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DE POLÍTICAS Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

¿Cuántas veces se puede restar el número 1 (uno) del número 1111 (mil ciento once)? Busquen mis cuatro lectores la respuesta más abajo... Madame Fessier, domadora de serpientes, había visto ya pasar sus días mejores. En busca de nuevos horizontes dejó Francia y tomó pasaje en el "Vrillette", un barco bananero cuyo capitán, después de gozar los encantos de Madame durante todo el tiempo que duró la travesía a Nueva York, le demostró su amor devolviéndole el 5 por ciento del costo del pasaje. Ya no siguió la artista el viaje hasta Paramaribo, su destino final, pues se le dificultaba mucho pronunciar esa palabra. Tomó un tren a Dodge City, en el Salvaje Oeste. Alguien le dijo que había ahí un teatro de variedades donde seguramente su número sería bien recibido, a condición de que fuera par: los números nones eran considerados de mal agüero por la supersticiosa población de gambusinos y vaqueros. Desgraciadamente sucedió que la diligencia en que Madame Fessier hacía la última parte del trayecto fue asaltada por la banda de los Brokeback Boys, que despojaron a la artista de todos sus vestidos para lucirlos ellos. Le quitaron hasta su língerie o ropa interior; la dejaron sin otra cosa encima que un moño de guipur color cereza. Para colmo, las serpientes con que Madame Fessier hacía su número huyeron también en busca de una nueva vida. Los cobardes pasajeros tomaron cada uno por su lado y dejaron sola y en campo abierto a la infeliz artista. Quién sabe qué suerte habría corrido la desventurada ?en esa tierra abundan los predicadores-. Afortunadamente acertó a pasar por ahí un indio en su caballo. Ella le pidió a señas que la llevara al pueblo, y el piel roja la ayudó a subir en ancas de su pony. En el camino ella advirtió que el indio empezaba a jadear, a respirar agitadamente, a proferir extraños ruidos guturales que en vano trataba de disimular. Se estremecía luego, como sacudido por un súbito espasmo, y finalmente dejaba escapar un largo suspiro, tras de lo cual quedaba desmadejado y laso. Lo mismo se repitió dos veces más antes de llegar al pueblo. Una vez ahí el aborigen cubrió a la desnuda artista con su manta y la llevó ante el sheriff, quien la hizo descubrirse porque ?dijo- quería examinar el cuerpo del delito. Se fue el indio, pues no estaba en buenos términos con el sheriff, que le había prohibido poner un casino en su reservación. Ya sin la presencia del piel roja Madame Fessier le contó al sheriff lo del jadeo del salvaje; sus ayes contenidos; sus estremecimientos, espasmos, suspiros finales y subsecuentes desmadejamientos. ?Y le aseguro que yo no hice nada, sheriff ?le dice-. No lo excité ni provoqué en ninguna forma. Lo único que hice fue pasar los brazos por la cintura del indio y agarrarme con ambas manos a la parte delantera de su silla de montar?. ?Madame ?le informa el sheriff muy serio-. Los indios no usan silla de montar?... ¿Cuántas veces se puede restar el número 1 del número 1111? Sólo una vez, pues la segunda ya no se resta del 1111, sino del 1110. En cambio los políticos en campaña pueden restar muchas veces el número de sus seguidores si éstos advierten fallas en la conducta de su candidato. Nadie dé por seguro, entonces, el triunfo de cualquiera de los aspirantes a la Presidencia, ni la derrota de otro. De aquí a julio pueden pasar muchas cosas; algún candidato puede hacer o decir algo inconveniente, o pueden quedar al descubierto errores del pasado. Nada hay seguro para nadie, pues. La moneda está en el aire... A la prima Celia Rima se le ocurrió un epigrama leperusco para comentar la elección de Michelle Bachelet, nueva presidenta chilena: ?¡Vaya noticia feliz! / ¡Ya no manda en Chile un hombre! / (Tendrá que cambiar de nombre / por un tiempo ese país)?... FIN.

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