La discordia suscitada entre diversos sectores sociales y autoridades de todos los niveles en Lerdo, Durango, respecto a la construcción de un dispensario médico en la Ciudad Jardín, resulta lamentable.
La obra en cuestión pretende aliviar la problemática de salud en la comunidad lerdense, cuya atención es insuficiente y en algunos casos, depende de unidades médicas situadas en la vecina ciudad de Gómez Palacio.
El vivero de Lerdo fue creado hacer treinta a años por un decreto presidencial, que afectó y puso a disposición de la hoy Secretaría de Agricultura Ganadería y Recursos Naturales, treinta hectáreas del Ejido Lerdo. Desde aquella fecha, el vivero produjo especies vegetales para promover la forestación en la región, de acuerdo a los planes y programas de la dependencia referida.
A lo largo del tiempo, la demanda de infraestructura urbana tuvo como consecuencia que el Gobierno dispusiera de superficies diversas para la instalación de elementos de índole variada, permaneciendo como vivero catorce hectáreas.
Por ello no es extraño que la Secretaría de Salud de Durango dispusiera la construcción del dispensario en dos hectáreas del antiguo vivero, de lo que resulta un remanente como área verde de doce hectáreas. Lo anterior, porque los terrenos del vivero en la actualidad son propiedad del Estado de Durango por compraventa que hizo el Gobierno de dicha entidad a los pobladores del Ejido Lerdo y se encuentran dados en comodato al Municipio de Lerdo, para ser usados como área verde.
El caso es que la utilización de una parte del terreno para construir el dispensario médico, ha suscitado la oposición de algunos que se muestran inconformes con la ubicación de la obra porque a su decir, malogra el fin que se le tiene asignado al inmueble precisamente como área arbolada.
Es pertinente que se exija un estudio de impacto ambiental para determinar la viabilidad de la ubicación del centro de salud en el lugar previsto, de cuyo resultado se pueda concluir el traslado del proyecto a otro terreno o su permanencia en el vivero que permita la coexistencia de los dos importantes elementos de infraestructura, de tal suerte que los lerdenses dispongan del dispensario y al mismo tiempo conserven el área arbolada.
Sin embargo, es reprobable la agresividad del repudio a la obra que suscita un río revuelto para ganancia de pescadores políticos y evoca la parálisis a que ha llevado la lucha de partidos a muchas áreas de nuestra vida pública. En el caso cohabitan diversos partidos en los tres niveles de Gobierno que intervienen en la planeación, autorización y financiamiento de la obra, porque la construcción de la unidad médica de que se trata, es fruto de las gestiones de la alcaldesa Rosario Castro, ante las autoridades de Estado y Federación.
No falta en el caso la participación de los líderes del Ejido Lerdo, representantes de los viejos vicios estructurales que en el pasado provocaron múltiples e interminables conflictos de posesión y propiedad de la tierra urbana, que estrangularon el crecimiento de la ciudad e hicieron de algunos de sus barrios un laberinto.
Es lamentable que el proyecto sea causa de un conflicto que enfrente a distintos sectores de la sociedad entre sí y con las autoridades, pues ello es síntoma de un avanzado proceso de descomposición, cuya atención compete tanto al gobernador Ismael Hernández Deras, como al propio Gobierno municipal de la ciudad Jardín.
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