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Durango/Los muros del Congreso

Raúl Muñoz de León

Como sede del Poder Legislativo, el edificio que alberga al Congreso del Estado de Durango, no sólo ha sido tribuna de los debates protagonizados por los diputados representantes de las diferentes fuerzas políticas de la entidad, protagonistas en las diferentes etapas de su historia, ni solamente escenario donde se han producido las resoluciones plasmadas en leyes, decretos y creación de instituciones de carácter público, propiciadoras de la evolución y desarrollo de la sociedad duranguense. Es mucho más que eso y, desde otra perspectiva, del mayor interés y trascendencia.

Aparte de su estilo arquitectónico, que en sí mismo es motivo de orgullo y presunción, el edificio del Congreso es depositario y custodio de historia, arte, cultura, ciencia y educación. Cuando se traspasan sus puertas majestuosas se respira el aire, al mismo tiempo tradicional y renovador, del desarrollo sociopolítico del pueblo de Durango. Antonio Arreola Valenzuela es autor de “Una síntesis histórica del Congreso del Estado”. Nuestra felicitación por su bien documentado trabajo de investigación, en el que nos apoyamos para hacer estos modestos comentarios.

Históricamente la sede del Poder Legislativo duranguense fue la Sala de Gobernadores, ubicada en el propio Palacio de Gobierno, situación que en cierta medida hacía al Congreso a la vez inquilino y dependiente del Ejecutivo. En 1980, el gobernador Salvador Gámiz Fernández ordenó la construcción del Palacio Legislativo, tras un fallido intento de reforzamiento y ampliación de la sala de gobernadores. Pero fue en 1992 cuando José Ramírez Gamero, casi al finalizar su Gobierno, dispuso la adquisición de una casona contigua al Palacio Legislativo con el propósito de ampliar a éste y hacerlo más funcional y adecuado a las tares que tienen encomendadas los diputados. Nos tocó vivir este episodio pues fuimos integrantes de la LVIII Legislatura local que estaba también por concluir su ejercicio constitucional.

Bajo los auspicios de la joven Administración estatal que preside el actual titular del Ejecutivo, Ismael Hernández Deras, este último edificio fue remodelado en 2005 y muchos hemos sido testigos de las modernas instalaciones con que cuentan las comisiones legislativas y el Instituto de Investigaciones, Estudios Legislativos y Asesoría Jurídica, entre otras dependencias, del Congreso del Estado de Durango.

Afortunadamente esta modernidad no ha afectado su Recinto Oficial o Sala de Sesiones, como también se le conoce. Los muros del Congreso conservan su estilo original que los dota de elegancia y solemnidad. En ellos se hallan inscritos los nombres de personajes de la vida política, social y cultural de Durango y de México que por las aportaciones que hicieron desde el ámbito de sus actividades en beneficio del Estado y su población, las diversas legislaturas consideraron que reunían los méritos para rendirles homenaje eternizando con letras de oro su nombre y su memoria en el Palacio Legislativo.

El propósito del presente artículo es precisamente comentar este interesante y trascendente dato para que la población esté informada de las cosas que unen e identifican a los duranguenses, no sólo de la ciudad capital, sino de todas las regiones del Estado. Geográfica y políticamente, la ciudad de Durango es el asiento y residencia del Poder Legislativo, como de los otros poderes, y por la distancia que hay con relación a nuestra Comarca muchas personas de la Laguna duranguense no han tenido oportunidad de conocer el Recinto Oficial del Congreso y los nombres que sus muros tienen inscritos, e incluso, desconocen dónde se encuentra ubicado su edificio. Qué lástima, en verdad. Valdría la pena que dependencias e instituciones pertinentes organizaran excursiones turísticas de carácter cultural que incluyan visitas a los tres principales palacios de la ciudad: el Legislativo, el de Gobierno y el de Justicia.

Veintiocho personajes de la vida pública estatal y nacional dan grandeza y brillo a los Muros del Congreso. Encontramos en ellos una rica y variada gama de hombres y mujeres que han enaltecido dentro y fuera del territorio mexicano el nombre de Durango. Caudillos revolucionarios, diputados constituyentes; periodistas, escritores y novelistas; héroes insurgentes, humanistas y luchadores sociales; poetas, pioneros de la aviación y estadistas; músicos, científicos y juristas. Basta con leer sus nombres para apreciar este bagaje histórico y cultural, que enunciamos en orden cronológico de acuerdo al año de su inscripción mural: Silvestre Dorador, Fernando Gómez Palacio, Jesús de la Torre y Rafael Espeleta, 1940; Calixto Contreras, 1956; Francisco Zarco, 1957; Guadalupe Victoria y Francisco Villa y Domingo Arrieta, 1965; Antonio Gaxiola y Felipe Pescador, 1967; Benito Juárez, 1968; Francisco Sarabia y José María Patoni, 1969; Lázaro Cárdenas, 1970; Adolfo López Mateos y Vicente Guerrero, 1971; Silvestre Revueltas, 1976; Adolfo Ruiz Cortines, 1977; Francisco González de la Vega, 1978; Alberto Terrones Benítez, 1982; Francisco Gómez Palacio, 1983; Fanny Anitúa, 1987; Carlos León de la Peña, Isauro Venzor y Pastor Rouaix, 1996; J. Agustín Castro, 1997 y Nellie Campobello, 1999.

Ha sido, pues, continua la labor del Congreso de Durango para otorgar reconocimiento a quienes lo merecen. Sin excepción, todos son importantes y dignos de destacar su obra. Sin embargo, quisiéramos mencionar breves datos biográficos de ellos, sobre todo de los menos conocidos, pero no por eso menos trascendentes, que no hacemos ahora por falta de espacio. Si El Siglo de Torreón lo permite, estamos pendientes y comprometidos.

r_munozdeleon@yahoo.com.mx

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