Para Monsiváis, por su sano fundamentalismoLa fiesta comenzó en los setenta. La caída del Muro de Berlín fue el clímax simbólico: el mundo se encaminaba a la democracia. Allí estaban las cifras de The Freedom House: el número de países y de seres humanos gobernados por regímenes democráticos se incrementaba. Eran como olas sugirieron autores como Huntington y otros. Además el avance de las economías de mercado facilitaba la marcha democrática.
En el corto plazo los mercados abiertos producían más desigualdad, pero en el largo esos mercados prometían “igualdad en la distribución del ingreso” afirmaba el controvertido profesor de Harvard. La inexorable coincidencia de ambas tendencias, mercados abiertos y democracia, parecían conducir a un destino inexorable. Fukuyama colocó la banderilla: el fin de la historia. En 1998 The New York Times constataba el avance: por primera vez en la historia de la humanidad más de la mitad de los habitantes del planeta vivía en democracia. Allí estaban las olas.Fueron los días de fiesta. Pero los propios números empezaron a mostrar fisuras, grietas en la teoría de las olas. La misma The Freedom House empezó a cuestionar: 65% de la población mundial vivía en países donde había habido elecciones, pero sólo 30% gozaba de auténtica libertad de prensa. ¡Qué tipo de democracias eran esas!
Otros autores empezaron a hacer mediciones más finas. Przeworski mostró que los regímenes autoritarios y la cultura emanada de ellos eran mucho más tolerantes a las crisis económicas. Los ciudadanos crecidos en democracias soportaban menos los días nublados. Larry Diamond puso los requisitos mínimos para las verdaderas democracias: Poder Judicial independiente, restricciones al Ejecutivo, protección a los derechos individuales, libertad y expresión, de asociación, de creencias, de participación, derechos de minorías, limites a la capacidad del partido en el poder para desviar los procesos electorales, garantías contra el arresto arbitrario, brutalidad policiaca, eliminación de la censura y control mínimo por parte del gobierno sobre los medios.
La historia empezó a dar bofetadas a la teoría de las olas: las regresiones estaban allí, Fujimori, Chávez, los tropiezos de Ecuador y Bolivia, los más cercanos. Decenas de casos si se suman Asía y África o Georgia. Como estocada final el caso Chino: un régimen autoritario, semidictatorial, dirían varios autores, con una economía de mercado sin brida. China podría llegar a ser el caso de mayor reducción de la pobreza y acumulación en el menor período. ¡Un gran éxito, sin democracia! Las olas entraron en crisis. Cuidado con los lances teóricos simplistas. La conclusión era contundente: las democracias formales no necesariamente conducen a valores liberales: de la Alemania nazi a Chávez.
A la inversa en cambio el asunto pareciera irreversible: sólo el fomento y cuidado de los valores liberales garantiza a la larga una democracia estable. Había entonces “democracias iliberales”. La lección es también para México. En 2005 pareciera que sólo nos incumbe el resultado de la elección y no cómo llegamos a él. Estamos ante un desfile de desfiguros El Secretario de Gobernación convierte sus tribunas en púlpitos desnudando sus muy particulares vericuetos de fe.
El Presidente bendice reuniones. Es ese incansable ánimo de provocación el que tanto le ha costado a las negociaciones en el país. Fox utiliza los spots de presidencia para decir que sigamos por el mismo rumbo. Ante los ojos de decenas de millones se mete en el proceso. ¿Cree que somos tontos? Madrazo pareciera imbatible en su capacidad para ensuciar el proceso y perder la elección. En las peores y vergonzosas prácticas priístas se lanza a comprar asistentes indígenas para sus mítines. ¡Qué es esto! Hemos perdido capacidad de asombro frente a estercoleros como el generado por el doctor SIMI en su afán por comprar una candidatura. Si Larry Diamond anduviera por México le quedaría muy claro que el avance de los verdaderos valores democráticos es muy escaso.
Allí están los juicios a modo para perseguir políticos como es el caso de Espinosa Villarreal, las persecuciones a periodistas como Lidia Cacho o los reportes de Reporteros Sin Fronteras que hablan de un brutal incremento en amenazas y asesinatos de periodistas vinculados con asuntos del narco. O el señalamiento de Amnistía Internacional en el sentido de que los casos de tortura y vejaciones siguen siendo en México realidades cotidianas. Por si fuera poco tenemos a líderes de gremios como el SNTE y otros acercándose a candidatos como Calderón para digamos “intercambiar apoyos” por posiciones.
¿Pero qué no es individual el voto? ¿No era esa una de las críticas centrales al corporativismo priísta? Un auténtico liberal jamás aceptaría algo así. La verdadera democracia parte de un acuerdo básico de respeto a la legalidad existente. Qué decir entonces del demócrata Marcos con su convocatoria abierta a la subversión de las instituciones o de los coqueteos perredistas de sólo reconocer al arbitro hasta conocer los resultados del proceso. Las transgresiones a los principios liberales que debieran sustentar a nuestra democracia son ofensivas. De qué nos asombramos por las contrahechuras populares de los mexicanos frente a la ley, cuando el propio presidente o el Secretario de Gobernación son incapaces de controlar sus impulsos religiosos en pleno bicentenario de Juárez. Para México después de la ola está el vacío.
P.D. Que triste que el régimen que impulsó el acceso a la información pase a la historia por la cerrazón informativa en el CENEVAL.1