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Democracia, ¿en México, qué es eso?/Las laguneras opinan...

María Isabel Cobo Celada

Al definir la democracia, invariablemente encontramos como uno de sus elementos esenciales, el apego irrestricto a la Ley, sin esta condición, no estamos frente a la democracia; sin embargo, en este México, en donde la magia, lo surrealista, lo barroco, si no supera a la realidad, la confunde, encontramos que la democracia no se escapa de ello.

Democracia en este país, es tan sólo un término. Muy útil por cierto, ya que no pasa un día sin que algún gobernante lo utilice, buscando en su uso, casi siempre, una escapatoria a su ignorancia, ineptitud o engaño. “Estamos viviendo la democracia”, nos dicen, pero faltaría agregar, que lo estamos haciendo tan sólo como término, no como cultura, como acción de respeto irrestricto a la Ley, a la que llama el concepto en la práctica y que da como resultado el orden y por lo mismo la paz.

El país está revuelto y nadie nos informa lo que verdaderamente está pasando y sus causas. Los medios no lo hacen ya sea por que no saben o bien por que no quieren decirlo por aquello de las complicidades y los contubernios, y los gobernantes –patéticos- tan sólo diciendo que estamos viviendo la democracia.

Esta confusión, ignorancia, ineptitud, o bien aprovechamiento, de utilizar a la democracia como término y por lo mismo como manipulación, ha traído al país graves consecuencias que ya estamos viviendo. La más grave es el grado de impunidad en el cual vivimos, en todos los ámbitos, social, político, económico, -hasta religioso-, y que habrá qué reparar, ya que si no se hace, el país se desbordará. El incumplir la Ley por parte de los ciudadanos sin ninguna sanción, con impunidad absoluta, genera corrupción y de ello sabemos mucho los mexicanos.

Más grave aún es la falta del Estado de Derecho para obligar al cumplimiento de la misma y ello se debe a que no hemos logrado tener los gobernantes adecuados que cumplan con el mandato para el que fueron electos.

La selección y elección de un mal candidato, ya sea en la esfera municipal, estatal o federal, trae gravísimas consecuencias, ya que no es tan sólo la elección de un mal gobernante, sino todo lo que conlleva. Un mal gobernante, por supuesto se rodea de pillos, gente de su calaña; no hay más. Un mal gobernante corrompe el espacio que ocupa en todo sentido. A las instituciones, por más sólidas que éstas sean, si no acaba con ellas, las deteriora, lo que es un grave retroceso de difícil recuperación.

La selección y elección de un mal candidato, genera, desde su origen, una impunidad que se desparrama y corrompe; corrupción que hemos conocido en el pasado y conocemos en el presente y que ha estado minando al país.

La jornada electoral para elegir al nuevo presidente de México, en cuanto ejercicio ciudadano de recabar, cuidar y emitir el voto, el día de la elección, fue democrática con el verdadero significado del concepto; sin embargo, su resultado, sigue siendo cuestionado por causa de la precampaña y la campaña, que no tan sólo no lo fueron, sino que quedaron para la historia como un ejemplo antidemocrático de inclinar un voto, sin ninguna sanción; resultado que ya está cobrando algunas de las facturas de las muchas que habremos de pagar.

Los mismos partidos políticos, internamente, para la selección de sus candidatos, “han querido” hacerlo de forma democrática con votaciones internas, que una vez más, como ejercicio, es democrático de acuerdo al significado del concepto; sin embargo, los mecanismos previos para este tipo de elecciones, han sido, la mayoría de los casos, antidemocráticos, corruptos e inmorales, por las mismas personas que desean ser electas y por aquellas que las rodean; al igual sin ninguna sanción. Esto conlleva a resultados desastrosos, claro ejemplo de ello es Oaxaca. Pobre Oaxaca. ¿Cómo no estar como está después de un Murat y un ahora con Ulises Ruiz? Y Murat el día de hoy es ¡diputado federal!

Hay muchas definiciones de democracia, sin embargo, la que se lleva las palmas en opinión de los entendidos, es la que contempla el elemento añadido por el presidente Abraham Lincoln, “La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo, y para el pueblo”. Ello nos lleva a reflexionar que está en la potestad del pueblo, en nosotros, el elegir y tener mejores gobernantes. Un gobernante debe tener oficio, y para ello, debe haberse forjado en el oficio. Como todo oficio, hay que empezar por amarlo y aprenderlo para poder ejercerlo, lo que aquí en este México mágico no lo hemos entendido, todos somos buenos para todo, hasta para dirigir a un país.

En Japón, al recién nombrado primer ministro, el pueblo lo llama “el halcón” o bien “el príncipe”; el halcón por su inteligencia y el príncipe por sus modales. Qué lejos estamos en México de ello, pobre Fox, en veinte días se va y nunca supo que fue presidente.

¿Es responsabilidad del pueblo?

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