Se casó Simpliciano, candoroso joven sin ciencia de la vida. Al empezar la noche de bodas toma en sus brazos a su flamante mujercita y le pregunta con insinuante voz: "Dime, amor mío: ¿te gustaría que tuviéramos un bebito??. "Sí? -responde ella ruborizándose al pensar en la amorosa insinuación oculta en la pregunta. "¿De veras te gustaría que tuviéramos un bebito?? -vuelve a preguntar Simpliciano con voz más insinuante aún. "De veras, mi vida? -repite la muchacha apretándose mimosa contra él. Entonces Simpliciano abre su maleta, saca una vieja máquina de escribir portátil, pone en ella una hoja de papel y empieza a escribir afanosamente: "Querida cigüeña...?... Otros novios se casaron y fueron de luna de miel a San Francisco, California. Estaban en pleno deliquio amoroso cuando de pronto empezó un terremoto. La tierra se agitaba; se movían los muebles; todo se estremecía alrededor. Cuando el sismo termina le dice el muchacho a su novia con mucha seriedad: "Una cosa debo advertirte, Susiflor: no siempre va a ser así?... El señor cura del pueblo encontró al borrachín del pueblo tirado a la orilla del camino, profundamente dormido. "¡Etilio! -le dice al tiempo que lo movía para despertarlo-. ¡Mira cómo te encuentro! ¿De dónde vienes??. Responde con tartajosa voz el temulento: "No recuerdo si vengo de un velorio o de una boda, padrecito. ¡Pero lo que haya sido, estuvo a todo dar!?... Los amigos de Usurino, el hombre más avaro del condado, se sorprendieron al verlo en el campo de golf. "¡Dichosos los ojos! -le dice uno-. ¡Hacía más de un mes que no te veíamos jugar!?. "Es que se me perdió la pelotita en el campo -explica el ruin sujeto-, y hasta ayer la encontré"... "México es uno de los países más hermosos del mundo". "México es uno de los países más feos del mundo". Las dos afirmaciones son verdad. Hermoso país es México: así lo hizo Dios, o la Naturaleza, para quienes no creen que eso que llamamos "la Naturaleza" es la manifestación visible de lo invisible. Y sin embargo nosotros estamos convirtiendo en páramo ese edén. Hemos hecho un basurero de lo que era un jardín de las delicias. Nuestros ríos son cauce de aguas turbias; nuestros bosques y selvas van desapareciendo ante el embate de la ignorancia y la ambición; hermosas especies vegetales y animales se han perdido o se encuentran en vías de extinción; los recursos acuíferos de que disponemos son objeto de irracional explotación. Labor urgente de buen gobierno es frenar esa depredación, educar a los mexicanos en la conciencia de lo que se debe al medio ambiente, hacerles ver la necesidad de cuidar ese patrimonio común que es la casa en que vivimos, herencia de nuestros hijos y de los hijos de ellos. Y ya no digo más, porque el encaboronamiento que estoy sintiendo puede contaminar aún más el territorio nacional y hacer más densa su calígine... Himenia y Celibia, maduras señoritas solteras, hermanas entre sí, tenían una perrita llamada "Doncelina?. Nunca la dejaban salir, pues temían que un perro callejero le quitara la flor de la virtud. Sucedió, sin embargo, que en una rifa se sacó Himenia un viaje a Acapulco. No tenían dinero para que Celibia la acompañara, y por eso Himenia debió hacer el viaje sola. Mucho se preocupó su hermana, pues pasaron los días y no sabía de ella. Por fin, cumplida una semana de su ausencia, Himenia llamó por teléfono a su hermana. "¡Celibia! -le dice con agitada voz-. ¡Conocí en el avión a un señor que también venía a Acapulco, y me la he pasado con él! ¡No te imaginas lo que es esto! ¡Deja salir a Doncelina!?... Anticipadamente llegó el señor de un viaje, y su hijita lo recibió con una pregunta un poco extraña: "¿Verdad, papi, que aunque a Santa Claus no le hayan alcanzado los juguetes para darles a todos los niños del mundo no debe sentir vergüenza, ni esconderse??. "Claro que no, hijita -le contesta el señor-. Hay tantos niños en el mundo que a veces Santa Claus no tiene juguetes para dar a todos. Pero eso no lo debe avergonzar, y no hay razón para que se esconda". "¿Lo ves, mami? -exclama la niña alegremente dirigiéndose a su nerviosa mamá-. ¡Anda, ve a decirle a Santa Claus que ya puede salir del clóset de tu recámara!?... FIN.