En una entrevista publicada recientemente, Arturo Sarukhán, probablemente el próximo canciller de México, esbozó las prioridades de política exterior del Gobierno de Felipe Calderón y, al respecto, hay puntos positivos a destacar, pero también otros que preocupan.
Para bien o para mal, Jorge Castañeda actualizó la diplomacia al romper con viejos rituales y promover un nuevo activismo internacional mexicano que, en sus excesos, dañó a Fox en México e impactó la relación bilateral con Estados Unidos. Sólo basta recordar el “comes y te vas” de Monterrey o el papel de México en el Consejo de Seguridad de la ONU, que tensó la relación con EU.
Bajo ese espíritu, Sarukhán mencionó que la decisión que México “tiene que tomar… es si vamos a ser espectadores o… actores en la construcción de nuevas reglas internacionales”. Adicionalmente, el diplomático menciona la necesidad de “recomponer” los vínculos con Latinoamérica y de que en la relación con EU el tema migratorio ya no sea “el que jale la relación bilateral”.
Buenas y malas. Buenas porque, es cierto, México merece un papel más activo internacionalmente, aunque no es cierto que hemos sido espectadores, ni con Fox, ni antes. Buenas porque urge restaurar la confianza con Latinoamérica, pero malas porque se minimiza la importancia de la aprobación de una reforma migratoria en EU.
Buenas porque Sarukhán no es un novato como el actual canciller, pero malas también porque en la entrevista sugiere que la diplomacia calderonista se encamina a repetir dos errores de la diplomacia foxista.
El activismo de México sí es necesario por múltiples razones. Sin embargo, Sarukhán menciona que “en las capitales del mundo piden un mayor activismo mexicano”, pero sin preguntarse si los mexicanos quieren tal activismo.
El activismo internacional de México no debería obedecer a que afuera se pregunten “dónde estamos”, sino a que adentro los mexicanos promovamos tal activismo para que se refleje en nuestra calidad de vida, en nuestras libertades, en nuestra economía y en un ambiente internacional de paz y legalidad.
Por ejemplo, Sarukhán afirmó que Brasil ha logrado una mayor presencia internacional porque participa en las Fuerzas de la ONU en Haití y que allá nadie se “rasga las vestiduras” por ello. No es una cuestión de rasgarse las vestiduras, sino de democracia. Idealmente no deben tomarse decisiones que vayan en contra del deseo ciudadano, menos cuando involucren el envío de tropas al exterior. La comparación con la invasión de Irak es una hipérbole, pero refleja el peligro en el que cae un Gobierno cuando ignora a sus ciudadanos.
El segundo error al que se encamina la diplomacia calderonista es en las relaciones públicas. Sarukhán señaló que con Venezuela se espera que “la relación no esté determinada por los titulares”. Error, los medios impactan fuertemente en la política y forman opinión pública hoy en México. Fox escribió su ensayo sobre la ceguera al rogarle a los mexicanos que no leyeran periódicos. Una de las tareas prioritarias de cualquier democracia es cultivar una relación de respeto estricto, pero también de acercamiento con los medios.
La política exterior ha cambiado hacia fuera, pero lo que necesita discutirse en México es la idea de cambiarla hacia adentro, de democratizarla al darle un mayor papel al Senado para que se vuelva más representativa y no obedezca sólo a la visión de unos pocos. Por supuesto, tampoco debe subestimarse el impacto de los titulares…
Profesor del ITAM
genarolozano@gmail.com