Diciembre es muchas cosas. Es el mes para decir adiós a las dietas, y para dar la bienvenida a los tamales, los buñuelos, el ponche, el champurrado, los dulces de nuez, el pavo, el bacalao, los romeritos... Es el mes de las posadas y de la unión familiar. Es el mes de los regalos y de disfrutar el calor del hogar. Diciembre es muchas cosas, pero sobre todo, es el mes de la fe.
A mí me encanta este mes. Renace mi fe en Dios, y renace también mi fe en los seres humanos. Es imposible creer en la grandeza del Señor, si no creemos primero en la grandeza del vecino.
Creer. ¡Qué palabra tan cortita y tan difícil es ésta! Por desgracia vivimos ahora en una época en la que el hombre no cree ni en sí mismo. Muchas personas se han encargado de arrebatarnos la fe. El ladrón nos orilla a no creer ya en la bondad de la gente. El político nos ha enseñado a no fiarnos de las promesas. Los malos sacerdotes nos hablan en sus sermones del castigo celestial.
Pero en medio de esa falta de fe, me detengo un momento y veo a mis niños y me emociona ver cómo juegan, cómo ríen, cómo lloran. En ellos cada día tengo un motivo más para aprender el significado de la palabra creer.
Diciembre llega y junto a él llega también una de las tradiciones mexicanas más bellas: las peregrinaciones en honor de la Virgen de Guadalupe.
Cada año, la fe y la devoción desfilan por las calles de todos los pueblos y ciudades de México. Por el aire viajan cantos y rezos como muestra de agradecimiento a la Virgen Morena por todas las bendiciones recibidas.
Múltiples motivos tuve para caminar por las calles de mi ciudad movido por el fervor guadalupano, pues muchos son los regalos que de ella he recibido. Quien desconozca el significado de la palabra ?fe?, debe aprovechar estas fechas para salir de su casa y ver las peregrinaciones en honor de la Virgen de Guadalupe.
El martes fui a visitarla. Al estar hincado frente a su altar, vinieron a mi mente un sinfín de motivos para agradecer su bendita protección. Cuando era niño, mi abuelito Jesús, quien creía más en la guadalupana que el mismo Juan Diego, me enseñó que ella era mi madre también. Como su hijo que soy, regreso a su regazo y le doy gracias por haberme enviado una madre aquí en la tierra que me recuerda en cada momento lo bondadosa que es ella.
Salí de su santuario, y emocionado vi en el atrio de la iglesia a cientos de personas entonando cantos en su honor, que se mezclan con los cascabeles y maracas incesantes de los matachines.
Unos estaban arrodillados, otros no podían contener las lágrimas. Son muchas las necesidades, pero muchas son también las bendiciones recibidas de la Virgen Morena.
Algunos se empeñan en decirnos que la Virgen de Guadalupe fue una invención de los franciscanos para convertir a los indígenas a la fe católica. Ignoro si tales personas tienen razón, pues sinceramente no necesito encontrar sustento histórico o científico para creer en ella.
Es diciembre y las peregrinaciones abundan. Aunque todo el año deberíamos hacerlo, aprovechemos estas fechas para acordarnos de la Virgen de Guadalupe. En lugar de atiborrarla con peticiones, demostrémosle mejor nuestro amor compartiendo lo mejor de nosotros con quienes nos rodean.
El espíritu guadalupano se fortalece en estas fechas. Fortalezcamos nuestra fe y nuestra devoción, pues sólo así podremos encontrar la fuerza interior necesaria para que nosotros mismos podamos alcanzar nuestros sueños.
javier_fuentes@hotmail.com