Son muchas las voces que lo critican. Son muchos los que opinan que mejor se dedique a cantar y olvide su activismo político. Lo cierto es que en un mundo carente de utopías la voz de Bono, vocalista del grupo irlandés U2, logra que muchos jóvenes se interesen en temas que bien podían pasar desapercibidos como lo son la paz mundial, los derechos humanos y la tolerancia.
Hoy que la industria musical está llena de “artistas” desechables, es decir productos hechos al vapor con el único objetivo de vender, es reconfortante escuchar en vivo a una banda de buen rock como U2.
Tuve la oportunidad el pasado domingo de presenciar la actuación del grupo irlandés en Monterrey, la crónica del concierto ya fue publicada por muchos medios que dieron cuenta de la espectacular producción, sin embargo, existe un detalle digno de destacar: el activismo político.
Por más de dos horas Paul Hewson (nombre verdadero de Bono), alzó su voz para pedir un mundo más justo. El activismo político de este hombre que mintió al decir que sabía cantar y tocar la guitarra para entrar al grupo Feedback (primer nombre de la banda que después cambiaría a The Hype), es reconocido por líderes mundiales, activistas y economistas. Vaya, no en balde la revista Time lo ha considerado como uno de los hombres más influyentes y constantemente es nombrado para ganar el Premio Nobel de la Paz.
Desde el principio de su carrera U2 se caracterizó por componer canciones que censuraban la guerra, ejemplo de esto son temas como Sunday bloody Sunday (Domingo sangriento domingo). Durante esta gira al interpretar dicha canción Bono se cubre los ojos con un pañuelo o mascada blanca que tiene impresa la palabra “Coexista”, y en el que la “X” es representada por la Estrella de David, mientras la “T” es en una cruz, llamando con ello a la coexistencia de los pueblos, independientemente de sus diferencias ideológicas o de credo religioso. Después de todo la imagen de Dios es el pretexto perfecto para declarar la guerra.
La interpretación Pride in the name of love (Orgullo en nombre del amor), que habla de fanatismo y traición, es una excusa durante el concierto para proyectar en una megapantalla los primeros seis artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
La figura de Bono ha destacado y cruzado fronteras, teniendo encuentros con altos mandatarios como Tony Blair, George W. Bush o Bill Clinton, y sobre todo Irene Khan, secretaria general de Amnistía Internacional (AI), organización que lo hizo acreedor del premio Embajador de la Conciencia 2005, la más alta distinción de AI para rendir homenaje a quien haya demostrado un compromiso excepcional con la protección y promoción de los derechos humanos.
Y aunque las críticas son muchas, lo destacable es que un personaje de fama mundial utilice los medios que están a su alcance para lograr una sociedad más justa. Ya John Lennon escribió que imaginar un mundo mejor es propio de los soñadores, pero sin las utopías los seres humanos estamos condenados a perdernos en la banalidad y el consumismo.
El día de ayer la mayoría de las personas se entregó sin piedad a la práctica de comprar obsequios y celebrar así el Día del Amor y la Amistad, tal vez el verdadero regalo no consista en festejar el catorce de febrero y por el contrario, sea el construir una sociedad más participativa que promueva los derechos humanos y la tolerancia sin importar religión, sexo, ni nacionalidad. Muchos dicen que soñar no cuesta nada, pero tal vez en los inicios del siglo XXI valga la pena apostar por un mundo donde las calles no tengan nombre.
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