A don Heberto Castillo, el último luchador social en México,
y a quien tuve el privilegio de
conocer.
El tema de Seguridad Pública y justicia social son dos prioridades, dos en uno. Temas éstos que avanzan paralelos y son incontenibles, en ellos hay criterios nada halagüeños con el correr de los años: un Gobierno que no ha sido capaz de combatir -mucho menos reducir-, el perverso rezago en lo que a justicia se refiere; es decir el Gobierno no está cumpliendo el contrato-promesa de su estatus demócrata que la sociedad requiere y si no lo pide cuando menos que este Gobierno dé un aviso o señales de humo de que pretende corregir las estructuras en justicia social.
Hay un desdén y apatía por parte de los diferentes órganos de justicia en el territorio nacional, que parece haber contagiado a los ciudadanos al grado que ver los acontecimientos nacionales se volvió cotidiano, como al escuchar al titular de la PGR, José Luis Santiago Vasconcelos, decir que cinco o diez muertos (ejecutados) “sólo son unos mexicanos que ya no votarán” (lo declaró unos días antes del dos de julio).
Instituciones que sin vergüenza enseñan el cobre, el caso del IFE, con la manipulación y de paso un desdeño a la sociedad, al grado que no sólo la gente pobre la critica sino hasta por la Iglesia es cuestionada, es decir, altos dignatarios como el caso del obispo, Raúl Vera López, que dice una gran verdad y es que el IFE “nació cojo”.
Sobre todo de cómo entre el PAN y el PRI se repartieron la asignación de consejeros, consejeros demasiados pálidos para una empresa de tanta envergadura como fue ésta y todas las justas donde el IFE y sus consejeros son los réferis, ampayers o árbitros de estas contiendas y donde no sólo va el poder de un partido de por medio, sino que de paso no cumple con la verdadera democracia y se soslaya el beneficio social.
El paradigma estalinista sigue vigente en México en donde “primero está llegar al poder, después el beneficio social poco a poco llegará al pueblo”.
La justicia social encierra muchos problemas, inclusive un atavismo de parte de nuestra misma idiosincrasia, con nuestra clase política que sólo sabe avanzar con la mirada baja y no sabe mirar para adelante, una casta divina que vive en un clima de encono y que impide a la sociedad avanzar como ciudadanos, como pueblo y como nación.
Los nuevos y antiguos retos que la sociedad enfrentó y sigue enfrentando tienen que ver con la democracia, con la gobernabilidad, con la pobreza, con el mismo crecimiento económico sostenido y desde luego con la justicia social.
La justicia social y su distancia entre la riqueza y la pobreza es abismal en nuestro país. No se necesita ser un sistema capitalista, ni socialista, ni de izquierda o derecha para que México entre al campo de la justicia social, sólo se necesitan hombres cabales, usar el sentido común y no poner por delante los intereses particulares o de grupo (partido) sobre los intereses de la nación y de sus ciudadanos, sin embargo, como se vio por años y en la presente Administración el cuidar a la clase dominante ha sido el rasante, privilegiar a los líderes, gobernar el país con la misma gavilla de siempre es decir los mismos políticos en el poder, ceder la espada de la justicia a los amigos “Gracia y justicia para mis amigos y la ley para mis enemigos” y que esta misma espada de la justicia caiga sobre los que nada o menos tienen.
En México se gobierna para dos clases, los de arriba y los de abajo, quien pueda pagar por una educación buena y quien deba (por regla del status) seguir en el mismo sistema caduco de educación pública.
Se seguirá defendiendo a quien robe millones de pesos del pueblo y todo el peso de la Ley sobre quien robe una bicicleta vieja. Seguirán haciendo larga cola los afiliados al ISSSTE y al IMSS para sacar ficha, donde les darán la fecha en que podrán ser consultados los dueños de esos institutos (los obreros); mientras los privilegiados del sistema, Pemex, CFE, etcétera y otros podrán usar los hospitales y clínicas que quieran, cuando lo deseen y cuanto tiempo los ocupen.
Ésas señores/as, son sólo la muestra de nuestra disparidad y bifurcada justicia social que tanto pregonan los políticos y funcionarios públicos, el caso del presidente Vicente Fox que -por el solo hecho de no votar por su partido- nombró a más de 14 millones de ciudadanos “renegados”, ahora resulta que hay que estar de acuerdo en todo lo que dice la cúpula, su partido el PAN y su candidato Calderón para ser una candorosa ovejita y no un simple renegado social.
Nota de un lector:
Ahora no sólo se es en México un pobre más, sino hasta un renegado, título otorgado por la máxima autoridad de la nación.
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