El comer frecuentemente alimentos azucarados provoca el llamado "síntoma de alergia dependencia apremiante", el cual consiste se convierte en una adicción, la consecuencia es la diabetes.
EL UNIVERSAL
MÉXICO, D.F.- En México, un habitante promedio consume 48.62 kilos de azúcar al año.
Casualmente, enfermedades que antes se pensaban que eran propias de adultos mayores son ahora el pan de cada día en jóvenes; además, ya podrían ser consideradas como "especies en peligro de extinción" aquellas personas que no tienen en su familia o círculo de amigos a alguien con diabetes o problemas cardiacos ¿a qué de se debe este fenómeno?
El cambio de hábitos alimenticios y el sedentarismo son las primeras respuestas que vienen a la mente. A simple vista parece que el problema radica en los factores anteriores, pero los expertos en nutrición han sintetizado la problemática en dos focos rojos: el azúcar y las harinas refinadas.
En el libro "Tentaciones que matan. El manual del alimento chatarra", el cirujano gastroenterólogo, Gustavo Cruz Santiago, y Juan Manuel Ochoa Torres, miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, explican de una manera muy sencilla y con datos certeros la forma en que los alimentos chatarra pueden atraer efectos no deseados.
Del mismo modo, ayudan a establecer la diferencia entre saludable y apetecible, pues no siempre lo más sabroso es lo mejor para nuestro organismo. Este manual intenta orientar al lector para que tome las medidas pertinentes en su forma de alimentación y estilo de vida.
El hecho de que la mayoría de las personas desconozcan los orígenes y las consecuencias de la comida clasificada como chatarra fue el propósito que impulsó a los autores a escribir este libro. Ochoa enfatizó que "desean hacer del dominio público los móviles financieros que impulsan al industrial alimenticio, así como las argucias de que se valen para atrapar al consumidor, y con ello el cómo se ha ido gestando esta alteración artificial en la forma de comer".
Amargas consecuencias
La primera advertencia que se hace es que a toda acción corresponde una reacción, y que comer en exceso aquellas dulces tentaciones traerán amargas consecuencias: altibajos en niveles de glucosa y su respuesta insulínica; modificaciones en la química sanguínea; y el estrés oxidativo (el cual influye en el desarrollo de más de 70 enfermedades crónico degenerativas como problemas coronarios, derrames cerebrales, cáncer, Alzheimer, mal de Parkinson, artritis).
La razón por la cual las harinas y azúcares refinados son tan dañinos con nuestro organismo es porque en el proceso de refinamiento pierden las propiedades alimenticias esenciales para nuestro organismo y quedan las que en exceso pueden resultar perjudiciales. Por tal motivo, siempre serán recomendables los endulzantes naturales, como la miel, y los cereales integrales.
El añadir azúcar a cualquier alimento lo hace atractivo al paladar, pues tiene una poderosa capacidad transformadora. A la vista y al gusto aparece como un irresistible manjar, pero el hecho de que esté fabricado con endulzantes artificiales o azúcares refinadas hace que pase al torrente sanguíneo en cuestión de minutos y eleve el nivel de glucosa.
Si este incremento aparece en forma brusca, la respuesta insulínica será proporcional. Cabe aclarar que esta hormona desempeña una función clave, ya que hace que la glucosa pueda ser asimilada por las células del cuerpo. El exceso de insulina ocasiona otros inconvenientes que van desde desórdenes metabólicos hasta eventuales daños en el sistema cardiovascular.
El comer frecuentemente alimentos con alto contenido de azúcar provoca el llamado "síntoma de alergia dependencia apremiante", el cual consiste en la necesidad de consumir un alimento dulce tras otro, es decir que se convierte en una adicción y la inmediata consecuencia es la diabetes.
Por el lado de las harinas refinadas, las consecuencias se reflejan principalmente en la obesidad, problemas renales, hipertensión arterial, envejecimiento, y problemas digestivos como gastritis, estreñimiento y hemorroides.
Pasos a seguir
Dado que el gusto se forma en los primeros años de vida, es necesario inculcar a los niños el hábito de mantener una alimentación baja en harinas y azúcares refinadas. La publicidad suele ser el mejor aliado de la comida chatarra, pues sus colores, imágenes y promociones son muy llamativas. Por tal motivo, se hace necesario combatirla tratando de inculcar a los niños hábitos sanos de consumo en la casa y en la escuela.
Algunas de las recomendaciones que dan los autores son: limitar el consumo de azúcares o harinas refinadas, ingerir carbohidratos a través de alimentos naturales, hacer ejercicio, consumir fibra, tomar abundante agua, limitar las bebidas alcohólicas (pues dañan considerablemente el hígado), no dejarse llevar por la publicidad, mantener un peso adecuado, al consumir grasas, tratar de que el origen de éstas sea vegetal, deglutir toda la gama de vitaminas y no autoengañarnos haciendo creer al médico que controlamos nuestra manera de comer cuando en verdad no lo hacemos.
Para comenzar a cuidar su alimentación, al final del libro se incluye una tabla de alimentos con su contenido de carbohidratos.
El texto está escrito en un lenguaje muy sarcástico y mantiene un propósito dual, pues admiten, es útil para el dulce empresario que desea iniciarse o crecer como productor de dulces tentaciones, o también puede servirle a cualquier lector para liberarse de ellas.