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Don Emilio

Yamil Darwich

El mes de mayo empezó triste para muchos laguneros; el día dos, murió don Emilio Herrera Muñoz, uno de los valiosos de la región, nacido a inicios del siglo pasado.

La Comarca Lagunera fue colonizada con ?grandes esfuerzos? de los fundadores. Ellos debieron enfrentar retos difíciles de cumplir; además de la aridez del terreno y las temperaturas extremas, estaba la incomunicación con el resto del mundo y la presencia de grupos de indios quienes se revelaban a su llegada, amenaza sumada a la de forajidos que aprovechaban las oportunidades para asaltar en el camino real o vecinales y hasta en las orillas de los poblados. Ellos sí vencieron al desierto, palabra que algunos reprueban, por referirse a ?vencer? a la naturaleza, sin entenderla en referencia a ?derrotar, conquistar, ganar?, en el medio agreste.

Si aquellos pioneros pusieron las bases para empezar a crecer y desarrollar nuestra región, detrás vinieron otros que aceptaron continuar con la tarea, buscando consolidar a la región, llegando a ubicarla como ejemplo de modernidad y desarrollo para todo México. Los más viejos recordarán el impacto de calles y avenidas amplias y rectas, referencia obligada para todos los interesados en el tema de urbanismo durante la primera mitad del siglo XX; hoy, simplemente hemos dejado de lado esos conceptos, por la pésima planeación y la mala política.

A esos hombres les debemos muchas otras innovaciones de civilidad que en aquel tiempo fueron nuestro orgullo; le cito sólo tres: el alumbrado público, el tranvía y el cinematógrafo estereofónico, en sala de exhibición con aire acondicionado.

Un poco después de iniciado el siglo pasado, en 1916, nació don Emilio Herrera Muñoz; por azares de la vida llegó a Torreón a vivir con unos tíos. Creció como muchos de nuestros padres y abuelos, en medio de la vida emocionante de los descubrimientos de la primera mitad del siglo XX, y no se excluyó de la emoción de entenderlos y aprenderlos. Eran tiempos de limitadas oportunidades para hacer estudios superiores y el tomó la mejor alternativa de sus tiempos, graduando como contador privado en la Escuela Comercial Treviño.

Eran muchas las anécdotas que podíamos disfrutar quienes tuvimos el privilegio de escuchar ?al querido señor? como le decíamos algunos universitarios en confianza. Sus comentarios tenían marcas especiales: el positivismo y la buena fe, dos particularidades humanas a cultivar en nosotros mismos.

En el año 2003, le entrevistaron, dejándonos un escrito que mucho lo define; sus respuestas, por sí mismas, dejan constancia de quién fue don Emilio Herrera Muñoz, quedando para los laguneros las enseñanzas de cómo ser y hacer en la vida.

Al referirse a los migrantes decía: ?...esas si fueron gentes verdaderamente esforzadas, porque esto no era nada y lo hicieron ellos, nos dieron ejemplo; pero somos ingratos o hemos sido ingratos hacia esas personas que nos antecedieron en todos los aspectos como el comercio, industria, ganadería y agricultura. Aquí no había nada cuando llegaron -los extranjeros- y junto con ellos mexicanos; fue punto de encuentro de gente de todas partes (...) muchos hombres muy valiosos participaron en el desarrollo de esta ciudad?.

Cuando le preguntaron sobre lo que el consideraba ?resultados? de su vida, no se refirió a sus años de comerciante exitoso, sino que declaró: ?Creo que la vida me ha dado más de lo que merezco (...) definitivamente en un tiempo mi trabajo me absorbía y le decía a mi mujer -siempre, en todo lugar y momento, hacía referencia al amor de su vida: doña Elvirita- que el único final que tenía era mi trabajo (...) pero desde muy chico me interesé por mi ciudad y siempre he trabajado para ella, de una manera o de otra...?

Y de su decir quedan grandes evidencias; sólo le menciono a PAPRO y las muchas organizaciones sociales beneficiadas con su obra; la Cámara de Comercio y la Universidad Autónoma de La Laguna y sus más de cinco mil graduados.

El amor a sus trabajadores y por el trabajo mismo, quedan descritos cuando dice: ?A mí siempre me interesó la gente como tal (...) me llamaron para hacer una prueba de tres meses y ahí estuve 25 años. Escalando los puestos hasta la presidencia del Consejo y durante los últimos diez años el negocio fue mío?. Más adelante: ?le di dignidad al empleado, desde la manera de tratarlo, hasta la manera de premiarlo. Yo no le di ni un centavo gratuito a nadie, pero di premios que no se habían dado todavía en Torreón (...) les enseñé qué era lo que estaba haciendo (...) no descansé nunca de enseñarles (...) puedes ser un genio, pero si no trabajas el genio se queda inédito?.

De justicia social una sola frase define su visión y postura: ?la gran desgracia de México es lo sucedido en Chiapas, que 500 años después de la conquista nos dimos cuenta que tenemos gente que está exactamente igual que entonces?.

Del patriotismo: ?siempre nos inculcaron que México tenía un destino de grandeza, que estaba destinado a ser grande?; y en referencia a la educación: ?las escuelas, los profesores de aquel entonces creo que eran ejemplares, (...) lo que enseñaban lo actuaban, esas dos cosas convencían a los pequeños...?. ¿Qué nos querría decir?

Del esfuerzo de los laguneros: ? ... los tiempos eran muy esforzados ... los dueños de los que son hoy grandes negocios y que entonces eran pequeños negocios, trabajaban más que los empleados. Entonces un ejemplo de lo que era el deber se lo enseñaban a uno esas gentes (...) la lealtad de los empleados hacia sus empresas, de los trabajadores hacia sus patrones?. ?Los políticos también ponían de su parte...? Más mensaje para reflexionar.

Su otro amor fueron las letras; fue columnista de El Siglo de Torreón por 69 años. ¿Quién no leyó sus Mirajes, Arenillas, Párrafos Diversos, Pequeñeces, Noche y Día, y Los Nuestros? En el camino, entusiasmo a muchos a escribir; orgullosamente me cuento entre ellos.

Sus muestras de amistad fueron enormes; pocos entienden, como él lo comprendió, el justo valor de la palabra. A sus amigos los amó entrañablemente, tanto que quienes veíamos la fuerza de ese espíritu deseábamos tener una amistad así. Quien quiera saber más del tema, que le pregunte a Don Homero del Bosque Villarreal.

A cada amigo que se le adelantaba en el viaje a la otra vida le repetía su poesía ?Lenta Muerte?, que ahora les recuerdo: ?¡A cuántos que quise he sobrevivido !/ Ya casi ni lo sé; pero yo he muerto,/ ¡eso sí que lo sé !, porque es muy claro/ que algo de mí se ha ido.// Con cada amigo desaparecido/ me voy quedando solo, esto lo advierto;/ tan solo como el panteón el yerto/ amigo tan querido.// La muerte no sucede como vemos;/ morimos poco a poco;/ con cada amigo que se va, nos vamos// Y en fila me coloco,/ cultivar amistad lleva una vida,/ si se recobra allá, ¡qué bienvenida!

Don Emilio deja muestras de fuerza y templanza, de amor y entrega, de trabajo y esfuerzo que, sin duda, quedarán como cita ejemplar para las generaciones venideras. Correo electrónico: ydarwich@ual.mx

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