al establecimiento. El tabernero no sólo no objetó la presencia de Pepito, además le puso en la silla un par de cajas de refresco para que pudiera acomodarse bien y quedar a la altura de la mesa. El amigo fue al mingitorio (es obligado llamar así al pipisrúm de las cantinas), y el cantinero le preguntó al papá de Pepito qué iban a tomar. "Tráenos dos cervezas" -contesta el señor. Le dice Pepito, preocupado: "Oye, papi: ¿y qué tu amigo no va a tomar nada?"... Le preguntaron a un pastor de ovejas australiano: "¿Practica usted el sexo seguro?". "Desde luego que sí -respondió el hombre-. Marco con una X a las ovejas que patean". (No le entendí)... FIN.