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Desde la Casa Blanca

El célebre propagandista nazi Joseph Goebbels afirmaba que una mentira repetida mil veces pasaba a ser verdad y a otros niveles las medias verdades o las mentiras con visos de verdad son usadas y reiteradas: siempre habrá alguien deseoso de creerlo: hoy por hoy, por ejemplo, casi la mitad de los estadounidenses aún cree en la existencia de las armas de destrucción masiva en Irak.

WASHINGTON.- La manipulación a través de acusaciones y denuncias es una de las armas favoritas y tradicionales de la política mundial. Desacreditar al adversario es la fórmula básica.

En Estados Unidos, particularmente, se ha convertido en una parte de la política. Lo hicieron los republicanos para tratar de hacer ?mortales? los pecados veniales de Bill Clinton; lo hicieron para poner en duda las calificaciones personales de John Kerry en las elecciones de 2004. Pero el método funciona también en otros niveles.

El célebre propagandista nazi Joseph Goebbels afirmaba que una mentira repetida mil veces pasaba a ser verdad y a otros niveles las medias verdades o las mentiras con visos de verdad son usadas y reiteradas: siempre habrá alguien deseoso de creerlo: hoy por hoy, por ejemplo, casi la mitad de los estadounidenses aún cree en la existencia de las armas de destrucción masiva en Irak.

En su libro Política sucia, la especialista en comunicación Kathleen Hall Jamieson consigna que es frecuente que un estratega político inescrupuloso o deseoso de ganar a cualquier costa, puede -y ha ocurrido con frecuencia- usar preocupaciones atávicas o aun preconcepciones con la mira de explotar temores o sentimientos de resentimiento económicos, sociales o raciales para buscar y obtener el respaldo de al menos una parte del público.

Se puede decir que es lo que hacen ahora los republicanos en el caso del debate migratorio. Jesse Helms lo usó para ser reelegido. El activista Lou Dobbs lo usa ahora para tratar de aumentar su audiencia. Tradicionalmente, ciertos grupos (xenófobos, racistas o activistas en medios informativos) han usado la táctica del ?nosotros los buenos contra los extraños, los malos? que llegan a usurpar beneficios y empleos.

En el caso de los migrantes han sido sucesivamente alemanes, irlandeses, italianos, orientales en general, negros en sus propias condiciones y ahora latinos en general y mexicanos en particular.

Pero a otro nivel, ?las identificaciones viscerales y añadiduras que son la materia prima de las campañas políticas simplifican el mundo en dualidades maniqueas y en su uso de lo evocativo y lo visceral, aprovechan nuestras esperanzas y temores; al mismo tiempo, ofrecen formas de ver que obstruyen (o limitan) más que clarifican nuestra visión (...); se apropian más que discuten; descartan evidencia por evocaciones emocionales; afirman y el modelo discursivo que ofrecen es uno de adopción visceral.

Ganan fuerza por repetición, indigna de cualquier invitación a rectificar o reformular?, escribió Hall Jamieson. En otras palabras, usar temores básicos y definiciones simples -ellos contra nosotros- es el arma clásica de una campaña política. Su usuario, el que necesita recurrir a ese tipo de armas, no tiene que ser particularmente agradable o mayoritario. Sólo tiene que lanzar ataques que parezcan creíbles o explote temores, preocupaciones o ideales. Otra fórmula es el uso de lenguaje legal y evidencias circunstanciales a cambiar de acuerdo con el momento y la audiencia.

La presentación de demandas y exigencias de juicio siempre funcionan cuando al mismo tiempo se ofrecen salidas ?de otro tipo?, como arreglos políticos para evitar problemas mayores que de hecho ocurran al margen de procesos en desarrollo. Y si algo de esos procesos de manipulación política recuerdan denuncias y demandas, exigencias y manifestaciones en México, bueno.

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