"Me acuso, señor cura, de haber caído en pecado de fornicación". Eso dijo Afrodisio Pitoncio cuando fue a confesarse con el padre Arsilio, anciano sacerdote. Prescribió el confesor: "De penitencia reza un padrenuestro y un avemaría, y deja 5 pesos de limosna para los pobres". Días después Afrodisio volvió a incurrir en tentación de carne, y fue otra vez a confesar su transgresión. Ese día, sin embargo, el padre Arsilio no estaba en el confesionario. Su lugar lo ocupaba un padrecito nuevo. "Me acuso, padre -dice Pitoncio-, de haber caído en pecado de fornicación". Ordena el joven sacerdote: "De penitencia reza 100 padrenuestros y 100 avemarías, y deja 500 pesos de limosna para los pobres". "¡Cómo! -exclama el pecador-. ¿100 padrenuestros, 100 avemarías y 500 pesos de limosna? Oiga, padre: el mismo pecado de fornicación que ahora le confieso a usted se lo confesé a don Arsilio, y él me mandó rezar sólo un padrenuestro, un avemaría, y dar 5 pesos de limosna. ¿Por qué esa diferencia?". Replica el curita joven. "Es que al padre Arsilio ya se le olvidó lo sabroso que es fornicar"... En otra ocasión Afrodisio fue a visitar a un amigo. Empezaron a beber con ejemplar constancia, y cuando ya los espíritus del vino habían hecho su efecto declaró el dueño de la casa: "Siento frío en los pies. Necesito mis pantuflas, pero he bebido tanto que no creo poder subir por la escalera para traerlas". Ofrece Pitoncio: "Permíteme ir yo". Subió al segundo piso, y al dirigirse a la alcoba de su amigo pasó por la de sus dos hijas, muchachas ya maduras que aunque eran de buen ver no habían oído nunca un te quiero. Entra y les dice con naturalidad: "Me pidió su papá que subiera y les hiciera conocer los goces del amor sensual". Responde una: "No creo que mi padre haya dicho eso". Replica el fornicario: "Van a verlo". Asoma por la escalera y le pregunta a su amigo: "¿Las dos, verdad?". Contesta burlonamente el amigo pensando en sus pantuflas: "Claro que las dos. ¿O qué? ¿No puedes con ambas?". Les dice triunfalmente Pitoncio a las estupefactas chicas: "¿Lo ven?"... Juan Sabines, gobernador de Chiapas, está dando muestras de inteligencia política, y está probando también ser un buen mexicano. El gobernante perredista ha declarado que su primera obligación no es con el partido al cual pertenece, sino con el pueblo que lo eligió. Desde el principio de su administración dio a ver su voluntad de trabajar junto con el Gobierno Federal en bien de Chiapas y de los chiapanecos. Yo aplaudo eso, y con las dos manos, para mayor efecto. Políticos así necesita México en esta hora en que algunos -cada vez más pocos y más solos- se empecinan todavía en sembrar las malas hierbas de la discordia y de la desunión. (Tomo esta última frase con todo y malas hierbas para usarla en un concurso de oratoria)... La Pía Sociedad de Sociedades Pías calificó el siguiente cuento con cinco pores (XXXXX), el grado extremo de la sicalipsis... En la noche de bodas la recién casada le confesó a su flamante maridito: "No sé nada de sexo". "Yo te ayudaré, mi vida -responde él con ternura-. Mira: a tu cosita la llamaremos ?La cárcel?, y mi cosita será ?El asaltante?. Pondremos al asaltante en la cárcel, y de lo demás se encargará naturaleza". En efecto, así lo hicieron. Aquello le gustó tanto a la novia que al terminar el trance dijo al galán con insinuante voz: "Mi amor: quiero que el asaltante vaya a la cárcel otra vez". Con gusto accedió el recién casado a repetir el encarcelamiento. Terminado el segundo deliquio la muchacha no tardó en pedir otra repetición. Esta vez el novio debió esforzarse más. Cuando ella pidió que el asaltante fuera a la cárcel por vez cuarta, el exangüe desposado no pudo tomar altura ya. "Mi cielo -alcanzó apenas a decir con feble voz-. La Constitución General de la República prohíbe la prisión perpetua"... FIN.
