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Discriminación sexual/Diálogo

Yamil Darwich

El tema de Identidad de Género sigue siendo causa de crítica en relación a la discriminación de la mujer; persiste a pesar de todo, en este mundo que decimos es “civilizado”.

Hoy día, la mujer sigue padeciendo el trato desigual y la limitación en sus oportunidades en los campos de la salud, educativo, laboral y hasta social. Ha hecho bien la Suprema Corte de Justicia, al aceptar el término de “violación” cuando se obliga a la pareja -hombre o mujer- al coito, aun dentro del matrimonio.

Aún cuando nuestro país ha avanzado en la atención al problema, debemos redoblar esfuerzos en todos los sentidos, como el de la salud; todavía hay miles de marginadas, particularmente en el campo, donde no tienen acceso a las posibilidades de los cuidados médicos de las citadinas; le comparto una cifra del campo educativo, divulgada por el Instituto Nacional de las Mujeres, que declara que aún tenemos más de cuatro millones de analfabetas en México; por otra parte, José Gómez y Daniel Hernández, ambos maestros investigadores de la UNAM, han demostrado con sus estudios estadísticos que la mujer abandona la escuela a los 16 años, tres meses, pero no se integran al medio laboral hasta los 19 años y medio, señal de que reciben menores oportunidades para obtener empleo, sea por causas del hogar, donde los padres y familiares les limitan sus aspiraciones fuera de la casa, o sociales, de empleadores que consideran un riesgo extra las posibilidades de embarazo, necesidad de tiempo para la lactancia o atención a sus hijos infantes.

En el medio laboral, las féminas siguen padeciendo el acoso sexual en distintos grados. Hoy en día, el paradigma del machismo continúa frenando las posibilidades de ascenso de las mujeres, aunque también es cierto que las féminas son más combativas.

También es verdad que el citado “machismo” ha decrecido en México; el trato de equidad en la pareja es considerado en un promedio de 50 por ciento nacional, es decir, al menos la mitad de ellos ya tiene conciencia de iguales responsabilidades en relación a los deberes para con la familia y el hogar.

En el trato dado en el hogar y sociedad en general, también se nota el avance; en la actualidad, particularmente en medio urbano, ofrecer oportunidades de desarrollo, en igualdad con los varones, es cada vez más común, especial mención el cuidado en el campo de la educación, incluida la superior. No es raro encontrar en el medio universitario privado estadísticas poblacionales que muestran mayor porcentaje de estudiantes mujeres, aún cuando sea por la mínima diferencia. Un ejemplo es la Autónoma de La Laguna, que presenta un por ciento más en relación a los hombres, tal vez por sus características de universidad de ambiente conservador.

La Comarca Lagunera vive el problema suavizado, en comparación con otras partes de México y del mundo; tan sólo le recuerdo de algunos lugares de la Montaña de Guerrero, en pleno siglo XXI, una mujer tiene menor valor utilitario al de una vaca, por ejemplo, el abigeato merece mayor castigo que la violación y aún podemos encontrar casos de ventas de niñas, para dedicarlas al servicio doméstico o en algo peor.

El Informe de Desarrollo Humano 2005, publicado por la Organización Mundial de las Naciones Unidas muestra cifras que dejan clara evidencia de las diferencias existentes; le comparto algunos datos:

La mortalidad infantil continúa siendo grave problema del mundo pobre, particularmente del África Subsahariana; aunque a partir del año 1990 se mostró un ligero descenso, éste ha sido tan limitado que el mundo no alcanzará a cubrir la cuota de avance previsto para 2005, y se sumarán 4.5 millones de muertes infantiles a los ocho millones calculados; desde luego, serán más niñas las fallecidas por razones de conveniencia familiar y social.

El tema de la escolaridad es igualmente atendido insuficientemente; en los países pobres llega a los cuatro años promedio, injustos ante los 14 y hasta 16 de los países ricos. Al menos 14 millones más de analfabetas, que se sumarán a los 20 millones calculados. Las mujeres son francamente discriminadas y en algunos países africanos, aún no dan importancia a la educación de las mujeres.

Según la O.N.U., la maternidad sigue siendo causa de alta mortalidad; 530 mil mujeres mueren cada año por complicaciones de embarazo y muchos de los casos pudieron ser resueltos por un médico. La injusticia la podemos dimensionar en comparativos entre Nigeria, donde mueren, debido a esa causa, una de cada 18 féminas y Canadá, que tiene una relación de una por cada ocho mil 700 defunciones. Dicho de otra manera: tres de cada cuatro muertes pudieran ser evitadas si se hubiera atendido adecuadamente el programa “Maternidad Segura”, propuesto para los países más desprotegidos, considerando que más de 60 millones en el mundo tienen sus partos y alumbramientos sin asistencia médica.

También hay discriminación en el campo de la actividad política y es particularmente nociva por evitar la participación de la mujer en la toma de decisiones de interés general, particularmente en todas aquellas que tienen consecuencias en la igualdad de oportunidades a su sexo.

Entre los países del tercer mundo -considerados los 43 más rezagados- existe relación de una mujer por cada cinco hombres que participan activamente en política, aunque vale mencionar a Rwanda con la casi igualdad en la relación laboral por género, similar a la de Suecia; en contraste, países como Arabia Saudita y Los Emiratos Árabes -no sancionados y curiosamente indiscutibles aliados a Estados Unidos- les niegan todos los derechos, incluidos los de participar en la toma de decisión en temas de importancia para la vida social.

Debo aclararle que la ONU ya no acepta al Islamismo como justificación de la poca oportunidad de participación de la mujer en la política y aporta como una de varias evidencias estadísticas el dato de Malasia, -eminentemente musulmana- donde las féminas participan muy activamente, estadísticamente muy por encima de otros países no Islámicos, como Grecia e Italia, ambos cristianos, o Japón, cuya población es Shintoista o Budista. También desacredita la creencia de la participación de factores económicos, ya que países ricos, inclusive pertenecientes al Grupo G-7 son más discriminatorios con la mujer en ese campo.

Con esos antecedentes podemos confrontar la realidad nacional con la mundial y confirmar que nuestra actitud hacia la igualdad de género es más abierta que la de otras regiones, sin embargo, nos queda mucho camino por andar, buscando un nuevo encuentro de relación social y familiar con las féminas, tan importantes como los varones para trabajar a favor de un mejor futuro para todos, aún contra las corrientes radicales del machismo, que aún persisten y las del feminismo distorsionador del justo concepto de igualdad en el siglo XXI. Lo invito a que tomemos conciencia y obremos en consecuencia.

ydarwich@ual.mx

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