Hay una señora a quien conozco bien, pues la oigo hablar en todas partes del país. Me la topo en el curso de mis viajes, y la escucho. Lo que dice me sirve en mis tareas de escribidor. Esa señora se llama Opinión Pública. A veces declara su sentir en una mesa de empresarios; otras habla por ella un mesero de restorán, o un taxista; en ocasiones toma la forma de un grupo de estudiantes, o se hace pasar por maestro, o por médico, o por pequeño comerciante o industrial. A través de sus voces oigo la voz del común de la gente, la voz de la gente común. Y esa señora -la pública opinión- está diciendo con energía: "¡Basta!". La gente está harta ya de los perredistas, especialmente de los del Distrito Federal, que se empeñan en dar la espalda al sentimiento nacional para seguir impugnando vanamente una elección hecha por los ciudadanos. Insisten esos hombres y mujeres violentos en la locura de impedir que tome posesión del nuevo Presidente, y todavía apoyan tercamente la inútil causa de ese mal caudillo, ya descalificado por la ciudadanía, que es López Obrador. El mundo y la nación han reconocido a Felipe Calderón como nuevo Presidente de los mexicanos; los perredistas conscientes se han deslindado ya del aberrante liderazgo de AMLO. Son ya sólo unos cuantos los que se obstinan en poner los intereses de un hombre -ya ni siquiera de un partido- por encima del interés superior de México, y desprestigian al país y le hacen daño con su violencia, repudiada por la inmensa mayoría de los mexicanos. La gente está pidiendo que se actúe con mano firme para poner coto a los desmanes de ese grupúsculo de radicales. Si contra ellos se emplea rectamente, pero con energía, la legítima fuerza del Estado no habrá nadie que proteste. En cambio los mexicanos se inconformarán si el día primero de diciembre la autoridad se muestra vacilante o débil frente a esos nocivos extremistas. Decir esto no significa hacer llamados a la represión, pues no es represión defender al país de la torpeza atrabiliaria de unos cuantos, y menos si abdican de su condición de legisladores y violan el juramento que hicieron, de cumplir y hacer cumplir la ley. Mano firme, pues, contra esos que no representan el sentir del pueblo ni tienen de su lado la razón. No se trata de defender al Presidente. Se trata de defender a México... Salió un anuncio en el periódico: la policía solicitaba hombres para capacitarlos como investigadores. Babalucas y dos amigos de su mismo pueblo, Inepcio y Zote, tan cortos de entendederas como él, se presentaron a pedir cargo. El encargado de examinar a los aspirantes les aplicó un examen. Llamó primero a Inepcio, le mostró una fotografía y le dijo: "Este hombre es sospechoso de un crimen. Si lo ves en la calle ¿cómo lo reconocerás?". "Muy sencillo -responde con prontitud Inepcio luego de ver la fotografía-. Tiene un solo ojo". A duras penas pudo contener la risa el investigador. Le aclara al gaznápiro: "Lo que pasa es que la foto es de perfil". Llama en seguida a Zote, le muestra la misma fotografía y le repite la cuestión: "Se sospecha que este hombre cometió un crimen. Si lo encontraras en la calle ¿cómo lo reconocerías?". "Fácil -contesta Zote sin dudar-. El sujeto tiene nada más una oreja". Lo despacha sin más el oficial y hace venir a Babalucas. Le muestra el retrato y le repite la pregunta. Después de examinar la foto con detenimiento responde Babalucas: "Lo reconocería porque este hombre usa lentes de contacto". El examinador, intrigado, pidió la ficha del sujeto. Efectivamente: el individuo de la foto usaba lentes de contacto. Lleno de admiración le pregunta a Babalucas: "¿Cómo supiste que el sospechoso usa lentes de contacto?". "Muy sencillo -responde con aire de suficiencia el badulaque-. No puede usar lentes comunes. Tiene un solo ojo y una sola oreja"... FIN.