Cada vez que un capo de la mafia fallece o es arrestado surge un mar de dudas.
Así ocurrió con Amado Carrillo Fuentes, conocido como “El Señor de los Cielos”, quien murió en una aparente operación de cirugía plástica realizada en un hospital del Distrito Federal en 1997.
Hasta la fecha versiones extraoficiales afirman que el afamado narcotraficante armó este sainete para huir de las autoridades mexicanas que estaban muy cerca de capturarlo.
Con Ramón Arellano Félix, oficialmente asesinado en Mazatlán en 2002 por un policía preventivo, las versiones populares son por demás diversas.
Al agresivo miembro del clan Arellano se le ubica viajando por el mundo en donde disfruta de la riqueza y el poder obtenido en el negocio del narcotráfico.
A raíz de la detención de Francisco Javier Arellano Félix, alias “El Tigrillo”, las interrogantes sobre su identidad y su historial delictivo aumentan día tras día.
Hay por lo pronto dos realidades que se confirman en este caso a pesar de las versiones de las autoridades norteamericanas y las mexicanas.
Primero que el capo se movía como Juan por su casa en suelo estadounidense a pesar de lo que digan los boletines oficiales. Esto se comprueba por el simple hecho de que “El Tigrillo” zarpó sin contratiempos en su yate Dock Holiday desde San Diego, California.
La segunda realidad es que el clan mexicano no ha muerto y seguramente no morirá en mucho tiempo. El director de la DEA en San Diego, John Fernández, no tuvo empacho en asegurar que “la organización Arellano Félix no está desarticulada, está muerta”.
Pero especialistas en el narcotráfico, entre ellos el periodista Jesús Blancornelas, enfatizan que Francisco Javier era el vividor del clan pero no el número uno y que la organización sigue tan firme como hace una semana al mando de Enedina y Eduardo Arellano Félix.
La detención del joven capo es por demás positiva y habrá que reconocer a la Guardia Costera de Estados Unidos y a la DEA por llevarla a cabo sin disparos ni heridos.
Sin embargo, son muchas las dudas que están en el aire y que esperamos sean despejadas conforme avancen las investigaciones de tan sonado caso.
En primer lugar la identidad de “El Tigrillo” tendrá que ser reconfirmada a la mayor brevedad posible. A diferencia de su hermano Benjamín, detenido por el Ejército Mexicano en 2002 en Puebla, el rostro de Francisco Javier no cuadra con fotos del pasado.
Se habla de cirugías plásticas que transformaron buena parte de su cara, pero no faltaran las versiones que hablen de un ‘clón’ de “El Tigrillo”.
La segunda gran interrogante es por qué fue detenido en alta mar y no cuando la embarcación partía de San Diego. Todavía más, ¿por qué no lo capturaron en tierra firme?
En el yate viajaban ocho personas adultas y tres menores, lo que indica que un movimiento de tal naturaleza en cualquiera de los muelles sandieguinos no pudo pasar desapercibido.
La tercera duda se refiere al historial de Francisco Javier y en general del clan Arellano Félix. En Tijuana cualquier crimen de peso se atribuye a este grupo delictivo incluyendo la reciente ola de secuestros, situación que seguramente será ventilada en las diligencias.
Es de esperarse entonces que éstas como otras interrogantes sean esclarecidas a lo largo de lo que será el primer juicio de un Arellano Félix en territorio norteamericano.
Para el Gobierno mexicano es un alivio que “El Tigrillo” vaya a ser procesado en Estados Unidos porque sentará un firme precedente en la lucha contra el narcotráfico.
Además ofrecerá pistas e informes para perseguir a otros capos amén de jefes policiacos, jueces y hasta políticos que pronto entrarán en crisis nerviosa ante la posibilidad de que sus nombres sean mencionados.
No hay que olvidar que allende del Bravo los juicios son públicos y transparentes.
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