México, país rico y vasto, festeja su independencia el 16 de septiembre de cada año. Los mexicanos somos producto de la fusión ?¿o choque?? de dos culturas diametralmente distintas: la indígena, conquistada brutalmente y obligada a romper ?en mucho a fingir? con sus creencias y tradiciones por medio de la espada; y la española, sobrecargada con reglas, prejuicios sociales, sumisión monárquica y prácticas religiosas diametralmente opuestas.
Los españoles llegaron buscando riqueza económica y mejor estatus social; muchos traídos a la fuerza, otros aceptando la aventura como única alternativa y no pocos huyendo de las autoridades españolas por delitos diversos. Todos con ánimos materialistas, sintiéndose con derecho para maltratar aborígenes, considerándolos ?infrahumanos?; los indígenas mismos rechazaban las formas de vivir de los conquistadores y sólo por la fuerza y ante la alternativa de la muerte se sometieron. El ?choque de civilizaciones? aún lo estamos padeciendo.
Vale la pena hacer notar que, aún hoy día, menospreciamos a nuestros indígenas, los maltratamos y abusamos de ellos, sometiéndolos a la segregación y posible exterminio.
Qué tragedia para los primeros mexicanos resultantes de esa fusión; hablaban por la fuerza la lengua castellana, intentando describir cosas y objetos desconocidos; para colmo, quienes aspiraban a la superación, debían memorizar hechos y eventos con etimologías de otras lenguas ?griego y latín?, intentando identificar ideas e imágenes extrañas. Además les impusieron una creencia religiosa difícil de comprender, que no coincidía con el actuar de quienes la pregonaban. ¿Quiere más confusión?
En 1810, inicia la Independencia con Miguel Hidalgo, luego viene la segunda etapa, hasta 1815, correspondiente a la lucha armada con José María Morelos y Pavón al frente; se consuma con Agustín de Iturbide, en 1821, al que envanecen llevándolo a autodefinirse ?alteza serenísima?.
Lo empezado con ánimo libertario, se confundió con lucha armada en defensa de intereses de españoles y mestizos, enriquecidos a costa de los pobres, finalizando con un simulacro de imperio encabezado por un militar con el poder sobrado para hacer desfilar al triunfante Ejército Trigarante rumbo a Palacio Nacional, pero desviándolo de su ruta para pasar ante el balcón de su amante ?la ?Güera Rodríguez?? . El colmo es el verdadero grito de Dolores: ?Viva la Independencia; viva la Nueva España; viva Fernando Séptimo?. ¡Qué confusión!
Los antecedentes de la Independencia tienen sobrada explicación en las injusticias y el abuso. Las clases dominantes, encabezadas por españoles asentados en México, sus hijos ?criollos? y algunos mestizos, ?de español e indígena- perseguían sus fines por encima de todo: oro y riquezas. A la vez, España entraba en un período de crisis por la guerra contra Francia, requiriendo de más recursos e insistiendo en obtenerlos de las colonias, esfuerzo inútil que terminó con la derrota y la imposición de José Bonaparte, hermano del emperador Napoleón, como rey de España. Las autoridades en la Colonia, encabezadas por el virrey, al recibir órdenes de la Corona decían: ?que se acate, pero que no se cumpla?.
Ya desde años antes el saqueo a México era desenfrenado: virreyes robando descaradamente ?incluso al rey? e imponiendo tasas de impuestos injustas; nobles abusando de su posición para enriquecerse con base al trabajo deshumanizante de los indios; ricos comerciantes y hacendados explotando a los pobres; hasta religiosos, ejerciendo su ?apostolado? buscando riquezas y ?experiencias amatorias?; todos, con sus acciones orillaban al pueblo a la rebelión y lucha armada.
Le ofrezco dos anécdotas: José de Iturrigaray, llega como virrey en 1803, de él escribe Lucas Alamán: ?cuyo único objetivo era aprovechar la ocasión para hacerse de gran caudal (...) consiguió reunir un capital muy considerable que consistía en gran cantidad de dinero en oro y plata, alhajas, vajillas y más de cuatrocientos mil pesos?; don José Mariano Beristáin de Sosa, canónigo de la Iglesia Metropolitana, frecuentemente era invitado por la ?Güera Rodríguez? a su casa para que ?elaborara las listas de escritores mexicanos y de la América septentrional?; como ésos muchos.
No por nada Pablo González Casanova, perseguido por sus escritos, rimaba: ?Abre los ojos pueblo americano/ y aprovecha la ocasión tan oportuna.../ si ahora no sacudís el yugo hispano,/ miserables seréis sin duda alguna?.
El ambiente de la Colonia, de por sí enrarecido, se cargó de violencia culminando con el grito de Independencia y la firma del Tratado de Córdoba en 1821, cuando el virrey O´Donojú aceptó ante Iturbide, a México, como país independiente.
Quedan más anécdotas para otro diálogo; por ahora lo invito a reflexionar sobre el gran esfuerzo realizado para hacernos nación, la que debemos cuidar trabajando y evitando ?repetir la historia?, ahora esperanzados en Calderón; sobre todo defenderla con Ley y razón, especialmente ante aquéllos quienes imaginan a México de su exclusividad, despilfarrándolo y abusando del resto de los mexicanos.
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