Durango

Devoción a la Guadalupana

Como cada año, los duranguenses acuden a darle gracias a la Virgen morena y a venerarla

El Siglo de Durango

María Hernández lleva varios días sentada al pie del atrio del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Más que por fervor, está ahí porque no tiene hijos ni esposo, y vive de la caridad. Entre rato y rato se suma a los rezos por altavoz.

Manuel Pérez no tiene 80 de edad como doña María. Sin embargo, es parte de una familia de peregrinos danzantes que viven en la colonia Azcapotzalco, quienes desde hace décadas acuden al altar de la Guadalupana en su día.

Pese al cansancio y los padecimientos físicos de una mujer que ha vivido 86 años, Rutilia acude cada año al Santuario desde que tenía ocho años. Hoy está por cumplir 87. Su emoción no ha variado al ir a saludar a su ?morenita?.

Desde los primeros días de diciembre, los duranguenses le cumplieron una vez más a la Virgen de Guadalupe. Miles la fueron a ver, algunos con danzas, otros con rezos, unos más con el autoflagelo. Todos con el objetivo de venerarla.

La señora María Hernández efectivamente no acudió como la mayoría de los visitantes en una peregrinación o marcha personal o colectiva. Ella más bien llevó su pequeño banco para sentarse horas y solicitar caridad a los fieles.

Su historia no ha sido fácil. En su risueño rostro que ya no asoma una sola pieza dental se acentúa más la expresión de la soledad cuando recuerda la única petición que nunca pudo concederle la Virgen: darle hijos.

?Estoy sola, vivo sola. Nunca pude tener hijos y mi esposo falleció hace ya como siete años. Solamente tengo una hermana, pero está la pobre quebrada de una pierna en una silla de ruedas, aunque ella sí tuvo hijas y la cuidan, al igual que sus nietas. A ella no le falta nada?, dice con melancolía.

La hermana de María se llama Fernanda. Vive en la colonia Isabel Almanza y, aunque lo tiene todo (familia y cierta comodidad económica), se entristece porque ya no puede acudir al Santuario. Acaba de cumplir 101 años. Su salud ya no se lo permite.

Es poca la gente que se apiada y le da una moneda a doña María. El vaso acumula quizá unos cien pesos en monedas de baja denominación. Sin embargo, dice que no tiene otra forma de vivir.

Nadie se hace cargo de sus gastos o de ella misma. Por ello casi todos los días, luego de realizar su quehacer, prefiere salir que estar sola en su humilde casa ubicada en la colonia J. Guadalupe Rodríguez.

?Regularmente yo voy y me pongo afuera de Soriana, en la lavandería. La gente ya me conoce y me trata bien. Pero estos días me vengo acá al Santuario, porque acá hay gente y puedo rezarle a mi Virgencita?, explica Doña María.

La señora Rutilia evidencia en las mejillas y los pómulos el rescoldo de varias caídas que ha sufrido a raíz de su avanzada edad. Su paso es lerdo y se debe tomar del brazo de su hija, también mayor, para poder avanzar entre la gente.

Ambas son viudas. Doña Rutilia está por cumplir 87 y su hija rebasa los 65. viven en la colonia Francisco Zarco de esta ciudad, y desde sus primeros recuerdos son fieles a la devoción guadalupana. Dicen que les ha ayudado mucho.

?Tribu Salvaje?

El joven Manuel Pérez siente que el cuerpo se le quiere echar para atrás, pero su intención es llegar hasta el altar de la Virgen de Guadalupe para cumplir una manda que prefiere no detallar.

Es parte de la danza llamada ?Tribu Salvaje?, y detrás de él, aprovechando el mismo tendedero de cobijas en fila para no lastimar tanto la piel de las rodillas, le siguen el paso con la misma complicación que causa avanzar de rodillas.

Como la de doña María, doña Rutilia y el joven Manuel, las historias de fe y devoción se multiplicaron por miles durante los últimos días en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe de la ciudad de Durango.

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