Especialistas en sicología del poder analizan la personalidad del candidato priista a la Presidencia.
EL UNIVERSAL-AEE
MÉXICO, DF.- El de Roberto Madrazo es quizá uno de los casos más extraños y paradigmáticos de la obcecación y de la negación. Desde el principio, todo en su candidatura fue negativo, pero se acostumbró a ?doblar? el destino, de una u otra forma.
Los especialistas en sicología del poder, Isabel Bueno y Rolando Díaz Loving, lo ven como un hombre preparado, organizado y sistemático. ?De los tres, quizá él sea el más preparado, capacitado y con experiencia, con todo lo positivo y negativo que esto representa?, aclara Díaz Loving.
Indudablemente es un hombre con liderazgo, que sabe aplicar los resortes de su poder y de su influencia para convencer o imponer. Tiene la experiencia de haber gobernado; es disciplinado y seguramente aplicará todos sus recursos para utilizar la estructura de su partido hasta el último segundo de la contienda, dice.
El principal temor de Madrazo, dice, está vinculado al término ?confianza-desconfianza?. Él parece ya no confiar en nadie y la gente no confía en él. Lo más dramático en su caso, añade Díaz Loving, es que ?él parece desconfiar hasta de la gente honesta; le movería el piso tener que tratar con gente así porque, en términos generales, él piensa que la gente no es de confiar?.
Aun así, considera que de los tres, quizá junto a Felipe Calderón, es el que está más preparado para la derrota porque en las encuestas ?viene de tan atrás, que si pierde, no sería una gran sorpresa para nadie; ni para los propios priistas, cuyos candidatos están más preocupados por sus propias campañas?.
Sin embargo, la coordinadora del Proyecto de Género de la Universidad Iberoamericana, Isabel Bueno, dice que ?la ?tragedia? de Madrazo es que se crió como un priista de pura cepa, como un príncipe que iba a heredar; se la debían, su papá había sacrificado su vida por mejorar al PRI. Así empezó él diciendo en su campaña?.
?El mensaje era: ?A mí me toca, yo soy el delfín, ya mi papá murió, murió en aras de un proyecto, ahora soy yo el que sigue?. Lo que pasa es que ese tipo de política, que antes era muy clara para el país, era el pragmatismo, el ?vamos a hacer esto y déjenos que estamos gobernando y ustedes espérense tantito??.
?Él se educó como alguien con miras al poder, que tenía que saber las mañas del poder?, dice la comentarista permanente de la Ibero en programas de radio sobre sicología del poder.
Roberto Madrazo tiene un liderazgo autoritario dentro de su partido, ?esto se hace así porque yo lo digo?. El último ejemplo de esto, dice, se vio en la definición de las listas de candidatos: ?Este es mi amigo, éste no me cuestiona; éste me obedece siempre; está aquí para que diga lo que yo diga que diga?. Su eslogan de campaña con que empezó es revelador: ?Quiero gobernar México para que las cosas se hagan??. Los del PRI siempre han sido los que dicen ?nosotros mandamos, y si nos equivocamos, ¡qué! El que manda, manda, y si se equivoca vuelve a mandar. En ese sentido el PRI es fiel a su estampa?. Concluye la investigadora.
En suma, ambos coinciden en que las elecciones del próximo dos de julio serán sumamente complicadas y con un alto grado de peligrosidad. La distancia entre la victoria y la derrota tendrá que ser amplia, dicen, de por lo menos diez puntos, porque de lo contrario puede haber caos social.
Es evidente que hay grandes masas de población que han quedado en medio de la polarización entre ricos y pobres, que sienten que se juegan el futuro y que podrían descontrolarse frente a la derrota, sin que en ningún caso exista el liderazgo capaz de controlarlas.
Andrés Manuel López Obrador (AMLO), no tendría la capacidad para controlar la inconformidad de esas masas, que además podrían ser movidas por otros pequeños grupos activos, con intereses y propósitos ya muy específicos y que están acostumbrados a la convulsión, al enfrentamiento, a la provocación y a la violencia.