Hoy diré quiénes son los culpables de que México esté ligeramente jodidísimo. Revelaré la fuente de sus males, y el origen de las calamidades que padece. Antes, sin embargo, voy a narrar un breve chascarrillo a fin de sedar a la República, y que el impacto que recibirá con la denuncia no sea tan severo... Rosibel, la secretaria de don Algón, le dice: "Le tengo una mala noticia". El ejecutivo se molesta: "¡Caramba, Rosibel! Siempre me trae usted malas noticias. ¡Sea más positiva, por favor!". "Está bien -concede la muchacha-. Entonces le tengo una buena noticia. Contrariamente a lo que suponíamos, no es usted estéril"... Pertenezco a una especie en vías de extinción: los optimistas. Pienso con Juan Jacobo que el hombre es bueno por naturaleza. En eso disiento de los más ínclitos pensadores de la Humanidad, desde San Pablo -inventor del pecado original- hasta Freud -inventor de otros pecados aún más originales-, pasando por Maquiavelo y Hobbes. Todos ellos han afirmado la maldad ínsita del hombre. Yo creo que el hombre es bueno en sí. Claro, hay ocasiones en que se vuelve malo. Por ejemplo, cuando se sube a un automóvil o cuando ingresa en un partido político. Decía una señora: "No entiendo a los hombres. Si voy caminando por la calle me dicen: "¡Mamacita!", y si voy manejando me gritan: "¡Vieja pen..!". Igual sucede con quien entra a formar parte de un partido. Ahí el individuo pierde algo muy valioso: su individualidad. Al perderla se pierde a sí mismo, y pierde también los valores que dan a la persona dignidad y la hacen íntegra. El hombre -o mujer- de partido sacrifica su convicción -y aun en ocasiones su conciencia- en aras de la disciplina partidista. Pierde también su libertad, según lo vemos en el caso del PRD, cuyo dirigente mayor, el señor Cota, dijo sin avergonzarse que el perredista que no apoye a López Obrador y a la APPO será expulsado automáticamente del partido. Eso es monstruoso. No sólo nos recuerda la tiránica cláusula de exclusión del sindicalismo priista: peor todavía, nos hace pensar en los tiempos y prácticas del estalinismo. Para colmo de males los partidos no representan ya a un sector social, o a una ideología. Son agrupaciones de mero pragmatismo cuyos miembros emigran de una a otra según los vientos de la ocasión política. La ley dice de los partidos que son entes "de interés público". En verdad son de público desinterés, pues nada les importa el interés comunitario, y buscan sólo su particular ventaja. Por eso vemos cómo los diputados y senadores de los diversos partidos suelen ser buenos amigos entre sí, y se van a desayunar o comer juntos, y charlan cordialmente, y llegan a entendimiento y coincidencias. Pero cuando llegan a la Cámara se vuelven enemigos otra vez, porque ahí ya no son ellos mismos, sino "células" o "cuadros" sin personalidad propia, obligados como están a sostener los puntos de vista y actitudes que les dicta el jefe. Así, no nos representan a los ciudadanos, y ni siquiera a sí mismos: representan únicamente a su partido. Y a los partidos no los mueve el bien de la Nación: los mueve su propia conveniencia. Por tanto pienso y digo que buena parte México está hundido por causa de los partidos políticos. Ellos son el origen de muchos de los males que ahora padecemos. No afirmo que deban desaparecer. Lejos de mí tan temeraria idea. Opino que deben hacer examen de conciencia, pensar en el bien común y establecer acuerdos que permitan a México salir del penoso bache en que hoy se encuentra. Mientras los partidos sigan siendo lo que son, casi empresas privadas dedicadas a buscar poder y dineros de espaldas a la comunidad, sobre la cual pesan onerosamente, México estará condenado al atraso, y en vez de vivir en una democracia seguiremos viviendo en esta nociva partidocracia que tanto daño causa a la Nación... FIN.
