Dicen que en la vida se puede perder hasta la dignidad pero nunca el estilo, y puede ser que tengan razón. Lo cierto es que en el asunto de la traída y llevada dirección técnica en las Águilas del América el supuesto entrenador en jefe ha perdido las dos.
Al aceptar públicamente el ascendiente que Manuel Lapuente tiene sobre él, Víctor Manuel Aguado realiza un acto de congruencia y quizá de humildad extrema, pero de ahí a prestarse cual patiño, a ser un transmisor de las órdenes emitidas en el palco, hay un abismo que un hombre cabal no puede darse el lujo de permitir.
En base a la intercepción de la señal de intercomunicación entre el estratega y su director deportivo dada a conocer por los comentaristas de Televisión Azteca, el público pudo conocer que Lapuente hace mucho más que emitir sugerencias.
Manuel cuestiona, ordena, regaña, mangonea y establece el parámetro bajo el cual debe jugar el América; en la cancha, concretamente en el área técnica, un balbuceante Aguado intenta opinar siendo barrido por el imperativo verbo de su jefe. La diadema pasa, de ser un aparato de comunicación, a un adorno de la subordinación vergonzante y un emblema de una sumisión que raya en lo ridículo.
Hasta el día de hoy no se conocía en el organigrama de un equipo de futbol el cargo de lacayo electrónico, pero de una cosa puede estar seguro el alto mando azulcrema, nadie seguirá su ejemplo. Del otro lado, en el asunto del espionaje, estamos en presencia de un asunto de carácter ético. ¿Hasta dónde es válido interceptar una conversación que, independientemente de darse en un contexto deportivo, no pierde su calidad de privada? Me parece que no se vale.
Desgraciadamente en nombre de la libertad de expresión se cometen abusos y se aprovecha el escaso lindero con que las leyes diferencian lo público y lo privado. He sido crítico y detractor de la pantomima armada en torno a quien dirige al América pero estoy en contra del balconeo mediático de quien lleva a cabo escuchas casi delincuenciales.
Poca dignidad posee Víctor Aguado para prestarse a esta charlotada pero también poca ética exhiben aquellos que hasta la mofa presentan pruebas de lo que todo mundo sabe obtenida de modo abusivo, por decir lo menos.
El triunfo periodístico es innegable; el privilegio de la noticia sobre los métodos de obtenerla; el encono con que aquellos que critican la postura servil de Aguado y que contrasta con su comportamiento, similar en demasía con la subordinación que guardan con sus superiores; el ridículo institucional de la diadema y los dos entrenadores, pero sobre todo, la orfandad del gran público ante los manejos de algunos pocos en valores universales como la ética, la honestidad, el respeto y la dignidad.
En temas un poco más agradables, fue presentado en forma oficial el nuevo diseño del uniforme que portarán los seleccionados nacionales en Alemania 2006.
Aquí también hubo espionaje y un grupo de vivales dio el ?albazo? y lo presentó en versión pirata un par de semanas antes. Al margen de si gusta o no, el tema será saber cuánta gallardía están dispuestos a derrochar aquellos que tengan la obligación de defenderla. Ponerse la verde es un eslogan publicitario; llevarla puesta es una actitud.
