Conocí a Lydia Cacho hace muchos años, allá en Quintana Roo, cuando ella era una joven reportera que empezaba a destacar por su sensibilidad, profesionalismo e inteligencia, pero también por su valentía, pues ya desde aquella época había decidido convertirse en defensora de los derechos humanos.
Esa vocación y la experiencia de años, permitieron que ahora, gracias a la suma de sus actividades esenciales, escribiera un gran reportaje en forma de libro que se convirtió en una voz pública de alerta contra una red de promotores de pornografía infantil encabezada por el demencial pederasta Jean Succar Kuri, lo que ha cimbrado diversas estructuras de poder asentadas en distintos puntos del país, de manera destacada Cancún y Puebla.
La historia de tan despreciable individuo, por cierto prófugo de la justicia mexicana, preso en Estados Unidos y con un proceso de extradición, nos la cuenta la propia Lydia en su libro Los demonios del edén, que constituye un documento magistral que denuncia el abuso sexual a los niños y la pornografía infantil: “Succar presumía de contar con tres amigos influyentes. En primer lugar, José López Portillo, ex presidente de México. En segundo lugar, Miguel Ángel Yunes Linares, quien en el periodo de 1985 a 1987 trabajó como subdirector general de Aeropuertos y Servicios Auxiliares en la capital del país y con quien, de acuerdo con Succar, había hecho negocios. Y, en tercer lugar, el operador político del PRI, Emilio Gamboa Patrón, con quien se le veía constantemente en restaurantes de Cancún”.
La periodista y activista social -quien dirige un centro integral para mujeres víctimas de la violencia en Cancún, donde han atendido a varias de las víctimas del caso Succar- comenzó sus investigaciones con la intención de conocer de cerca los casos de abuso infantil para así desentrañar lo que ocurría en las vidas de las víctimas.
En ese momento no imaginaba que terminaría por escribir un libro sobre una organización de crimen organizado, es decir, una red de presuntos pederastas encabezada por el empresario hotelero: “Jean Succar se dio a conocer en las altas esferas sociales y de inmediato buscó vincularse con políticos de alto nivel y con los líderes empresariales. Le resultó fácil. Apenas había transcurrido una década de la fundación de la ciudad y cualquier persona que llegase con dinero para invertir podía reinventarse, lo cual él hizo con gran éxito”.
Continúa Lydia Cacho: “así comenzó, poco a poco, a acercarse a las hijas de gente conocida de Cancún, a ofrecerles dinero ‘a cambio’ de dejarse tocar y fotografiar por él. Las extorsionaba con sutileza. Muchos de los ‘buenos amigos’ de Jean no saben -hasta la fecha- que sus hijas, ahora adultas y casadas, fueron víctimas de quien antes gozara de su confianza. Ellas tampoco quieren vivir un pasado que han enterrado, pero una valiente jovencita, que no pertenece a las clases altas de Cancún, lo hizo. Su nombre es Emma”.
Como se ve, el caso está documentado y aun así las instancias judiciales no han actuado ni aplicado la Ley en tiempo y forma, como debiera ser, ante tantas y contundentes evidencias.
Y no sólo se le han dado largas al caso y se ha querido confundir a la opinión pública con triquiñuelas legaloides desde Estados Unidos e incluso tratando de cambiar las declaraciones de los niños y niñas afectados, ya sea ofreciéndoles dinero o amenazando de muerte a los propios padres de familia, que en algunos casos no tienen la formación escolar ni la solvencia económica para enfrentar tan descomunales poderes políticos y financieros.
Además, la propia periodista ha recibido amenazas e innumerables presiones, al grado que, en un acto arbitrario y muy probablemente ilegal, en diciembre pasado fue detenida -prácticamente secuestrada- en Quintana Roo y trasladada al estado de Puebla para responder a una demanda por difamación y calumnias que le hizo el poderoso empresario textil Kamel Nacif Borge, quien fue mencionado en Los demonios del edén por varias de las víctimas como cercano amigo de Succar Kuri.
Una y otra vez, la periodista ha señalado que no fue ella quien hizo las acusaciones, sino las propias jovencitas a quienes entrevistó. Pese a ello, Nacif, quien detenta gran poder económico y político en el estado de Puebla, insiste en su demanda penal, lo que Cacho interpreta como una argucia para acallarla y proteger a Succar Kuri.
Por fortuna, la respuesta de los organismos de derechos humanos y de comunicadores que vieron en la detención de Lydia un grave atentado a la libertad de expresión y un intento de coartar la tarea informativa, contribuyó a llamar la atención de la opinión pública. Así, una vez más Lydia Cacho va ganando, pues se ha devuelto el expediente directamente a las instancias quintanarroenses. Sin embargo, el asunto está lejos de concluir, por lo cual no hay que quitar la vista del caso y mantenerse atentos ante los sucesos que vienen.
Por eso, cabe reproducir otro de los pasajes de libro, donde Lydia relata: “aunque el tema es complejo y en él no aplica el reduccionismo, dado el número de víctimas y los personajes políticos involucrados, lo que suceda con este caso dará cuenta de la verdadera postura del Estado mexicano ante la explotación y el turismo sexual infantil inaugurado en este paraíso económico de la nación: Cancún, Quintana Roo. En tanto el México de ‘los niños y las niñas’ no establezca políticas públicas de equidad efectivas y renueve el sistema judicial, cientos de niñas mexicanas son y seguirán siendo torturadas, violadas y entrenadas por hombres de poder para venderlas, fotografiarlas y entrenarlas con miras a convertirlas en bailarinas de table dance, en prostitutas, en actrices de cine porno, ese que se vende en los hoteles de cinco estrellas, protegido bajo la suave mano de la Ley”.
De ahí nuestro reconocimiento, solidaridad y admiración hacía esta gran mujer que es ejemplo de una ciudadanía actuante, pues pudiendo ser representante popular o candidata por el PRD o algún otro partido, si así ella lo decidiera, ha preferido mantenerse en pie de lucha desde la sociedad civil, lo cual la engrandece y la hace merecedora del apoyo de la sociedad en su conjunto.
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