Durante el partido de futbol de la Copa Mundial en Alemania: México vs. Portugal, luego que nos empataran, renacieron las esperanzas de ganar al marcar el árbitro un penalti; el miedo se reflejaba en el rostro del ejecutor y comenté: –“va a fallar”. ...y así fue. El balón voló a las alturas.
Ese mismo jugador, tuvo la fortuna de anotar dos goles en el partido anterior, que le valió aparecer punteando la lista de goleadores, entrevistas, secciones especiales en los noticieros y la difusión de su vida, incluyendo a su familia en el novelón; todos, de la noche a la mañana se transformaban en personajes públicos, gracias al amarillismo periodístico, que hábilmente explotó el éxito del muchacho, quien unos días después lloraría en los vestidores, frustrado por haber fallado.
Esto no es nuevo, muchos son los deportistas que salen del país con una carrera exitosa en sus “haberes”, las apuestas de profesionales a favor y pierden el control de las emociones, terminando derrotados ante sus contrincantes; en realidad por ellos mismos.
Recordemos la historia: en el mundial de 1966, en Inglaterra, México jugó contra el país anfitrión; entonces entrenaba al seleccionado Ignacio Trelles, de fama nacional. Poca gente recuerda que mandó al campo de juego a ocho defensas más el portero, temiendo ser goleados; logró su objetivo, perdió solamente dos goles a cero. El entrenador Inglés, Alfred Ramsey, declaró: “veía a los jovencitos mexicanos como conejitos asustados”. Manuel Seyde, periodista deportivo, cambió el apodo a “ratoncitos verdes” y debieron pasar muchos años para borrarlo.
En la década de los sesenta, estuvo de moda la discusión sobre una nueva visión de lo que llamaron “temor al éxito”. Esta teoría trataban de descifrar la causa de los cambios de actitud de algunos triunfadores; aquéllos valentones, arriesgados, seguros de sí mismos, atrevidos, con sobrada confianza y hasta “perdonavidas”, pierden el ánimo y terminan siendo derrotados por su inseguridad y autocrítica.
Como respuesta al problema, se incluyó a sicólogos en distintas organizaciones deportivas, quienes dedican su esfuerzo a estimular a los jugadores. Recuerde el famoso “rugido del puma”, en el estadio Universitario, que según algunos ayuda a lograr mejor rendimiento. ¿De verdad será efectivo ese condicionamiento?
Kerry L. Johnson, instructor de vendedores afirma: “A veces puede deberse a uno o más de los cuatro temores autosaboteadores: rechazo, fracaso, ridículo o éxito”. Algunos sicólogos clínicos definen este fenómeno como: “impostura neurótica” y mencionan los síntomas clásicos: miedo al fracaso, temor al éxito, perfeccionismo, postergación de tareas y adicción al trabajo. En publicaciones españolas dicen: “...algunas personas temen triunfar y tener éxito; los motivos pueden ser diferentes. Para algunos, el éxito conlleva responsabilidades que no quieren asumir, puede implicar más trabajo, menos tiempo libre e incluso pueden aparecer temores de convertirse en un adicto o en un triunfador arrogante y competitivo de quien todos acabarán alejándose. (...) los miedos a verse absorbido por el trabajo y sin vida propia te lo están impidiendo y te llevan a sabotearlo”. También hablan del sentimiento de no merecer el triunfo: “...temen al éxito porque en el fondo piensan que no lo merecen o porque se sienten inferiores y poco capacitadas ...”.
La Asociación de Sicología del Deporte de Argentina publica: “¿Por qué el miedo a ganar?; porque ganar trae consigo una serie de cambios, los cuales, muchas veces, el deportista puede no estar dispuesto a sobrellevar junto a las nuevas cargas, presiones y/o responsabilidades. El éxito implica cambios sociales: en el colegio, con los amigos, con los pares, con las chicas, incluso con los padres y entrenadores. Implica un nuevo estatus, por lo tanto mayor responsabilidad y seriedad para el trabajo, es mayor estrés para el deportista la responsabilidad de volver a probar que es bueno o el mejor, con los demás tratando de vencer al campeón. (...) Esto tiene su explicación en raíces inconscientes, aunque también puede darse por aspectos más conscientes”.
Algunos académicos, como Guillermo Bonfil Batalla, tratan indirectamente el asunto, al describir nuestros orígenes y confusión: “las diferencias culturales debidas a la estratificación social, están sin duda presentes en la dinámica cultural del país (...) Mucho más allá de las diferencias coyunturales, lo que está de fondo y explica la inexistencia de una cultura mexicana única es la presencia de dos civilizaciones que no se han fusionado para dar lugar a un proyecto civilizatorio nuevo, ni han coexistido en armonía fecundándose recíprocamente”. Vaya si estamos confundidos.
Le invito a abrir el tema, discutir nuestras realidades y tomar conciencia de nuestras debilidades; haciéndolo, podremos mejorar nuestra actitud hacia la vida. Es un problema que al resolverlo dejará llegar los éxitos en campeonatos de la vida. ¿acepta?
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