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Días de misericordia

Adela Celorio

Perdón, nunca, sólo un poco de misericordia para que de algo sirva la Resurrección del Señor y para compartir de algún modo la alegría de la Pascua.

Un poco de misericordia para esos pobres hombres que van por todo el país ofreciendo hasta lo que no, chachalaqueando de pueblo en pueblo y de paso, acumulando vituperios. Un poco de misericordia por favor, la misma que ellos nunca han tenido ni tendrán para con nosotros, pero no importa, es hora de bajar la guardia un rato, no vaya a ser la de malas y los candidatos cobren conciencia de la triste vida que llevan y decidan mandarlo todo al diablo poniéndonos en la necesidad de buscarles sustituto.

Dejemos que pase al menos la semana de Pascua, sin traerlos a puro periodicazo.

Dejemos que se sigan golpeando entre ellos.

Dejémoslos en paz por unos días para ver si Dios les concede alguna iluminación, un atisbo de cordura que les permita enterarse de que todo se trata del bien de México, de comprometerse con los mexicanos, quienes hemos rebasado con mucho nuestra capacidad de resistencia, que aguantamos mal las promesas vacías, la demagogia y el fraude.

Ya sabemos que la palabra político significó alguna vez ciudadano y que hoy, gracias a la perversidad de casi todos nuestros políticos ha pasado a significar “el que engaña”.

No digo que Ambrose Bierce careciera de fundamento cuando ya a finales del siglo XIX definía la política como el medio de ganarse la vida preferido por la parte más degradada de nuestras clases delictivas.

No digo que carezcamos de fundamento cuando les llamamos chiflados, delincuentes, corruptos e insolentes; sólo digo que en nombre de la Resurrección del Señor les concedamos una tregua.

Hace ya quince años, alegando que se trata de una de las clases menos favorecidas de las sociedades occidentales, Enzensberger pidió compasión para los políticos.

Piensen dijo, que todos ellos están condenados a una vida triste y sucia, angustiada y amarga.

Sometidos a la tiranía de la agenda, sin tiempo para leer, para ir al cine, para follar.

Prisioneros de los despachos, de los guaruras, y los autos oficiales.

Del pánico a las encuestas y a los compañeros de partido, mucho más despiadados que sus adversarios.

Carentes de libertad de expresión -en caso que tuvieran algo que expresar- ya que la disciplina de partido excluye cualquier idea propia mientras les exige instalarse en una vacía locuacidad y participar de toda clase de fantochadas: besar niños y viejitas, disfrazarse de huicholes y fotografiarse como monjas coronadas.

Y no es que necesariamente sean zoquetes; lo que ocurre es que se trata de personas incapacitadas para aprender de sus errores porque sus horizonte mental está siempre limitado por las próximas elecciones y por las minas de oro que los esperan atrás del arco iris.

Adelace@prodigy.net.mx

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