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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Dos compadres se encontraron en la puerta de un hotel. Uno salía, el otro iba llegando. Tal acontecimiento no habría sido merecedor de reseña en este espacio si no es porque cada compadre iba en compañía de la esposa del otro. Quiero decir que los dos compadres no iban con su respectiva mujer, sino con su comadre. Al toparse las dos ilícitas parejas la situación, naturalmente, se puso tensa en grado extremo. Nadie sabía qué decir, ni cómo actuar. Todos cuatro se veían unos a otros, y vacilaban entre mostrarse apenados u ofendidos. Dudaban entre los extremos de la cólera y la contrición. Por fin uno de los hombres, el que iba saliendo del hotel, rompe el silencio y dice con voz grave al que llegaba: "Creo, compadre, que lo correcto en este caso sería que cada uno de nosotros se fuera con su esposa". Replica el otro: "Eso sería lo correcto, sí, mas no lo justo". "¿Por qué no?" -se amosca el primero. Dice el otro: "Porque ustedes ya van saliendo, y nosotros apenas vamos entrando"... La historietilla, queridos cuatro lectores míos, nos enseña que hay mucha diferencia entre lo justo y lo correcto. En política sobre todo se ve eso. Y es que la política es en buena parte el arte de ceder. En una democracia nada es para nadie, y todo es para todos. Sólo en una dictadura alguien puede concentrar todo el poder en sí. El buen político debe hacer concesiones. Eso sí: las concesiones que haga no deben poner en riesgo su propósito final, que siempre ha de tender a la obtención del bien común. Para lograr este fin es necesaria la participación de todos, y es menester también conjurar los riesgos que podrían alzarse en el camino. Eso explica, a mi ver, las mercedes otorgadas a Elba Esther Gordillo en la secretaría de Educación Pública. Nos guste o no, lo cierto es que ella es la Señora del Gran Poder en ese enorme y disciplinado gremio que es el magisterio nacional. Con un movimiento del meñique "la maestra" puede cerrar las escuelas del país y sacar a los maestros de las aulas. Es un factor real de poder, y el buen político debe tomar en cuenta esos factores y negociar con ellos, aun a disgusto. En política los enemigos ayudan más que los amigos, pero para eso hay que quitarles lo enemigo. Sé que esta última frase no está como para inscribirse en bronce o mármol duradero, pero sí sé que tiene un fondo de verdad. No nos desazonemos, pues, a la vista de esas concesiones, ni acompañemos a los puristas de la política -¡como si en la política pudiera haber purismos!- que se rasgan las carnes (en teoría, pues la práctica es cosa diferente) al ver estas combinaciones. Recordemos -y esta frase sí es digna de eternidad broncínea o de perpetuidad marmórea- que la política es la política... Los escoceses, ya se sabe, cuidan mucho el dinero. Jock McCock le contó a su amigo: "Invité a una chica a pasear por el parque, y fuimos en taxi. La muchacha era tan hermosa que a duras penas pude mantener la vista en el taxímetro"... Llega un sujeto a una tienda de artículos militares. Pregunta: "¿Tienen ropa de camuflaje?". "Sí -responde el encargado-. Pero no la podemos encontrar"... Cierto político iba en un elevador cuando sintió de pronto que el tipo que estaba atrás de él le sobaba con fuerza las espaldas. "¿Qué hace usted?" -le pregunta airado. "Perdone -se disculpa el sujeto-. Soy masajista de profesión, y al ver su espalda no resistí la tentación de poner en práctica mi oficio. Hice lo que siempre hago. Deformación profesional, sabe usted". "¡Qué deformación profesional ni qué ojo de hacha! -contesta el masajeado usando una expresión de enojo ya caduca-. ¡Yo soy político, y a poco me voy follando al señor que está delante de mí en el elevador!"... FIN.

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