Los diputados locales del PRI no dejan de pensar en cómo hacer para que sus bonos mensuales, semestrales y anuales se conviertan en una sana e intocable “costumbre histórica”. Por su parte los representantes del Partido de la Revolución Democrática proponen movilizar la voluntad del poder legislativo hacia la necesidad de acortar el número de regidores y síndicos que hoy integran los Ayuntamientos de Coahuila. Los diputados del PAN reflexionan y callan. Dejar hacer, dejar pasar; pero es evidente que también sufren desvelos por el asunto de los bonos. No es sencillo renunciar a las “buenas costumbres”.
De estos empeños el más interesante y mejor intencionado es el que atañe a la composición múltiple de los cabildos de Coahuila. Se le ocurre al PRD disminuir el número de regidores y síndicos de acuerdo a la importancia y a las necesidades de cada municipio, pues son tantos actualmente que constituyen una pesada carga para las anémicas economías municipales.
Además, cuando la mayoría de los municipios son pequeños y mínima su problemática no se justifican las sesiones del cabildo, a veces resulta innecesaria la toma de acuerdos por el concejo en pleno, y hasta se duda de la necesidad de su existencia. En una comunidad pequeña el alcalde solía ser ejecutivo y mandamás: su voz era, al mismo tiempo, la voz del pueblo y la voz de Dios.
Ello no fue por un capricho personal. Así funcionó nuestra estructura política federal, estatal y municipal. El autoritarismo del presidente de la República devino imitado en forma extra lógica por el gobernador de cada entidad federativa y consecuentemente por los alcaldes de las dos mil 500 municipalidades del país.
Los integrantes de los Republicanos Ayuntamientos pasaban a segundo término. Quedaron como el adorno del pastel. La atención demandante de los ciudadanos se concentró en el presidente municipal y, cuando mucho, en los funcionarios administrativos: secretario, tesorero, jefe de obras públicas, comandante de policía y donde se hizo necesario jefe de tránsito. El Cabildo pasó a protagonizar un papel secundario, como el que tenía el Congreso de la Unión frente al ilimitado poder presidencial, o el de los congresos locales ante la autoridad de los gobernadores estatales.
Más facultades y poderes tuvieron los Ayuntamientos en los tiempos de la Colonia y en los años del México independiente que en el período de la República restaurada y obviamente en los años post revolucionarios, en que se ejerció un absoluto y piramidal autoritarismo político. La atención de los gobiernos federal y estatal hacia la figura del Ayuntamiento, y en general de los municipios, procede de la última parte del siglo XX: un poco más de recursos fiscales, alguna descentralización de funciones y finalmente el reconocimiento del municipio libre como un respetable tercer nivel de gobierno, que no hemos sabido aprovechar en bien de las poblaciones.
No sólo hace falta en Coahuila un organizado análisis de las funciones y de los funcionarios municipales. Quienes lo acometan deberán profundizar en los antecedentes de la vida municipal, en el amplio campo de sus responsabilidades, tan sensibles a la sociedad. Pero no debe terminar la preocupación en el hecho de definir qué tantos regidores y síndicos deben integrar los Ayuntamientos. Lo más importante es regular la representatividad y la capacidad de dirección de los asuntos municipales que deben tener quienes ocupen esos cargos.
No más ediles que lleguen al cabildo por el simple hecho de ser parte de una corporación sindical. Deben ser electos por los vecinos de la circunscripción en que viven y conocer por ello los problemas de su vecindario, luchar por que se resuelvan y una vez electos comprometerse a vigilar que el presidente municipal cumpla con las obras y los acuerdos que haya decidido el Ayuntamiento en pleno.
¿Priistas traidores?
Ha sido motivo de escándalo político la decisión de un grupo destacado de militantes del PRI para adherirse a la candidatura presidencial de Felipe Calderón Hinojosa, y no ha faltado quien tilde a Carlos Ruiz Sacristán, Genaro Borrego Estrada, Luis Téllez Kuenzler, Jesús Reyes Heroles González Garza y Andrés Rosenthal como traidores a un partido político que les dio importantes oportunidades de trabajo y lucimiento.
No estamos de acuerdo con esa condena. Los dichos personajes no han renunciado a su membresía priista; simplemente no comparten el criterio de que Roberto Madrazo pueda ser el mejor candidato presidencial o, por lo menos, el que pueda asegurar la conservación del PRI como partido político.
Otros priistas, sin embargo, piensan que el tabasqueño va a recuperar para el PRI la Presidencia de la República, a pesar del deterioro que la organización tricolor ha resentido por la elección de candidato y lo menguada que se advierte su dirección nacional.
El PRI vive el momento crucial de su existencia. La mayoría de sus afiliados enfrenta sentimientos contrarios ante la decisión del próximo dos de julio. ¿Apoyar a su partido? ¿O apoyar a su país? ¿Lo uno elimina a lo otro? No cabe duda que las reticencia de muchos partidarios o simpatizantes es causada por el candidato y no por el partido. Otros piensan que el PRI vive sus últimos momentos. No lo creemos y confesamos que no hemos decidido el sentido de nuestro voto. Lo definiremos sin duda, de la mejor manera y con la mejor intención. Novicios en las prácticas de la azarosa democracia que vivimos habremos de ingerirla a cucharadas, como los niños toman sus primeros alimentos y sus medicinas: “de una, de dola, de tela”...