¿Yo? ¿Profanar yo el postrer día del año con insensatas lucubraciones de política? Lejos de mí tan temeraria idea. Dejo de lado el plectro; me quito los coturnos, y abandono la toga pesada del magíster. No creo alterar el destino de la República si hoy no la oriento como cada día. Y si lo altero será sin intención. Séame permitido, entonces, exornar esta columna inane con una rápida sucesión de cuentecillos... Un veracruzano -por cierto alvaradeño- leía el periódico del día. Le dice a su amigo, de Alvarado también: "¡Oño! ¡Agarraron a un terrorista de la ETA!". "¡Uta! -exclama el amigo-. ¡Cómo le dolería!"... Babalucas fue a la tienda de departamentos a devolver la corbata que alguien le había regalado en Navidad. "¿Por qué la devuelve usted, señor?" -le pregunta la encargada. Explica el badulaque: "Me queda muy apretada"... La joven criadita encontró a su patrona bañada en lágrimas. "¿Qué le pasa, señora?" -le pregunta. Responde la mujer entre sollozos: "¡Me enteré de que mi esposo está enredado con su secretaria!". "No puede ser -replica la criadita-. Me lo dice usted únicamente para darme celos"... Himenia Camafría, madura señorita soltera, hacía un viaje en autobús, y no podía dormir. El amable caballero que iba a su lado creyó de cortesía ofrecerle materia de lectura. "Señorita -le dice con meliflua voz-. ¿Le gustaría ver mi Cosmpolitan?". "Viejo pelado!" -exclama la señorita Himenia al tiempo que procedía a cambiar de asiento apresuradamente... Lorenzo Rafail y María Candelaria se encontraron en el camino. "¿Ti acompaño, María?" -pregunta con timidez Lorenzo. "¡Mira qué! -se enoja la muchacha-. ¡Na? qui mi acompañas! ¡Luego vas a querer abrazarmi!". Le dice él: "¿No ves que voy cargando una gallina, arrastrando una chiva, y que llevo además un talache y una cubeta? Así, con las dos manos ocupadas, ¿cómo podría abrazarti?". "¡Mira qué! -replica María Candelaria-. Clavas el talache en el suelo. En él amarras a la chiva. Luego metes a la gallina abajo de la cubeta, y así ya te quedan las dos manos libres para abrazarmi. ¿O qué no?"... Nerón ofreció perdonarle la vida al gladiador Androcles si en el circo romano era capaz de cumplir en público de la gente la extraordinaria hazaña que -se decía- solía consumar en privado: hacer el amor a cien mujeres seguidas, sin interrupción. Androcles aceptó el ofrecimiento del emperador, y a fin de no quedar mal ensayó por la mañana con cien ardientes cortesanas. Llegó la hora de la exhibición oficial. Androcles fue dando buena cuenta, una tras otra, de las mujeres que en fila le pusieron. Iba muy bien la singular demostración, con beneplácito y aplauso del público asistente. Sin embargo al llegar a la mujer número 90 Androcles empezó a dar señales de fatiga. Crecieron sus apuros con las siguientes féminas. Al llegar a la 99 ya casi no pudo cumplimentarla en la debida forma. Y cuando llegó la número 100 la rechazó apartándola de sí con ambas manos. Entonces el público que poco antes lo ovacionaba clamó enfurecido a una voz: "¡Maricón!"... Historia de amor carnal en cinco escenas. Escena primera: "¡Oh, Libidiano! ¡Aquí no, por favor!". Escena segunda: "¡Oh, Libidiano! ¡Aquí no!". Escena tercera: "¡Oh, Libidiano! ¡Aquí!". Escena cuarta: "¡Oh, Libidiano!". Escena quinta: "¡Oh!...."... Se hacía una encuesta sobre sexualidad. "Dígame usted -le pregunta una de las encuestadoras a un señor-. ¿Qué es más importante para usted en el amor? ¿El tamaño o la técnica?". "La técnica, desde luego" -responde con suficiencia el caballero. La joven se vuelve hacia sus compañeras y les grita: "¡Muchachas! ¡Anoten a uno más de poca dotación!"... FIN.