Cuando Fray Juan de Zumárraga, el nueve de diciembre del año 1531, recibe el comunicado de la Virgen de Guadalupe a través de Juan Diego, no cree sea verdad; de entonces a la fecha, la aparición de María ha sido causa de disertaciones y discusiones.
Dudar que se haya aparecido a Juan Diego, o que fue un cuento inventado por los religiosos para aumentar la feligresía indígena, tiene otras lecturas de fondo: falta de fe, lucha por el poder religioso y desgastante discusión misógina del mundo contemporáneo.
En ese entorno histórico, creer, o no, en la Virgen, ha sido causa de diferencias entre protestantes y católicos. Si María fue hija única; tuvo hijos e hijas después de nacer Jesús; ascendió a los cielos en cuerpo y alma, son discusiones estériles que reflejan la pasión de algunos creadores de puntos irreconciliables entre las distintas Iglesias Cristianas, llegando a la agresión y violando la enseñanza fundamental del iniciador del movimiento: amar.
Sin duda que la presencia de la deidad femenina fue primera en el pensamiento mágico. Lo mismo sucedió entre los antiguos judíos, quienes trataron de romper con el politeísmo egipcio; igual pasó con la Iglesia Cristiana de los primeros siglos, que finalizó declarando a María Madre Virgen y a Magdalena prostituta.
Algunos parcialmente informados hablan del agravio a la mujer apóstol; hasta han escrito libros y hecho películas con excelentes dividendos económicos, callando que es enseñanza de Santiago, en uno de los varios escritos apócrifos, de quien tomaron la idea los gnósticos que intentaban concordar fe y ciencia.
Imagine las grandes diferencias entre los cristianos primitivos, que tan sólo en 100 años ya tenían más de 70 Iglesias diferentes, cada una con su escritor favorito, tratando de imponer sus ideas. Algunos escritores dicen que en aquellos tiempos, las mujeres servían en el rito y fue hasta el siglo III, cuando perdieron la batalla por el sacerdocio.
Los católicos sabemos que las distintas representaciones de la Virgen son expresión culturizada de la madre de Dios; Fátima, Carmen, Lourdes o Guadalupe, todas imágenes de la mamá de Jesús. Tratar cada caso es un tema largo para este diálogo, así que sólo tomemos el asunto de María, la mujer de mayor relevancia en el catolicismo.
Algunos estudiosos como Lévi-Strauss o Joseph Campbells, hacen notar la importante presencia de la diosa?mujer en la historia humana; han llegado a desarrollar una ?genealogía mítica?, con Inanna, de Sumeria, protectora de la creación y el sexo; Ishtar, de Babilonia, madre de todos los dioses; Asherah, de los cananitas y su hija Anath, diosa de la guerra, cacería y alumbramiento; Artemisa, de Grecia Antigua, de la caza y la muerte; Diana de Efeso, madre de la fertilidad entre los romanos, ascendiente de Isis, de los judeo?palestinos, idea que según algunos detractores fue tomada para construir nuestras creencias sobre María.
En la cultura occidental, la trasmisión de la fe recibe algunas ?tropicalizaciones?; las distintas Iglesias han dado su especial interpretación a una realidad: en México, la madre de Jesús, es Guadalupe.
Este efecto de ?humanización? de la Virgen ha llevado a cambiar la realidad, hasta su apariencia física, transformándola al concepto de belleza que más agrada en occidente.
Lesley Hazleton, periodista judía, investigadora cientificista y atea, profundizó en el estudio de ?María una Virgen de carne y hueso?. Entre muchos de sus desaciertos, logró definir una idea aproximada de ella: púber de 13 años aproximadamente, hablante en arameo, ?de baja estatura, fibrosa, y de tez cetrina oscura (...) músculos que forman fuertes nudos en sus brazos y marcan sus líneas compactas?. ?Su cabello casi negro (...) atado en una única trenza sobre la espalda, que por su peso se levanta el mentón y la obliga a caminar erguida, como ha aprendido a hacer cuando lleva los cantaros....?; además, viste humildemente, con ropas rasgada por los espinos, calzando ?tajanot?, sandalias de Oriente Medio.
Definitivamente no se parece a la mujer esbelta, bella, de finas líneas faciales y fenotipo europeo, de mayor edad y con finas vestiduras de telas ligeras. Seguramente la María de Nazareth no contaba con agua abundante, así que la ?inmaculada limpieza corporal? no se ajusta a la posible realidad de la morenita de ojos grandes y oscuros, imagen curiosamente más cercana a nuestra amada Guadalupe.
María de Guadalupe, para los latinoamericanos, es factor de identidad cultural; inspira los más altos valores femeninos y de maternidad; refuerza los trascendentales de bien, verdad, justicia, fortalece a la familia; y nos hace sentir más cerca de Dios y dejándonos un aliento de esperanza.
Al festejar su día, indudablemente el más reconocido por la mayoría de los mexicanos, volvemos a reforzar nuestra cultura; algunos con la fe irreflexiva, otros por la convicción tomada en la conciencia del estudio. ¿Qué opina?
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